Auspicato concessum
Auspicato concessum, en español Por una dichosa merced, es la décima encíclica de León XIII, datada el 17 de septiembre de 1882, y escrita con motivo del séptimo centenario del nacimiento de Francisco de Asís, con el deseo de que se propague la tercera orden León XIII y la Tercera Orden de San FranciscoTal como el propio papa recoge en esta enclica, León XIII tuvo siempre un interés particular por la Orden Tercera de los franciscanos, pues consideraba que se trataba de un instrumento muy adecuado para influir, a través del ejemplo y la acción de los hermanos, en la sociedad, haciendo que arraigasen y creciesen en el pueblo las virtudes de la sobriedad, la caridad y la justicia. Este es el mensaje que el papa transmite en la encíclica (17 de septiembre de 1882), como un antecedente de la Constitución Apostólica Misericords Dei Filius,[1] que promularía poco tiempo después (30 de mayo de 1883), y con la que adapta la Regla de las Tercera Orden a las circunstancias de su tiempo, como un modo de favorecer su propagación. Contenido de la encíclicaCelebración del 7.º centenario de San Francisco de Asís
El papa se refiere con estas palabras a la coincidencia en un breve paso de tiempo del centenario de dos santos: Benito de Nursia y Francisco de Asís. Alabando la devoción con la que se está celebrando este centenario, hace notar que
Introduce así el papa el objetivo de la encíclica excitar vuestra caridad para que trabajéis con Nos en la salvación de los hombres gracias al remedio que os hemos indicado. La sociedad de la época de San FranciscoPasa el papa a exponer los males que acuciaban la sociedad en que vivía San Francisco: en amor desenfrenado a las riquezas al lujo ya los placeres, la envidia y los celos entre los conciudadanos, las guerras entre la ciudades vecinas y dentro de la propias ciudades. En esa situación y para restablecer la salud pública Dios escogió a Francisco de Asís. quien con admirable sencillez y constancia se esforzó por presentar, en medio de ese mundo corrompido, la imagen de la perfección cristiana.
La fundación de la Tercera OrdenEl ejemplo de Francisco movió a muchos hombres y mujeres a seguirle, uniéndose a la Orden de Frailes Menores, que él había fundado, o la Segunda Orden de las clarisas, pero Francisco comprendió que entre los que deseaban seguir sus enseñanzas no estaban en condiciones de abandonar a la familia y entrar en las órdenes que había fundado. Esto le llevó a establecer la cofradía de la Tercera Orden, abierta a toda clase de hombres y mujeres, que sin romper sus vínculos con la sociedad se esforzaban pro vivir las virtudes que Francisco predicaba. De este modo
Actualidad de la Tercera OrdenEl papa señala las semejanzas que hay entre los males que aquejaban a la sociedad en el siglo XIII, y los de la época en que escribe la encíclica, en la que se multiplican los propagadores de un naturalismo que rechazan a la Iglesia, niegan el poder civil, aprueban la violencia, ponen en duda la propiedad y así quebrantan los fundamentos del orden social y doméstico. Una situación que se resolvería si se extendiese el mensaje de Francisco, es por esto, dice el papa que
Concluye el papa la encíclica, antes de impartir la bendición apostólica, exhortando a los obispos para que cuiden e impulsen esta Tercera Orden, y recomienda a sus socios que se revistan con los sagrados signos de la Orden de la Penitencia,[2] y miren y se acerquen a San Francisco, sin lo que no podría realizase nada de lo que se desea. Véase también
Referencias
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