Libertas praestantissimum
Libertas praestantissimum, conocida también como Libertas[b] (en español, La libertad, preciosísimo don) , es la vigésimo sexta encíclica de León XIII, sobre la libertad humana. Fue publicada el 20 de junio de 1888. Contexto históricoLa propagación del liberalismo político a lo largo del siglo XIX, y especialmente en el pontificado de León XIII y el de Pío IX, su antecesor, requería que la Iglesia recordase su doctrina sobre la libertad. El papa se había referido ya a esta cuestión en otras encíclicas, por ejemplo en Cum multa (1882) dirigida a los católicos españoles.[1] En Immortale Dei se había referido ya al modo erróneo con el que se entendía la libertad por parte de algunos políticos[c]; y, de algún modo, enlaza con otros documentos de sus antecesores: Mirari vos (1836), de Gregorio XVI, y el Syllabus (1864), de Pío IX.[2] Sin embargo, es ésta la primera encíclica dedicada expresamente a enjuiciar el liberalismo, un tema que volvería a tratar en Sapientiae christiana (1890) y en Praeclara gratulationis (1894).[1] Contenido de la encíclica
Naturaleza de la libertadTras ese inicio, en que ya se ha declarado que la libertad tiene su origen en el plan creador de Dios, la encíclica analiza la naturaleza de la libertad y en sus vínculos con la voluntad y con la razón, reiterando la doctrina según la cual la libertad inclina al bien según la razón, y el error de la razón hace que la plenitud de la libertad se desvirtúe.
Luego pasa a ocuparse de la ley, comenzando por la ley natural escrita en el corazón de cada hombre. La ley natural opera en cada individuo; pero también hay una ley humana, que se aplica a las comunidades de hombres; esta ley, siempre que sea justa, debe ser obedecida. Cómo entiende el liberalismo la libertadEl papa relata que la Iglesia ha defendido siempre la libertad, pero que no faltan en este momento quienes la acusan de ser enemiga de la libertad; esto es así porque en la actualidad se da un entendimiento erróneo de la libertad. Por esto, pasa a exponer de modo sintético la doctrina del liberalismo sobre la libertad. Por una parte, el naturalismo o racionalismo filosófico coincide con el liberalismo,
Reconociendo este error, entre los defensores del liberalismo hay lo que aceptan que la libertad queda pervertida cuando se ejerce sin reparar en los excesos o con desprecio de la verdad y la justicia, pero afirman que para evitar este error basta que la libertad sea gobernada por la recta razón y por tanto quedar sometida a las ley eterna de Dios, pero
Todavía hay otros, más moderados, que aceptan que las layes divinas deben regular la vida de los particulares, pero niegan que también deba regir la vida y la actividad del Estado. Sin embargo, la responsabilidad del Estado respecto a sus ciudadanos no se limita a la prosperidad de los bines exteriores, debe también considerar los bienes espirituales. De ahí la relación que han de guardar entre sí el poder público y el poder religioso.
La aplicación de la libertad en distintas materiasEl papa pasa a continuación a exponer cómo entiende el liberalismo, y como debe entenderse la libertad en distintos campos, y cuál es la doctrina católica sobre estas cuestiones. La idea general, que la encíclica, recuerda al tratar de la libertad de cultos, de enseñanza, de expresión y de imprenta, es que solo existe verdadera libertad en la verdad, y no en el error. En cuanto a la llamada libertad de cultos, su práctica por el Estado no puede suponer la negación del culto público, o la necesidad de considerar todos los cultos como iguales; ni, mucho menos, impedir que los ciudadanos den culto a Dios. La libertad de enseñanza y la de expresión e imprenta no puede separarse de la defensa de la verdad, pues comunicar y difundir el error no puede ser función de la libertad, pues en realidad lo que hace es anularla o pervertirla. Sin embargo, señala la encíclica, hay un amplio campo de materias opinables, en que el éxito en la búsqueda de la verdad no queda asegurado; en esos campos existe una completa libertad de enseñanza y de comunicar las propias opiniones. La libertad de conciencia no debe entenderse, como lo hace el liberalismo, en el sentido de que es lícito a cada uno dar o no culto a Dios, sino que ha de entenderse
Esta es la libertad que reivindicaron los apóstoles y apologistas, y la que -cuando fue necesario- consagraron los mártires con su sangre. La toleranciaLa Iglesia defiende los derechos de la verdad, y desea que en todos los órdenes se ejerza la libertad tal como se ha expuesto, pero
Por esto, hay circunstancia en que el poder político puede y aún debe, tolerar el mal, pero lo que nunca pueda hacer es aprobarlo ni quererlo en sí mismo. Aplicaciones prácticasEn la última parte de la encíclica el papa, recapitula las enseñanzas que ha expuesto y señala algunas consecuencias prácticas.
Por el contrario, rechazar por completo la autoridad de Dios supone la mayor perversión de la libertad; también supone una falta libertad la de aquellos que consideran que rechazan las normas de la moral que superan el conocimiento natural, o que al menso no hay que tenerlas en cuenta en la vida política del Estado. De aquí se concluye que no es lícito un uso de la libertad que no tiene en cuenta la ley de Dios. Donde estas libertades, así entendidas, estén vigentes, pueden ser toleradas con justa causa, y ejercer esas libertades, pero considerando que solo son legítimas en cuanto suponen un aumento de felicidad para vivir la virtud, Por lo demás:
No está prohibido preferir un Estado moderado por el elemento democrático, es bueno participar en la vida política, salvo que en algún lugar por las circunstancias presentes[e], se imponga otra conducta. Tampoco condena la Iglesia el deseo de liberarse de una potencia extranjera o de un tirano, siempre que se haga sin violar la justicia.. Véase también
Notas
Referencias
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