Apocalipsis 16
Apocalipsis 16 es el decimosexto capítulo del Libro del Apocalipsis o Apocalipsis de Juan en el Nuevo Testamento de la Biblia cristiana. El libro se atribuye tradicionalmente a Juan el Apóstol,[1][2] pero la identidad exacta del autor sigue siendo un punto de debate académico.[3] Este capítulo describe las siete copas, viales[4] o ampollas[5] de la ira de Dios,[6] derramada sobre los malvados y los seguidores del Anticristo tras el toque de las siete trompetas,[7] a la orden de «una fuerte voz desde el templo» oída por el autor. [8] TextoVéase también: Siete copas
El texto original fue escrito en griego koiné. Este capítulo está dividido en 21 Versículos. Testigos textualesAlgunos manuscritos antiguos que contienen el texto de este capítulo son, entre otros:[9][11].
Referencias del Antiguo TestamentoReferencias del Nuevo TestamentoLas siete copas (16:1-21)Versículo 1
La cuarta copa (16:8-9)Versículo 8
Versículo 9
La sexta copa (16:12-16)Versículo 12
Versículo 16
Comentario general a los versículos 15-5 a 16-21La tienda mencionada en 15,5, al igual que el arca de 11,19, representa la presencia de Dios que actúa de manera definitiva a través de sus ángeles. Las siete copas de oro simbolizan las herramientas que Dios utiliza para derramar su justicia sobre el mundo, llenas de su furor, que no es otra cosa que la manifestación plena de su justicia. Estas copas también representan las oraciones de los santos (cf. 5,8), las cuales motivan la intervención divina, y sus consecuencias: la victoria del bien y el castigo de las fuerzas del mal. El contenido de las copas no se identifica directamente con las plagas, sino con los efectos de la oración: el consuelo para los justos y el castigo para los que siguen a la bestia y obran la iniquidad. Las imágenes de los castigos (16,1-16) están inspiradas en las plagas de Egipto. Las primeras cuatro plagas afectan elementos de la naturaleza (cf. 16,2-9), mientras que la quinta y sexta están relacionadas con poderes históricos (cf. 16,10-16). El nombre "Harmagedón", que significa "montaña de Meguiddo", es símbolo de derrota, como la del rey Josías, para los ejércitos que se oponen a Dios. En este contexto, el Apocalipsis introduce una exhortación a la vigilancia y la fidelidad (16,15), similar a la de 3,1-3.18, recordando que Dios prefiere convencer antes que imponer su poder. Sin embargo, la maldad se intensifica en la historia, y los males que azotan a la humanidad son consecuencia del pecado, como se refleja en la entrega de los hombres a sus propios deseos idólatras. La séptima copa derramada en el aire (16,17-21) simboliza la universalidad de sus efectos, que abarcan toda la tierra. Los fenómenos como tormentas, terremotos y granizos enormes evocan la teofanía del Sinaí y las plagas de Egipto, representando el juicio definitivo de Dios. Estos eventos, que incluyen la ruina de la gran ciudad (Roma), son una última llamada a la conversión, aunque inútil, ya que los hombres, en lugar de arrepentirse, blasfeman contra Dios (16,21). Finalmente, los capítulos siguientes describen tres escenas principales: la destrucción de Babilonia, la victoria de Cristo como Rey y Señor, y el triunfo final de la Iglesia como la Jerusalén celestial (caps. 17-22). Todo culmina con la instauración completa del Reino de Dios y la derrota definitiva del mal.[23] Véase también
Referencias
Enlaces externos
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