Apocalipsis 4
Apocalipsis 4 es el cuarto capítulo del Libro del Apocalipsis o Apocalipsis de Juan en el Nuevo Testamento de la Biblia cristiana. El libro se atribuye tradicionalmente a Juan el Apóstol,[1][2] pero la identidad exacta del autor sigue siendo un punto de debate académico.[3] Este capítulo contiene una visión inaugural del cielo, que representa la sala del trono del cielo,[4] y el culto celestial que el escritor observa allí.[5][6]. TextoEl texto original fue escrito en griego koiné. Este capítulo está dividido en 11 Versículos. Testigos textualesAlgunos manuscritos antiguos que contienen el texto de este capítulo son, entre otros:[7][9].
Referencias del Antiguo TestamentoDios en el TronoLa soberanía de Dios sobre todas las cosas está simbolizada por el trono, cuyas visiones se encuentran tanto en la Biblia hebrea como en la tradición profética del Antiguo Testamento (cf. 1 Reyes 22:19-23), así como en algunos apocalipsis judíos, y en este capítulo (haciéndose eco de Isaías 6 y Ezequiel 1) se ve como «ya plenamente reconocido en el cielo, y por lo tanto como la verdadera realidad que al final debe prevalecer en la tierra».[6] Llevado al cielo, Juan puede ver que «el trono de Dios es la realidad última detrás de todas las apariencias terrenales».[6] Tras los mensajes a las iglesias, el Apocalipsis presenta el plan de Dios para la humanidad y la Iglesia a través de visiones. Primero, una majestuosa visión celestial introduce el resto (4,1-5,14). Luego, se describen acontecimientos históricos previos al combate final (6,1-11,14). Finalmente, las visiones muestran la derrota definitiva del mal y la manifestación plena del Reino de Dios y la Jerusalén celestial.[11] Versículo 1
«Después de estas cosas» remite a “toda la visión en Apocalipsis 1:10 hasta Apocalipsis 3:22”.[13] Comentarios a los versículos 1-5Versículo 8
Comentario a los versículos 1-8Las expresiones «tener una visión», «ser elevado al cielo» o «caer en éxtasis» describen la misma experiencia: Dios revela algo al autor del libro. Se emplean imágenes del Antiguo Testamento: el trono recuerda las visiones de Isaías (Is 6,1) y Ezequiel (Ez 1,26-28); el arco iris, signo de la Alianza (Gn 9,7-17); los relámpagos, presentes en la teofanía del Sinaí (Ex 19,16); y el «mar de cristal» y los «cuatro seres», que remiten a la descripción del templo en 1 R 7,23-26 y Ez 10,14. Los cuatro seres, interpretados tradicionalmente como los cuatro evangelistas, representan cualidades de Cristo: el hombre (San Mateo), el león (San Marcos), el toro (San Lucas) y el águila (San Juan). Estas imágenes, junto con otros símbolos, ilustran la majestad de Dios y su alabanza celestial. Los veinticuatro ancianos (v. 4) simbolizan a la Iglesia celestial, que incluye tanto al antiguo como al nuevo Israel, y que alaba e intercede por la Iglesia en la tierra. La imagen del mar transparente y los cuatro seres vivos pueden reflejar una réplica celestial del templo de Salomón, indicando la relación entre la liturgia terrena y la celestial.[17] Versículos 9-11
Versículo 11
La representación de la soberanía de Dios comienza con él como 'Creador de todas las cosas', luego como 'Redentor' para restaurar su soberanía universal en la tierra (Apocalipsis 5), con la expectativa de renovar toda su creación al final ( Apocalipsis 21:5).[16] Comentarios a los versículos 9-11La voz de los cuatro seres se une a la de los veinticuatro ancianos, representando al pueblo de Dios en el Cielo, la Iglesia triunfante. Al arrojar sus coronas, los ancianos reconocen que su victoria es obra de Dios, a quien solo pertenece el poder. La alabanza se centra en la obra creadora de Dios. El autor del Apocalipsis invita a la Iglesia peregrina en la tierra a unirse a esta adoración celestial. En la liturgia eucarística, la Iglesia hace suya esta alabanza, especialmente al recitar el Sanctus al final del Prefacio, como preparación al Canon. Toda la liturgia de la Iglesia está orientada a unirse a esta alabanza en el Cielo.[20]
Véase también
Referencias
Bibliografía
Enlaces externos
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