Adiutricem populi
Adiutricem populi (en español, "Auxiliadora del pueblo") es la quincuagésima novena encíclica de León XIII, del 5 de octubre de 1895; en ella trata de la devoción del rosario a favor de los disidentes, con especial atención a la devoción a María que se vive en las iglesias de Oriente. Virtualidad ecuménica de esta encíclicaEntre las numerosas encíclicas que León XIII dedicó al Santo Rosario, Adiutricem populi tiene un cometido particular, pues en ella muestra su preocupación por las iglesias de Oriente. Se sitúa además en unos años en que las iniciativas pastorales del papa dirigidas a este objetivo adquieren especial entidad. Por una parte, su apoyo al Congreso Eucarístico Internacional celebrado en Jerusalén, del 14 al 20 de mayo de 1893. Desde el inicio alentó su celebración, nombrando al cardenal Langénieux,[a] su legado personal al congreso, un hecho insólito hasta esa fecha; y a través de la diplomacia vaticana removió los obstáculos que, por distintos motivos,[1] ponían algunas naciones,[b] asegurando su carácter exclusivamente religioso.[2] Al congreso asistieron un buen número de representantes de las iglesias orientales separadas de Roma.[c] Parte de las conclusiones del Congreso[3] fueron puesta en práctica por el papa. En esta línea, el 30 de noviembre de 1994, publica la carta apostólica Orientalium dignitas Ecclesiarum,[4] en que tras alabar el cristianismo oriental establece los criterios que han de regir la relaciones institucionales entre la iglesia romana y las iglesias orientales, El 19 de mayo de 1895 con el motu proprio Optatissimae in una fide,[5] constituye una Comisión pontificia, bajo su dependencia directa, para favorecer la reconciliación con la Iglesia de los disidentes, precedente de la Congregación para la Iglesia Oriental.[6] Es en este contexto en el que León XIII, aprovecha su habitual encíclica mariana para pedir a todos los fieles oraciones por este objetivo pastoral. Todavía, el año siguiente, 24 de junio de 1996, expondría en la encíclica, Satis cognitum, la perspectiva eclesiológica y unionista de su ministerio.[7] Contenido de la encíclica
Entre las manifestaciones de devoción a la Virgen el papa destaca el rezo del rosario y el poder que esta oración tiene para la reconciliación de los disidentes; sobre esta idea el papa quiere impulsar su rezo, perseverando en esa oración por la unidad de los cristianos. Prerrogativas de MaríaEl papa recuerda el papel que encomendó Jesús a su madre como madre nuestra y cómo ha ejercido ese ministerio desde el principio, mostrándose madre de la Iglesia y maestra y Reina de los apóstoles a quienes comunicó parte de las divinas sentencias que "conservaba en su corazón".[8] Por esto se le alaba como "Nuestra Señora, y medianera nuestra",[9] la misma "reparadora del mundo",[10] y "medianera de los dones de Dios". De ese modo, como ella nos dio a Cristo, Autor de la fe,[11] por su intercesión, podemos obtener la fe, y vivirla; El papa recuerda la oración que San Cirilo dirige a la Virgen:
María defensa de la feA lo largo de la historia, en los momentos en que la fe ha flaqueado, el auxilio de María a través de hombres eminentes en santidad y vibración apostólica han devuelto a los hombres la piedad de la vida cristiana. El papa recuerda, como ha hecho en otras encíclicas marianas, el fecundo apostolado de Santo Domingo de Guzmán, confiando para esta tarea en el auxilio de Santo Rosario. A ella han invocado también los príncipes defensores de la fe, para promover guerras santas, y los romanos pontífices para promulgar solemnes decretos. Por esto, se glorifica a María con tanta verdad como magnificencia, diciendo:
María vínculo de unidadHemos pues de confiar en María como nuestra Madre, implorando su auxilio, seguros de su intervención. Al considerar estos deseos de unidad, el papa lleva su pensamiento a los ejemplos de la primitiva cristiandad, y muy especialmente del Concilio de Éfeso. Allí se manifestó una firme unidad de fe y comunión de culto que vinculaba al Oriente y al Occidente, cuando los Padres conciliares declararon solemnemente la Maternidad divina de María, una noticia que fue recibida con gran gozo en aquella ciudad y desde allí a toda la cristiandad. Esa fraternidad que reina en toda la historia de la Iglesia, se apoya en la Madre de Dios, por esto ha de ser grato a Nuestra Señora pedirle por la unidad de todos los cristianos. El papa muestra en la encíclica la ayuda que para la unidad de los cristianos supone el rezo del rosario, precisamente por con él asociamos a María con la obra de la redención; confía por ello, que con esta oración La Virgen obtendrá la deseada unidad; pero entremezcla esa recomendación con el recuerdo del culto a María que ofrecen los orientales, recoge para esto algunas oraciones en las que piden por la paz y la unidad:
Esa devoción mariana de las iglesias de Oriente es una razón más para que la Virgen atienda estas plegarias por la unidad; muestra de esa devoción es el gran número de imágenes de María que, en diversas épocas, fueron traídas desde Oriente a Occidente, especialmente a Italia y a Roma, donde son veneradas, siendo testigos de los tiempos en que los cristianos vivían estrechamente unidos. Recuerda la encíclica el interés que han mostrado los papas por la difusión del rosario en Oriente, especialmente Eugenio IV en la Constitución apostólica Advesperascente, dada en el año 1439,[d] luego Inocencio XII y Clemente XI, aunque el tiempo transcurrido desde entonces y circunstancias adversas[e] han detenido ese proceso, el papa confía que el progreso en la devoción al rosario que se está produciendo en su pontificado, redunde también en aquellas regiones. Expone también, con alegría, el proyecto de la erección de un templo en Patras (Acaya) en honor de la reina del Santísimo Rosario, una iniciativa que nació en el Congreso Eucarístico Internacional de Jerusalén (1893), y que el papa apoya con ilusión, pues permitirá que allí se invocará, en tiro latino y griego, a la Virgen Auxiliadora y Madre celestial. Exhortación al rezo del rosario y petición por los disidentesConcluye la encíclica, exhortando a que toda la Iglesia -pastores y pueblo, en público y en privado- especialmente durante el próximo mes de octubre invoquen a la Madre Dios,
Véase también
Notas
Referencias
Bibliografía
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