Satis cognitum
Satis cognitum (en español, Suficientemente conocido) es la sexagésima primera encíclica del papa León XIII fechada el 29 de junio de 1896 sobre la unidad de la Iglesia, y algunas herejías de su tiempo. Novedad y contexto históricoEl pontificado de León XIII supuso un cierto cambio en el modo en que los papas ejercían su magisterio. Con el se inician las encíclicas papales en que se presenta un tratamiento teológico y doctrinal sobre cuestiones de especial interés en el momento en que se escriben..[1] Además en esta encíclica se trata por primera vez de un modo directo el interés de la Iglesia católica por el ecumenismo.[2] La encíclica es una invitación dirigida a quienes se separaron de la Iglesia católica para que vuelvan a ella.[3] Contiene una reafirmación de la unidad de la Iglesia, y del papel que le corresponde al magisterio en la preservación de esa unidad,[4] a través del triple oficio (munus) de santificar, gobernar y enseñar.[5] La encíclica en un contexto histórico especial, el acercamiento a la iglesia católica de algunos miembros destacados de la High Church y del movimiento de Oxford; esto motivo un interés por aclarar la posible validez de las ordenaciones sacerdotales en la iglesia anglicana. Tras un estudio por parte de la Santa Sede mediante una comisión de expertos católicos nombrada por el papa, se llegó a la conclusión de la nulidad de esas ordenaciones. León XIII, mediante la carta apostólica Apostolicae curaem del 13.IX.1986, declaró solemnemente dicha nulidad[6]. La encíclica Satis cognitum, publicada unos meses antes, fue interpretada en el Reino Unido como una preparación del terreno para esa declaración.[7] Contenido
Con estas palabra León XIII comienza la encíclica exponiendo el motivo que le mueva a escribirla y anuncian su contenido que no es otro que mostrar la unidad de la Iglesia. Sigue así un extensa y articulada apología de la eclesiología católica en lo que se refiere a la sacramentalidad y la unidad de la Iglesia, con apoyo en la sagrada escritura y en el magisterio de los apóstoles y sus sucesores. Destaca así la importancia de mantener la integridad de la fe católica, tal como ha sido recibida y conservada:
Se manifiesta así el propósito de la encíclica, mostrar el deseo del papa por la unidad y su interés por el ecumenismo católico.[2] En la segunda parte del texto, el papa defiende enérgicamente la primacía del romano pontífice tal como se enseñó en el Concilio Vaticano I, como un corolario de la unidad de la Iglesia, pero señala
Además, recuerda el papa que, del hecho de que el poder del romano pontífice sea pleno y soberanos, no se deduce que no haya otros poderes en la iglesia, pues al igual que la autoridad de Pedro es perpetua en el sumo pontífice
La encíclica concluye con una llamada a la unidad con el papa, y por tanto con una invitación a los cristianos no católicos para que se reintegran en la Iglesia católica. Véase también
Bibliografía
Referencias
Enlaces externos
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