Álvaro de Orriols
Álvaro de Orriols Lletget (en catalán: Àlvar d’Orriols; Barcelona, 1 de enero de 1894 - Bayona, 18 de noviembre de 1976) fue un dramaturgo, poeta y músico español que ejerció otras disciplinas artísticas y culturales como el dibujo y la escultura. BiografíaNació en Barcelona, en el número 53 del Paseo de Gracia (casa de la Marqueza).[1] Provenía de una familia acomodada barcelonesa, hijo de notario y nieto de abogado, diputado en Cortes. Desde niño cursó sus estudios en el pensionado de los hermanos Maristas de Mataró -Colegio Valldemia- allí fue donde aprendió muy bien el francés, lengua que más tarde le servirá para mucho en su vida.[2] No quiso seguir la trayectoria profesional familiar y publica muy pronto, como periodista, sus primeros trabajos en revistas y diarios de Barcelona (Actualidad Gráfica, España Teatral y Catalana, entre otros). Y, al mismo tiempo, de joven ya debutó en el teatro, en el que obtuvo muchos éxitos y un reconocido prestigio. Cuando tenía sólo 25 años empezó su carrera teatral, en 1919, en el Teatro Fuencarral, de Madrid, con el estreno de La Daga, una traducción al castellano de la famosa obra de Frederic Soler «Pitarra», Lo ferrer de tall.[3] Obra que más tarde convirtió en drama lírico, en colaboración con el escritor y filósofo Francesc Pujols, con música del maestro Enric Morera, estrenada en el Teatro Victoria, de Barcelona. Ambas lograron un verdadero éxito. Componía, tocaba muy bien el violín y también el piano, pero sobre todo se sentía poeta. Periódicos y revistas publicaron versos suyos. Muy pronto publicó su libro de poesías Nervio (1921), gracias a los editores de Barcelona Ortega Hermanos y Castillón. En 1922 se casó con Manuela Colorado, que era madrileña, por lo que vivieron en Madrid. Tuvieron dos hijos, Álvaro y Mercedes. La prensa de la época -ABC, Blanco y Negro, La Publicidad, La Vanguardia...- siempre destacó Álvaro de Orriols como el impulsor del teatro popular y de masas y como un creativo incansable.[4] Un hombre capaz de escribir, recitar y actuar cuando faltaba un actor y tocar el violín como nadie. Su prestigio y popularidad, sobre todo en los años treinta del siglo pasado, le supuso un gran reconocimiento popular que hizo que, en varias ocasiones, el público que asistía al teatro a ver sus obras -que componía y dirigía- fuera elevado y llevado a los hombros para darle una vuelta al edificio del teatro donde se representaba la función de forma parecida con lo que se hacía con los grandes toreros de aquella época. Así ocurrió con el estreno en Madrid de Rosas de sangre (2 de mayo de 1931), lo que valió ser vitoreado y conducido en volandas desde las puertas del teatro hasta la Puerta del Sol. Con su familia, el 23 de enero de 1939, al final de la guerra civil española, emprende un largo camino hacia el exilio hasta Bayona, en el País Vasco Norte (Estado francés), donde vivió hasta su muerte y donde siguió escribiendo, en castellano y catalán. Cabe resaltar, la traducción al catalán de Cyrano de Bergerac, de Edmond Rostand;[5] y de Yerma y La casa de Bernarda Alba, de Federico García Lorca, así como dos obras originales: L’hostal del mar (El hostal del mar) y La guerra sens homes (La guerra sin hombres), entre muchas otras como, por ejemplo, algunos poemas de Rubén Darío. En el libro Las Hogueras del Pertús. Diario de la evacuación de Catalunya (en castellano, francés y catalán) explicó magistralmente su éxodo dramático. El libro, que además está ilustrado por numerosos dibujos hechos por el propio Orriols, es un diario en el que se cuentan anécdotas, vivencias, sentimientos, emociones… que sitúan al lector dentro de un desgraciado episodio de nuestra historia en el que, con reflexiones, diálogos, narraciones… se hace una crónica —escrita e ilustrada— de un largo y tortuoso camino: el exilio. El nombre del libro viene dado porque, según Orriols, los exiliados cuando ya entraban en Francia, y concretamente en El Pertús, por la noche encendían hogueras para calentarse. De lejos, se observaba una retahíla de hogueras a la altura, precisamente, de El Pertús.[6][7] Su filosofía de vida y sensibilidad social le hizo un gran defensor de la justicia, la libertad y de los valores democráticos y republicanos, lo que hizo que se exiliara a Francia terminada la guerra civil. Así, a principios del año 1939, con su familia, emprendió el tortuoso camino del exilio: Barcelona, Hostalrich, Gerona, Figueras, La Junquera, Le Perthus, Perpiñán, Bayona… El 10 de octubre de 1947 escribe el poema President Companys. In memoriam, en catalán, para una publicación francesa, que fue un homenaje al presidente de la Generalidad de Cataluña (fusilado por el nuevo régimen de Franco), Lluís Companys, y una crítica al Estado español franquista y, al mismo tiempo, un recuerdo por su Cataluña natal. Murió en 1976, a la edad de 82 años, sin poder ver reflejada su voluntad de volver de nuevo a su país en democracia y cuando estaba traduciendo una obra suya al catalán, La cançó del corsari (La canción del corsario). También era un hábil esperantista, y tradujo las obras de varios escritores a esta lengua de lo que fue delegado por el Departamento de los Pirineos Atlánticos. Aquello le ocupó mucho tiempo en las horas amargas del destierro, pues se carteaba con intelectuales como él, y ese intercambio le permitía evadirse un poco de la monotonía en que se había convertido en su vida. Tradujo a ese idioma el Romancero gitano de García Lorca. Además del esperanto, hablaba otros siete idiomas: catalán, castellano, francés, italiano, inglés, alemán y latín. Relaciones ilustresSiempre fue una persona muy apacible, con un carácter muy abierto, por lo que tuvo muchos amigos y conocidos. Entre ellos: Enrique Rambal, los hermanos Quintero, Manuel y Antonio Machado, Rafael Alberti, Amadeu Vives, Federico García Lorca, Salvador Dalí, Rafael Alberti, Ramón del Valle-Inclán, Jorge Luis Borges, José Ortega y Gasset, Jacinto Benavente, etc. Una gran amistad le unió siempre a Enrique Reoyo, con quien repartió y obtuvo muchos aplausos. Pero sus grandes amigos, quienes compartieron juntos su juventud y sus sueños de artista, fueron Jacinto Guerrero y Benito Perojo. Nunca olvidó los consejos de Pompeu Gener, gran amigo, que siempre le alentó y se emocionaba cuando leía los primeros versos. Su obra
Exilio
Traducciones
Referencias
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