Piomiositis
La piomiositis es la infección del músculo estriado, el tipo de músculo que permite la movilidad de las extremidades.[1] Es una infección infrecuente dada la alta resistencia del músculo a ser infectado;[2] sin embargo, puede progresar hasta estadios que pongan en riesgo la vida.[3] Se produce generalmente por bacterias, en especial por el Staphylococcus aureus.[1][2] Historia naturalLa historia natural de la piomiositis fue descrita por Chiedozi en 1979 quien reportó una cohorte de 205 casos en 112 pacientes.[3] En su descripción, refiere tres estadios de la enfermedad, progresivos entre sí. A saber:
Es la fase inicial y más benigna de la enfermedad, presentándose en los primeros 10 días con poco dolor en el músculo afectado, fiebre leve y escasa respuesta inflamatoría sistémica.
Se da entre los 10 y 20 días de adquirida la infección. Aumenta la inflamación local en el sitio afectado, es más frecuente la fiebre y la leucocitosis.
Es el estadio final. La infección progresa de forma sustancial, con compromiso sistémico marcado, provocando sepsis franca. Puede complicarse con bacteriemia y siembra bacteriana en otros órganos. CausasLa piomiositis es una entidad predominantemente causada por bacterias, entre las cuales sobresale el Staphylococcus aureus, que se presenta en el 77% de los casos. Sin embargo, destaca también el Streptococcus pyogenes y por último algunos bacilos gramnegativos. La etiología fúngica y viral son poco frecuentes.[2] ClasificaciónSe han identificado dos forma según la ubicación geográfica de los casos: "tropical", que se presenta en latitudes bajas y puede afectar a paciente previamente sanos, y "no tropical" o "templada", que se desarrolla en latitudes altas, generalmente asociado a pacientes con estados de inmunosupresión o enfermedades crónicas.[4] Cuadro clínicoEl lugar más frecuente de aparición son músculos de las extremidades inferiores (44% de los casos reportados en idioma inglés) en especial el músculo cuádriceps. Los miembros superiores también suelen verse afectados (14% de los casos). Las manos, el cuello y la cabeza son los sitios en los que es menos frecuente la aparición.[2] TratamientoDepende del estadio de la enfermedad y del compromiso clínico del paciente. Los dos pilares terapéuticos son la antibioticoterapia y el drenaje quirúrgico del absceso. En el estadio 1 y en ausencia de absceso, la terapia antibiótica sin ningún tipo de intervención quirúrgica está indicada. El grupo antibiótico empírico de elección, por el perfil microbiológico, son las penicilina resistententes a beta-lactamasas, como la oxacilina o la cloxacilina. Siempre que sea posible, debe drenarse y cultivarse el absceso para determinar específicamente la etiología y el patrón de resistencia antibiótica. En los estadios 2 y 3, que generalmente implican la presencia de abscesos, es necesario además de la antibioticoterapia el drenaje del absceso.[2] Referencias
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