Pedro Opeka
Pedro Pablo Opeka, C. M. (San Martín, Argentina, 29 de junio de 1948), también conocido como el padre Pedro,[1] es un sacerdote católico argentino, miembro de la Congregación de la Misión (padres vicentinos-lazaristas), que trabaja como misionero en Madagascar, África. Otros nombres con el que es conocido: el “Albañil de Dios”, “La Madre Teresa con pantalones”, “Soldado de Dios”, “El Santo de Madagascar” o “El apóstol de la basura”. Madagascar es uno de los países más pobres del mundo. Ahí vio a chicos descalzos viviendo en un basurero y decidió ayudarlos a tener una vida digna. Con la ayuda de la fundación France Libertés, lo producido y la ayuda de jóvenes del lugar, levantó casillas precarias que luego fueron reemplazadas por casas de ladrillos de dos pisos y les enseñó a vivir con lo que ellos producen. Los grupos de casas fueron creando una ciudad, donde estaba el basurero. Opeka fundó una organización sin fines de lucro llamada Akamasoa (significa "Los buenos amigos"), dedicada a darles trabajo a sus habitantes.[2] Por sus servicios a los pobres obtuvo la Legión de Honor, en 2008,[3] y ha sido propuesto reiteradas veces al Premio Nobel de la Paz por Francia, Eslovenia y Mónaco;[4] en 2018 Argentina se sumó a ese pedido.[5] De su labor, resume:
BiografíaSu formaciónNació en la ciudad de San Martín, en la zona norte del Gran Buenos Aires. Es hijo, además de sus hermanos Bernarda, Helena, Mariana, Luis, Irene Silvia, Lucía e Isabel, de Luis Opeka y María Marolt, inmigrantes eslovenos que llegaron a la Argentina en enero de 1948 escapando del régimen totalitario en Eslovenia de Tito.[2][6] De niño aprendió el oficio de albañil. A los quince años de edad decidió ser un sacerdote de la Iglesia católica y entró a la Congregación de la Misión (Padres Vicentinos-Lazaristas). Estudió en el colegio San Vicente de Paul ubicado en Escobar, vivió en Ramos Mejía e hizo el seminario interno en San Miguel, todas ellas, ciudades de la provincia de Buenos Aires.[2][1] Cuando aún no tenía diecisiete años construyó una casa en Junín de los Andes para una familia de indígenas mapuches.[2] A los 18 años ingresó al seminario de la congregación para la misión de San Vicente de pal en San Miguel. En 1968, a los veinte años, continuó su formación, estudiando Filosofía y Teología, en Liubliana, Eslovenia, y en Francia. En 1970 viajó a África y conoció Madagascar, donde trabajó como albañil en las parroquias lazaristas.[1] Finalizó sus estudios en el Instituto Católico de París. Se reunió con la Comunidad Taizé y viajó por toda Europa. El 25 de septiembre de 1975 fue ordenado sacerdote vicentino en la basílica de Nuestra Señora de Luján. En 1976, regresó a Madagascar donde vive desde entonces, y fue nombrado para hacerse cargo de una iglesia en Vangaindrano, en la zona selvática el sudeste de la isla de Madagascar. En 1989 los superiores le nombraron director de un seminario en la capital, Antananarivo.[1] Su misión en MadagascarEs sacerdote de la Congregación de la Misión, fundada por san Vicente de Paul, y lleva más de treinta años como misionero en Madagascar, uno de los países más pobres del planeta.[2] La primera vez que estuvo en esa isla vio a cientos de chicos escarbando y viviendo descalzos en un inmenso basurero de veinte hectáreas en las afueras de Antananarivo, capital de Madagascar, África, y se dijo a sí mismo: Acá no hay que hablar porque sería una falta de respeto hacia ellos, sino que debemos ponernos a trabajar.[2] El ser un hombre blanco constituyó su primer obstáculo para poder ayudarlos. Pero encontró la manera de acercarse jugando al fútbol, una de sus pasiones. Así fue ganando su confianza.[1] Uno de los primeros proyectos de Opeka fue la remodelación de un hospital, en conjunto con la fundación France Libertés (ONG francesa dirigida por Danielle Mitterrand). Opeka conoció a la ex primera dama francesa a través del hijo de esta, Gilbert, ya que jugaba al fútbol con él. El relato del padre Pedro muestra las carencias sanitarias del país:
El hospital fue renovado por los habitantes de la zona, y el material médico aportado por la fundación.[7] Además, creó una pequeña casa para los niños, de cuatro por cuatro metros, junto al vertedero de basura, para darles leche o té. Jugaba con ellos, les cantaba y les enseñaba a escribir. Sobre el basurero vivían unas cinco mil personas. Convocó a algunos jóvenes que conocía del país que estaban desempleados para que lo ayudaran. Afirma que el haber sido obrero de la construcción de joven le permitió tener buenas ideas para saber como crear fuentes de trabajo con pocas herramientas y materiales para los indigentes. Por ejemplo, los entusiasmó con la idea de convertir una montaña de granito en piedras y adoquines, para luego venderlos para la construcción. De esa manera nació la cantera en la que trabajaron hasta 2500 personas que hasta entonces vivían de la basura. Luego aprovechó el vertedero para crear una empresa de venta de abono natural.[1] Con lo producido y la ayuda de los jóvenes logró que se levantaran casillas precarias en los bordes del vertedero, que fueron reemplazando por casas de ladrillo de dos pisos, que él mismo iba levantando, al mismo tiempo que les enseñaba a ellos cómo hacerlo. Los grupos de casas fueron creando diecisiete pueblos pequeños que a su vez conformaron toda una ciudad levantada en el sitio donde estaba el basurero. Cada uno de esos pueblos posee su comité y las resoluciones se toman entre los representantes de cada comité. Se crearon escuelas primarias, secundarias, un liceo y un jardín de infantes, dispensarios, un pequeño hospital y dos maternidades.[1] Hay más de cuatrocientos colaboradores del padre, entre técnicos, docentes, médicos y enfermeros. El lugar posee agua potable y un comedor.[8] El 13 de enero de 1990 creó la Asociación Humanitaria, no gubernamental Akamasoa (buenos amigos, en lengua malgache), a doce kilómetros de Antananarivo, en dirección a Tamatave con el propósito de servir los más necesitados. De esta manera, además de evitar que miles de chicos continuaran revolviendo en la basura, les posibilitó una vida digna a más de trescientas mil personas. Desde 1990, ésta organización ayuda, a la gente pobre, facilitándoles la construcción de complejos habitacionales, educativos y laborales donde viven cerca de veinte mil personas, y de ellos nueve mil son niños que van al colegio. Además el padre Pedro los invita a rezar a la misa del domingo, oficiada con una liturgia que tiene en cuenta la cultura del lugar y a la que asisten miles de personas, entre ellos turistas que luego difunden su obra en el resto del mundo.[2] Akamasoa se convirtió así en una gran ciudad, que en 2015 ya contaba con 17 barrios y veinticinco mil personas; el 60% menores de quince años, con cinco guarderías, cuatro escuelas, un liceo para mayores y cuatro bibliotecas para un total, de diez mil escolarizados.[9] Los puestos de trabajo de la organización se crean a partir de la explotación de la cantera de piedra y grava, a la actividad artesanal y talleres de bordado, al centro de compost implementado junto al vertedero, a la separación y clasificación de la basura, a tareas agrícolas y a tareas de la construcción (como albañiles, carpinteros, ebanistas, operadores y obreros que adoquinan las calles).[1] Para financiarse cuenta además con redes de amigos que juntan donaciones, tres ONG en Francia y una en Mónaco y la ayuda de Manos Unidas, de la Comunidad Europea.[1] Dijo Danielle Mitterrand sobre el trabajo realizado por el padre Opeka:
Sus pensamientos e ideasEl padre Pedro suele insistir en que la mejor manera de ayudar al pobre no es con asistencialismo sino cambiándole la conciencia para que sea autor de su propia prosperidad:
En cuanto a la verdadera solidaridad, el sacerdote ha opinado que:
Obra
Premios y distinciones
En Francia se han escrito un par de libros sobre su vida[1] y además Danielle Mitterrand le dedicó un capítulo titulado «Pedro Opeka, el sacerdote futbolista de Madagascar» en su libro Memorias de una primera dama.[7] Su obra quedó registrada en numerosos documentales, entre ellos uno de Jacques Cousteau.[1] En 2016 la televisión argentina Telenorte emitió un documental sobre la vida y obra de Opeka. Francia, Eslovenia, Mónaco y Argentina lo han propuesto como candidato al Premio Nobel de la Paz (2015) y otros años.[4][5] La tarea del padre Opeka en Antananarivo está descripta en el libro: Un viaje a la esperanza de Jesús María Silveyra, ed. Lumen.[17][11] En el año 2008, ediciones Paulinas publicó su autobiografía, titulada Autobiografía de un ribelle.[18] Referencias
Enlaces externos
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