Participación infantilLa participación infantil es un derecho humano[1] y se considera un proceso gradual de aprendizaje para la ciudadanía. La participación infantil como derechoAunque el término no está mencionado específicamente en el texto, se considera que la participación infantil viene recogida como derecho en la Convención sobre los Derechos del Niño de 1989. Varios artículos hacen referencia a ella:
La participación infantil también se reconoce en otras leyes y tratados:
ControversiasExisten posturas que niegan el derecho de las niñas y niños a participar:
Historia de la participación infantilLa participación infantil es un concepto relativamente novedoso. De hecho, en general, el concepto de infancia, tal como se la concibe en la actualidad, es algo inventado en los últimos trescientos años. Los estudios y literatura clásica desde la perspectiva europea indican que, históricamente, niñas y niños se han considerado seres inferiores a las personas adultas. Son un proyecto de persona, de escaso valor, que han de moldearse. Por tanto, la participación no era tal, ya que las decisiones las tomaba la persona adulta al cargo. En la Edad Media, la concepción se determina por la ideología cristiana. La infancia se considera como una etapa de inocencia y pureza, que ha de conservarse y educarse en el temor al dios cristiano. Cuestionar, opinar o debatir significaban un acto de rebeldía. Durante el Renacimiento, el ser humano recobra un lugar central en el pensamiento, diluyéndose el adultocentrismo. Entre los siglos XVI y XVII, se generó mayor interés en la infancia, que causó un interés por la adquisición de bienes adaptados: ropa, juguetes y literatura adaptada al público infantil. Igualmente, nace la consideración de que la educación debe atender de forma diferenciada a las personas por su edad, procesos y ritmos. De esta manera, se empezaba a reconocer la subjetividad de las niñas y niños, a descubrir y estudiar su forma existir. En el siglo XVII, se generaliza un trato infantilizado del niño o niña. Se les considera una criatura sin personalidad, un juguete para las personas adultas. En el siglo XVIII se difundieron reflexiones sobre la condición infantil, relacionadas en ocasiones con la aproximación física de las madres y padres con sus hijas e hijos, una crítica al modelo de autoridad y el dominio de la voluntad y mente infantil. Durante el inicio de la modernidad, en algunos sectores no se hace distinción entre el sujeto adulto y el niño o niña. Se deben adaptar al mundo adulto, por lo que tampoco se originan espacios de participación infantil. El siglo XX significó numerosos cambios en cuanto al concepto de la infancia, legislación, educación, investigación, etc. En el siglo XXI, la visión se centra en reconocer a niñas y niños no como objetos de protección, sino como personas titulares de derechos.[5] Referencias
Bibliografía
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