La convención iconográfica propia de este tema exige representar a la Virgen María niña (Virgen niña, Infancia de la Virgen), raramente sola, sino acompañada de otras figuras (especialmente su madre, Santa Ana -Santa Ana enseñando a la Virgen-, y a veces también su padre, San Joaquín); y, aunque hay casos de distintas actitudes (como la de coser), la más habitual es la de estar leyendo un libro o aprendiendo a leer. Se ha sugerido que la iconografía de la Virgen lectora, que aparecería en los libros de horas del siglo XIV, es interpretable de forma compleja: una apropiación femenina de la alfabetización (que permite acceder a la "palabra de Dios" sin mediación masculina) y al mismo tiempo una alegoría del papel de la Virgen en el misterio de la Encarnación ("el Verbo se hizo carne").[5]
Rubens, ca. 1630. El mismo autor tiene una curiosa obra semejante, pero no religiosa: La educación de María de Médicis, donde el papel de Santa Ana lo hace la diosa Minerva.[6]
Guido Reni, ca. 1640. La actividad es costura, y las acompañantes de la Virgen son doncellas de su misma edad.
Dante Gabriel Rossetti, ca. 1848. Se escoge el bordado y no la lectura como actividad. Se representan distintas prefiguraciones de la Encarnación y la Pasión.[7]
También hay obras que representan a la Virgen con el Niño, y la virgen en actitud de leer (Virgen del libro, Virgen leyendo, Madonna leggente);[8] actitud que también se suele incluir en el tema, mucho más frecuente, de la Anunciación. El tema de la educación de la mujer, y concretamente el de las mujeres lectoras, además de un tema artístico es un tema de debate social e intelectual que se desarrolló con distintos criterios en el Antiguo Régimen y la Edad Contemporánea.
Si se representa a la Virgen niña entre su padre (San Joaquín) y su madre (Santa Ana), y bajo el Espíritu Santo en forma de paloma, la iconografía es diferente a otras obras.