Kakugyo-ryuKakugyo-ryu, también conocida como Nagare-ryu,[1] es una escuela de artes marciales desarrollada en Ecuador. Pretende armonizar orgánicamente varios elementos éticos y técnicos reconocidos en tradiciones marciales de oriente y occidente (Shotokan, Hapkido, Aikido, Shōtōkai, Tang Soo Do, Taekwondo, Ninjutsu y Jeet Kune Do), retornando al sentido originario de autodefensa, contemplación, superación personal y servicio a la sociedad. Promueve además el progreso marcial, no necesariamente uniforme, de cada practicante, según las propias capacidades y aptitudes.[2] HistoriaEl origen de esta escuela se remonta a los comienzos de las artes marciales en Ecuador.[3] En la década de los sesenta, Jaime Baquero de la Calle Lima, nacido en 1946 en la ciudad de Quito, viajó frecuentemente a los Estados Unidos de América. Aprendió de las enseñanzas marciales de Kim Ki Whang, Robert Trias[4] y Al Smith.[5] A su regreso al Ecuador mantuvo contacto y prácticas con los profesores Chul W. Chang (Yang). Nam Kyu Bak y Seinosuke Sasaki, establecidos temporalmente en Quito por motivos profesionales. Impartió clases en la Escuela Politécnica Nacional, Banco Central del Ecuador y la Residencia Universitaria Ilinizas.[6] Formó varios discípulos: de entre ellos, su hijo mayor, Jaime Baquero de la Calle Rivadeneira, hizo las veces de continuador. Después de practicar con su padre, tuvo la oportunidad de entrenar sobre todo Taekwondo y Kárate, este último en el estilo Shotokan, conservando especial gratitud hacia la Japan Karate Association (JKA) sección Ecuador. Tras años de práctica, observación, estudio e intercambio de conocimientos con personas del mundo marcial en Quito, Guayaquil, Roma y Pamplona, Baquero de la Calle Rivadeneira y sus alumnos más antiguos se propusieron resaltar ciertos elementos éticos y técnicos que han considerado como fundamentales[7] y que podrían parecer poco prioritarios en ciertos ambientes de práctica marcial, sobre todo deportiva. La propuesta ha quedado plasmada en la obra titulada: “El crisol del guerrero: búsqueda de la perfección en las artes marciales”, editada por la Universidad de Los Hemisferios[8] (Quito. 2011, ISBN n.º 978-9942-03-494-6).[9] Constan referencias a los escritos de distintos pensadores y maestros como Lao Tsé, Sun Tzu, Miyamoto Musashi, Gichin Funakoshi, Bruce Lee, Masaaki Hatsumi o Masatoshi Nakayama.[10] FilosofíaLa interpretación del “tsuki” o golpe básico del Kárate,[11] tomando como punto de partida la doctrina del maestro Shigueru Egami y sus sucesores,[12] permite una reelaboración de la defensa y el ataque apegados a los orígenes, resaltando los principios de la flexibilidad, la relajación y el balance propios del maestro Morihei Ueshiba,[13] a semejanza del fluir natural de un río o el vaivén de las ramas de un árbol por efecto del viento; dando ventajosa prioridad a la acción del sistema óseo sobre el muscular, este último menos poderoso en mujeres, niños y ancianos. Dicho estado físico y mental permitirá alcanzar una intuición marcial eficaz a la hora del combate. Paradójicamente, el dominio de todos estos componentes marciales se verá reflejado en la perfecta ejecución de la “kata” más básica para varios estilos de Kárate, Taikyoku Shodan: terminar es empezar de nuevo, con mayor humildad y sabiduría. “El crisol del guerrero” empieza con una referencia comparativa sobre las diferentes formas de entender el arte marcial en nuestros días. Presenta un breve análisis del concepto japonés de “Bushidō”,[14] raíz de innumerables linajes marciales.[15] Desarrolla una propuesta ética fundamental.[16] para todo practicante donde menciona, entre otras realidades, el peligro actual de reducir la trayectoria de un maestro a una “carrera de danes”. Se detiene en los principios filosóficos y físicos que considera necesarios en toda práctica marcial: flexibilidad y relajación;[17] sensibilidad e intuición;[18] respiración y ritmos de defensa y ataque;[19][20] fuerzas y ángulos,[21][22] entendidos y aplicados desde las leyes físicas newtonianas.[23] Propone la recuperación del estudio fisonómico de los lugares vulnerables del cuerpo, dentro de los cuales se encuentran los puntos de presión o “kyūsho”.[24] Elabora, por último, unas propuestas de defensa y ataque basadas en los elementos anteriores; además de un silabo que permitirá avanzar de rango, hasta alcanzar el “kuro-obi” o cinturón negro. El grado máximo del estilo se obtiene a través del llamado “compromiso del guerrero”, que fusiona la práctica marcial avanzada con un espíritu constante de servicio desinteresado a la sociedad. Como elemento fundamental que da cohesión a las técnicas mencionadas está el principio de la “no forma”.[25] Cada uno adapta las enseñanzas marciales a su situación personal: aptitudes intelectuales y físicas; de edad, salud, etc. Así se evita la cristalización del arte marcial subsumida a un sistema rígido:[26] se trata, en cambio, de alcanzar una aplicación real de cada técnica aprendida, con la mayor eficiencia posible. Referencias
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