Ingravescentibus malis
Ingravescentibus malis, en español, A los gravísimos males, es la 30ª y última encíclica de Pío XI, datada el 29 de septiembre de 1937. En ella anima al rezo el santo rosario ante los graves males que aquejan a la iglesia y a la sociedad civil. Contexto históricoA lo largo del mes de marzo de 1937, Pío XI había publicado tres encíclicas en las que mostraba su preocupación por los problemas que aquejaban a los católicos.
Las tres encíclicas eran claras manifestaciones de los gravísimo males que mueven al papa a acudir a la intercesión de la Virgen por medio del rezo del Santo Rosario. ContenidoComienza la encíclica recordando como ya otras veces ha señalado el único medio eficaz para resolver la difícil situación que atraviesa la sociedad.
Tal como se señala el papa la historia muestra cómo la solución de esos problemas siempre ha venido de la mano de la Virgen María. Sigue la encíclica refiriéndose a la ayuda mariana que impetró San Pío V, en la lucha contra los turcos en Lepanto; pero antes de recordar otros sucesos que muestran la ayuda de María, se refiere con dolor a los peligros que amenazan a la sociedad religiosa y a la civil. Esos graves malesLa encíclica identifica el origen de esas amenazas al desprecio de los mandatos divinos que han debilitado la conciencia del deber y, al mismo tiempo, los fundamentos de la sociedad humana. Comprobar el contraste ente la riquezas de unos y la indigencia de otros, provoca una cruel lucha de unos contra otros. Una situación que en algunas naciones ha llevado a eliminar el derecho a la propiedad privada para poner en común todos los bienes. En otros lugares queriendo rechazar las teorías de los comunistas, exaltan el poder del Estado para asegurar el orden civil y la autoridad; pero no hacen sino renovar los errores y tenor de vida de los paganos. A esto se une las consecuencias de los que niegan a Dios, y desacreditan la esperanza del cielo, poniendo todos los medios -también ilícitos- para conseguir la felicidad en la vida presente; unos planteamientos que destruye el orden social y conduce a las rebeliones y la guerra civil. El recurso al santo rosarioExpuesta la situación que aqueja a la sociedad, la encíclica llama a la oración ante la Virgen:
Destaca la encíclica el puesto principal que ocupa el Rosario entre las plegarias que se dirigen a la Virgen, la recomendación a su rezo por parte de León XIII,[5] la riqueza que contiene sus oraciones en que se incluye junto con el padrenuestro -la oración enseñada por el Señor-, la salutación a María del arcángel San Gabriel. Recuerda como la misma Virgen ha recomendado esta oración en Lourdes, y muestra como en su sencillez permite repitiendo unas mismas palabras manifestar los sentimientos hondos del alma. El mes de octubre -la encíclica se publica en la fiesta de San Miguel, faltan por tanto unos días antes de que empiece octubre- es un momento especialmente indicado para vivir esta oración; y el papa pide que así se haga tanto en las iglesias como en lcas casas privadas. Las muchas ocupaciones y trabajos no son motivo para omitir esta oración; el papa explica como también él a pesar de sus muchos trabajos no deja de rezarlo. Recomienda especialmente el rezo del rosario en las familias, al caer la tarde cuando se recogen después de los trabajos de la jornada, sembrando así esa costumbre en sus hijos. Termina el papa la encíclica aprovechando la ocasión para pedir a los fieles que se unan a su oración danto gracias a María por haber recuperado felizmente la salud. También para ofrecer a la Virgen el homenaje de la piedad como reparación el sacrilegio perpetrado en Polonia contra María. Véase también
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