Nacida en Argentina en el seno de una familia de ascendencia alemana, pasó su infancia primero en el barrio porteño de Flores y luego, aún pequeña, se mudó a la localidad bonaerense de Banfield, en la zona sur del Gran Buenos Aires.[4]
Su padre, Federico Pfüller, era un entusiasta del deporte y la anotó a los cinco años para practicar natación en el Club Gazcón de Banfield. A los seis años ingresó a una escuela alemana de la zona, en donde empezó a practicar atletismo. Luego continuó en la Sociedad Alemana de Gimnasia y desde los 14 años, en el Club Atlético Independiente.[4]
Fue algo humillante. Yo era profesora de natación y deportes en la Unión de Estudiantes Secundarios y durante el interrogatorio me preguntaron: ‘¿Por qué se tira a la pileta desnuda?’. Eso, aparte de ser una canallada, porque no era real, revela el tipo de mentes que nos estaban juzgando. Fue muy momento muy enfermo de la sociedad, se manejaba un revanchismo realmente irracional. (...) nos imputaron haberle dedicado el triunfo a Perón. ¿Y cómo no iba a hacerlo? Él fue quien más se interesó por nuestra actuación. Por su gestión estuvimos en México un mes antes de la competencia para adaptarnos a la altura, fuimos los primeros en ocupar la Villa Olímpica. Lo mismo había sucedido en los Juegos de Helsinki. Siempre recuerdo el telegrama que le envió a la delegación: ‘No se preocupen tanto por el triunfo sino por hacer amigos[4]
La Comisión Investigadora la declaró atleta no amateur por haber recibido de parte del gobierno nacional peronista una motoneta marca Vespa y un Fiat 1100. Esto le imposibilitó competir durante más de tres años. En 1959, cuando pudo volver a hacerlo, recuperó los títulos nacionales de lanzamiento de bala y disco y continuó con su carrera.[4]