Gálatas 4

Una página que muestra Galacia 1:2-10 en el Papiro 51, ca. 400 d.C.

Gálatas 4 es el cuarto capítulo de la Epístola a los Gálatas del Nuevo Testamento de la Biblia cristiana. Es autoría del apóstol Pablo para las iglesias de Galacia, escrita entre los años 49 y 58 de nuestra era.[1]​ Este capítulo contiene una de las declaraciones más ricas de Pablo en Cristología.[2]

Texto

El texto original fue escrito en griego koiné. Este capítulo está dividido en 31 Versículos.

Testigos textuales

Algunos manuscritos antiguos que contienen el texto de este capítulo son:

Referencias del Antiguo Testamento

El envío del Hijo (4:1-7)

En esta parte, Pablo utiliza la ilustración de que un heredero está en mejor posición que un esclavo para heredar un patrimonio algún día.[2]​ Dios envió a Jesús como su heredero para «redimir a los que estaban bajo la ley», para que «todos los que están en Cristo Jesús reciban la adopción».[2]

Versículo 3

Lo mismo ocurre con nosotros. Antes éramos como niños, esclavos de las reglas inútiles de este mundo.[3]

Versículo 4

Pero cuando llegó la plenitud de los tiempos, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley, [4]
  • «La plenitud de los tiempos»: Pablo creía y afirmaba que el envío de Jesucristo se sitúa en «el punto nodal de la historia de la salvación».[5]
  • «Nacido de mujer»: Según Cornelio a Lapide, esto «denota concepción sin varón».[6]​ Es la única referencia de Pablo a Santa María.
  • «Nacido bajo la ley» significa «nacido como judío». [2]

Versículo 5

para redimir a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiéramos la adopción como hijos.[7]
  • «Redimir a los que estaban bajo la ley»: significa «redimir de la “maldición de la ley”' (Gálatas 3:13), lo que se logra mediante la muerte de Cristo “sobre el que se pronunció una maldición”.[8]

Versículo 6

Y porque sois hijos, Dios ha enviado a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, que clama: «¡Abba, Padre!» [9]
  • «Y porque sois hijos»: Algunas copias tienen «...hijos de Dios»; la versión etíope dice «por cuanto sois sus hijos». [10]​ Dios estableció a Cristo, su Hijo, como el modelo al que debían ajustarse estos hijos, en virtud de su acto de gracia fueron considerados hijos de Dios por medio de Cristo cuando «participó de su carne y de su sangre», y murió para reunir a los que estaban dispersos (cf. Hebreos 2:13-14; Juan 11:52). Los hijos e hijas del Señor Dios Todopoderoso se convierten en hermanos del Hijo de Dios, porque mediante la redención de Cristo reciben la adopción como hijos, no como siervos.[10]
  • "Dios ha enviado a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, que clama: “¡Abba, Padre!”: Las versiones siríaca y árabe leen: «Padre nuestro». Las tres personas divinas: Dios y su Hijo y el Espíritu de su Hijo aparecen aquí. El mismo Espíritu de Dios que se movió sobre la faz de las aguas en la creación del mundo, ha movido a los santos hombres de Dios a escribir las Escrituras, formó y llenó la naturaleza humana de Cristo, y descendió sobre él como una paloma (véase Bautismo de Jesús), y por quien Cristo y sus apóstoles realizaron sus milagros; es llamado en el judaísmo[11]​ «el Espíritu del Rey Mesías».[10]

¿Quiere volver a ser esclavizado? (4:8-11)

Esta parte expone el temor de Pablo de que los gálatas, que antes de ser cristianos estaban esclavizados a los ídolos, ahora después de ser creyentes de Cristo quisieran volver a ser esclavizados, observando meticulosamente los rituales del calendario judío.[12]

Comentarios a los versículos 1-11

Pablo continúa con la metáfora de la Ley como un pedagogo, explicando que aquellos sujetos a la Ley eran como menores de edad. Sin embargo, con la llegada de Cristo, los creyentes alcanzan la mayoría de edad espiritual. A través de Cristo, Dios ofrece a todos los seres humanos la posibilidad de convertirse en sus hijos, enviando el Espíritu de su Hijo a sus corazones. Esta adopción divina marca el fin de la tutela de la Ley y el inicio de una nueva relación de libertad y filiación con Dios.[13]

Cualquier hombre que cree (…) ya no pertenece a la ascendencia de su padre carnal, sino a la simiente del Salvador, que se hizo precisamente Hijo del hombre, para que nosotros pudiésemos llegar a ser hijos de Dios.[14]

Con la Encarnación en «la plenitud de los tiempos», la historia ha llegado a su momento culminante, ha quedado definitivamente orientada hacia Dios:

Cuando San Pablo habla del nacimiento del Hijo de Dios lo sitúa en “la plenitud de los tiempos”. En realidad el tiempo se ha cumplido por el hecho mismo de que Dios, con la Encarnación, se ha introducido en la historia del hombre. La eternidad ha entrado en el tiempo: ¿qué “cumplimiento” es mayor que este? ¿qué otro “cumplimiento” sería posible?.[15]

Las palabras «nacido de mujer» subrayan la verdadera Humanidad de Jesús y enseñan el papel de la Virgen María, la Nueva Eva, en la obra de la redención:

Dios envió a su Hijo” (Ga 4,4), pero para “formarle un cuerpo” (cfr Hb 10,5) quiso la libre cooperación de una criatura. Para eso desde toda la eternidad, Dios escogió para ser la Madre de su Hijo, a una hija de Israel, una joven judía de Nazaret en Galilea, a “una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María” (Lc 1,26-27).[16]

Los judíos no solían usar el término arameo "Abbá" —una palabra cariñosa con la que los niños pequeños se dirigían a sus padres— para referirse a Dios, probablemente por respeto a su majestad. Sin embargo, Jesucristo lo utilizó de manera inédita para dirigirse a Dios Padre, revelando así su relación especial como Hijo, su confianza y entrega total a la voluntad del Padre. San Pablo retoma esta tradición, enseñando que es el Espíritu de Jesús, el Espíritu Santo, quien nos permite reconocernos como hijos de Dios. Así, el cristiano se convierte en hijo de Dios en el Hijo, por medio del Espíritu Santo.[17]

Si tenemos relación asidua con el Espíritu Santo, nos haremos también nosotros espirituales, nos sentiremos hermanos de Cristo e hijos de Dios, a quien no dudaremos en invocar como a Padre que es nuestro.[18]

El término "los elementos del mundo no tiene un significado del todo claro. Pablo podría estar refiriéndose de manera despectiva a las prácticas de la Ley judía. De cualquier modo, utiliza esta expresión para advertir a los gálatas sobre lo lamentable que sería que, después de haber abrazado la fe en Cristo, volvieran a someterse a estas observancias pasajeras. Tal retroceso sería, en efecto, como regresar a las prácticas de la gentilidad, perdiendo la libertad alcanzada en Cristo.

La perplejidad de Pablo (4:12-20)

Los versículos 12-20 muestran la «apasionada preocupación» de Pablo por la condición espiritual de los gálatas, a quienes se dirigió como 'amigos' o 'hermanos' (versículo 12) y 'mis hijitos' (versículo 19), y su deseo de estar personalmente presente en medio de ellos.[12]

Comentarios a los versículos 12-20

En este punto, el apóstol Pablo cambia el tono de su discurso, haciéndolo más afectuoso al recordar el tiempo en que los gálatas se convirtieron a Cristo. Rememora cómo, en su primera visita (probablemente en el viaje mencionado en Hechos 16,6), los gálatas lo recibieron con gran alegría, a pesar de su enfermedad, cuya naturaleza no se conoce. A pesar de su estado, lo acogieron "como a un ángel de Dios, como al mismo Cristo Jesús". Pablo expresa su deseo de que vuelvan al Evangelio y a Cristo, buscando reconquistarlos para la fe. [19]

Quien en otro pasaje había dicho como un padre (cfr 1 Co 4,18)…, ya no habla como un padre, sino como una madre en Cristo, para que reconozcan la angustia de uno y otro y la ternura del padre hacia ellos.[20]

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Y Juan Crisóstomo comenta:

Se parece a una madre que tiembla por sus hijos. Hasta que Cristo esté formado en vosotros. Date cuenta de su ternura paternal. Date cuenta de su tristeza digna de un Apóstol. Observa qué lamento prorrumpe, mucho más hiriente que el de una mujer dando a luz.[21]

La alegoría de Agar y Sara (4:21-5:1)

Esta parte se considera como «el sorprendente argumento final de Pablo» para contrastar a los hijos nacidos de 'una mujer esclava' (Agar), es decir, «estar sujetos a la ley», con los hijos nacidos de 'una mujer libre' (Sara) 'mediante la promesa' y 'según el Espíritu';[22]​ un contraste entre «ley» y «gracia». [23]

Versículo 25

porque este Agar es el monte Sinaí en Arabia, y corresponde a Jerusalén que ahora es, y está en esclavitud con sus hijos-[24]

Versículo 27

Porque está escrito:
"Alégrate, oh estéril,“”
¡Tú que no das a luz!
Rompe a gritar,
¡Tú que no das a luz!
Porque la desolada tiene muchos más hijos
Que la que tiene marido.'[25]

Cita de Isaías 54:1[26]

Comentario a los versículos 21-31

Pablo, en su carta a los Gálatas, utiliza la historia de Abraham y sus dos hijos para ilustrar la libertad que los cristianos han ganado a través de Cristo. Abraham tuvo dos hijos: Ismael, fruto de su unión con la esclava Agar, y más tarde Isaac, nacido de su esposa Sara, quien era estéril. Dios había prometido a Abraham que Sara, a pesar de su avanzada edad, tendría un hijo, cumpliendo así su promesa. San Pablo interpreta esta historia de manera alegórica. Agar, la esclava, simboliza al pueblo de Israel que está sometido a la Ley, mientras que Sara, la esposa libre, representa a la Iglesia, nacida de la promesa de Dios. Los cristianos son comparados con Isaac, porque no dependen de la Ley, sino de la promesa.

Pablo también establece un paralelo entre el monte Sinaí, lugar donde se selló la Antigua Alianza, y el monte Sión, símbolo de la nueva Jerusalén y de la Iglesia. Así como Ismael, nacido según la carne, persiguió a Isaac, nacido según el espíritu, Pablo observa que los judíos que siguen la Ley persiguen a los cristianos que viven según el Espíritu. Esta persecución es vista como una confirmación del cumplimiento de las promesas divinas.[27]

Véase también

Referencias

  1. Stanton, 2007, pp. 1152-3.
  2. a b c d Stanton, 2007, p. 1160.
  3. Gálatas 4:3 NCV
  4. Gálatas 4:4 NKJV
  5. Bruce, 1982, p. 194.
  6. Cornelius a Lapide (1637). «Comentario sobre Gálatas 3-4». catholicapologetics.info. 
  7. Gálatas 4:5 RVR
  8. Bruce, 1982, p. 196.
  9. Gálatas 4:6 RVR
  10. a b c John Gill, Exposición de toda la Biblia, Gálatas 4:6.
  11. Bereshit Rabba, fol. 2. 4. & 6. 3. Vajikra Rabba, fol. 156. 4.
  12. a b Stanton, 2007, p. 1161.
  13. Facultad de Teología. Comentarios a la Sagrada Biblia: Universidad de Navarra (p. 10143). EUNSA Ediciones Universidad de Navarra.
  14. León Magno, Sermo 6 in Nativitate 2
  15. Juan Pablo II, Tertio millennio adveniente, n. 9
  16. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 488
  17. Facultad de Teología. Comentarios a la Sagrada Biblia: Universidad de Navarra (p. 10143). EUNSA Ediciones Universidad de Navarra
  18. Josemaría Escrivá, Es Cristo que pasa, n. 136
  19. Facultad de Teología. Comentarios a la Sagrada Biblia: Universidad de Navarra (p. 10145). EUNSA Ediciones Universidad de Navarra.
  20. Jerónimo, Commentarii in Galatas 2,4,19
  21. Juan Crisóstomo; In Galatas, 4,3,4
  22. a b Stanton, 2007, p. 1162.
  23. Diccionario bíblico ilustrado Zondervan, 2011, p. 561
  24. Gálatas 4:25 RVR
  25. Gálatas 4:27 RVR
  26. Nota sobre Gálatas 4:27 en MEV
  27. Facultad de Teología. Comentarios a la Sagrada Biblia: Universidad de Navarra (p. 10146). EUNSA Ediciones Universidad de Navarra

Bibliografía

Enlaces externos