Frailes Menores Renovados
La comunidad de los Frailes Menores Renovados (en latín Fratrum Minorum Renovatorum) empeñada en la línea de la renovación indicada por el Concilio Vaticano II (cfr. decreto Perfectae Caritatis)- es un Instituto religioso de derecho diocesano, fundado - con especial indulto de la Santa Sede - por fray Tomás de Jesús y otros cinco frailes provenientes de la Orden capuchina, con el intento de revivir el espíritu y el estilo de los orígenes franciscanos, en la adaptación continua a nuestros tiempos. Está formado de hombres que, saliendo del mundo, han decidido vivir y anunciar el santo Evangelio tras el ejemplo del Pobrecillo de Asis, ante todo a través del testimonio de una vida de minoridad, pobreza y fraternidad, en un clima de intensa oración y apostolado. El 24 de diciembre de 1972 han recibido la erección como Pía Unión por el Arzobispo de Monreal (PA), Monseñor Corrado Mingo; posteriormente, el 11 de junio de 1983 Monseñor Salvatore Cassisa erigió la Pía Unión en Instituto religioso de derecho diocesano, aprobando definitivamente las Constituciones el 2 de junio de 1989. Peregrinos, se encaminan en obediencia, sin nada de propio y en castidad, siguiendo las huellas de Jesús pobre, humilde y crucificado, y de su santísima Madre, sedientos de contemplación, en continua conversión y siempre sumisos a los Pastores de la Iglesia Católica. Considerándose siempre los últimos y los siervos de todos, sobre todo de los más pobres, quieren ir por el mundo, con perfecta alegría, a llevar por todas partes el Evangelio de la paz. HistoriaCon el Concilio Ecuménico Vaticano II, la vida religiosa recibió un nuevo impulso. Promulgando el decreto perfectæ caritatis los padres conciliares entendían promover la renovación adaptada de la vida religiosa a través de “un continuo retorno a las fuentes de toda forma de vida cristiana y a la primitiva inspiración de los institutos y al mismo tiempo con la adaptación de los institutos a las cambiantes condiciones de los tiempos” (PC 2). Sin embargo, tal renovación, que debía realizarse “bajo la inspiración del Espíritu Santo y la guía de la Iglesia” (PC 2) no siempre dio los frutos esperados. En los años que siguieron inmediatamente a la clausura del Concilio Vaticano II (8 de diciembre de 1965) en toda la Iglesia comenzó un difícil periodo de crisis en el que la vida religiosa también se vio involucrada, al punto que el cardenal Danièlou - en una entrevista concedida a Radio Vaticana en octubre de 1972 – pudo decir no sin sufrimiento:
En aquel mismo tiempo el papa Pablo VI multiplicaba sus exhortaciones para impulsar la verdadera renovación de la vida religiosa querida por el Concilio:
Estas y otras similares amonestaciones fueron rápidamente acogidas por algunos frailes franciscanos. De hecho, el 5 de junio de 1968 tres frailes menores capuchinos (padre Crescenzio de Jesi, padre Bonaventura de Gangi y padre Mario de Ostra) obtuvieron de sus superiores el permiso de vivir juntos para observar sin glosa, es decir a la letra, la Regla Minorítica: en la que se comprende el carisma evangélico donado por Dios a San Francisco. Después de algunos meses se agregaron a la pequeña fraternidad el padre Tommaso de Pollena (que durante 15 años había sido maestro de novicios de la provincia capuchina de Nápoles) y el padre Antonio de Cittaducale. Después de un primer período transcurrido en la hospedería de las Clarisas Capuchinas de Fabriano se trasladaron a la iglesia de Santa María en Civita, a 3 km de Fabriano. Y fue así como nació el “movimiento de Fabriano”. El noticiero de los Capuchinos de Italia escribía así la vida de los frailes de Fabriano: “según su método, los Capuchinos de Fabriano no han pedido adquirir el lugar ni alguna garantía de continuidad. Por ahora lo restauran para hacerlo habitable, después permanecerán allí hasta que la Providencia no disponga diversamente. Este sentido de lo provisorio, ¿no era una de las características de San Francisco? ha sido así descubierta una de las dimensiones del franciscanismo de los orígenes y se intenta revivirla en el contexto actual”. Fabriano se transformó en un lugar de encuentros, intercambios epistolares y personales, visitas cualificadas..., y durante un cierto número de años se convirtió en un punto de referencia para muchos, símbolo de la fatiga espiritual y estructural después del Concilio. La vida de la Fraternidad de Fabriano estaba inspirada en los Propósitos de vida franciscana en los cuales - asegurando el principio de fondo de la observancia integral de la regla franciscana - el empeño de renovación estaba orientado en tres direcciones: pobreza, contemplación y vida comunitaria. Desde el inicio los frailes de Fabriano obtuvieron del Padre General, Clementino de Vlissingen, la aprobación de los Propósitos de vida franciscana y el permiso dado a los padres provinciales de acoger eventuales peticiones de otros frailes que quisieran unirse a ellos. Así, el movimiento de Fabriano abrió la puerta a otras experiencias similares. El 12 de septiembre de 1969 en Bagnella de Omegna (NO), nacía otra experiencia de renovación franciscana por obra del padre Umile Minola y del padre Leone Girotto, dos frailes menores de Piemonte. En la revista Vita Minorum, fray Umile describió así los inicios de la “Pequeña fraternidad”:
Con la ida del Padre Leone a sólo 4 meses del inicio, el programa de pobreza y oración fue continuado por el padre Umile junto a Fray Carlos Crevaroli (miembro estable de la “Pequeña fraternidad” desde el mes de octubre de 1970). Para ayudar a la exigua comunidad minorítica de Bagnella venía de vez en cuando algún fraile capuchino de Fabriano, aunque temporalmente. La fraternidad se cerró en julio de 1973, año en que los frailes que la componían decidieron unirse a los Frailes Menores Renovados pocos meses después de la erección de la Pía Unión. A partir de 1969 fray Tommaso de Pollena multiplicó los viajes, a menudo en autostop, a lo largo de toda la península italiana en busca de frailes que alentar, animar y reforzar en el ideal de la renovación franciscana. Sin embargo, los resultados conseguidos no fueron siempre los proporcionales a sus esperanzas y a los esfuerzos empleados. Además que en el interior del mismo movimiento hubo disparidad de visiones acerca de la renovación. En la primavera de 1971, el Padre Guccione, párroco de Torretta expresó el deseo de tener en su parroquia un grupo de frailes del movimiento fabrianese. Así, fray Tommaso y fray Bernardo de Novi Velia (que en aquel entonces era estudiante de teología de la provincia capuchina de Salerno y que había sido novicio suyo) fueron a Torretta. Después de pocas semanas, para ayudar a las exigencias de estudio de fray Bernardo, ellos se trasladaron a la periferia de Palermo, en la zona de Sant'Isidoro, en un modesto local compuesto por dos pequeñas habitaciones alquiladas por el padre Guccione. Al fin del año, se les unieron fray Benigno de Canicattì y fray Onofrio de Bolognetta (que permaneció solamente unos pocos meses), ambos eran capuchinos de la provincia de Palermo. La fraternidad se encaminó hacia una cierta consolidación numérica y espiritual. Su común deseo era el de observar textualmente la Regla de san Francisco, pero permaneciendo dentro de la orden capuchina, con una estructura que les permitiera recibir novicios, formarlos en el amor y en la fidelidad a la Regla. Sin embargo, después de muchos intentos defendiendo su causa ante el Ministro General, todo resultó en vano. La Santa Sede les indicó la vía a seguir: salir de la Orden pidiendo la dispensa de los votos y recomenzar otra vez todo desde cero. Mientras tanto, en el mes de marzo de 1972, entre esperanzas y muchas dificultades inherentes a la forma de vida pobre y penitencial abrazada, la comunidad de Sant’Isidoro recibió confidencialmente la seguridad de que la Sagrada Congregación para los Religiosos seguía con benevolencia los pasos que la comunidad iba dando. Posteriormente recibieron la aprobación oficial de la Iglesia, cosa que los animó a proseguir en el camino emprendido. Después de dos meses, en efecto, el arzobispo de Monreale, Monseñor Corrado Mingo se declaró disponible a acoger a los frailes de Sant’Isidoro en su diócesis:
Finalmente, en el mes de julio, a los primeros tres (fray Tommaso de Pollena, fray Bernardo de Novi Velia y fray Benigno de Canicattì) se sumaron fray Carmelo de Morano Calabro, fray Girolamo de Caccamo y fray Cristóforo de Palermo. Este grupo de seis frailes capuchinos, promotores de los Frailes Menores Renovados, dieron entonces el paso decisivo: el 1 de julio de 1972 el padre Guccione presentó al secretario de la Congregación para los Religiosos, Monseñor Mayer, su solicitud de secularización. Después de estos hechos, empezaron a redactar los Estatutos provisionales de la futura Pía Unión, inspirándose en los Propósitos de la Fraternidad de Fabriano. Recibida la dispensa de los votos por parte de la Santa Sede, los frailes integrantes de la orden (el 8 de diciembre del 1972) hicieron expresa solicitud al arzobispo de Monreale de erigir la "Pía Unión de los Frailes Menores Renovados" La erección canónica ocurrió el 23 de diciembre, aunque se pidió como fecha de principio oficial la Vigilia de Navidad. Unos tres meses después, con la explícita aprobación de Papa Pablo VI, la Congregación para los Religiosos concedió, ex speciali indulto Sanctæ Sedis, que:
Al principio de julio de 1973 se incorporaron a la Pía Unión fray Umile y fray Carlo, cerrando así definitivamente las puertas de la Fraternidad de Bagnella de Omegna. El mismo fray Carlo Maria dijo:
DifusiónEl Instituto de los Frailes Menores Renovados está compuesto por aproximadamente 52 frailes, distribudos en tres países: Italia (Palermo, Corleone, Nápoles), Colombia (Bogotá, San Clemente, el Retiro, San Roque) y Tanzania (Pomerini). Véase tambiénEnlaces externos |
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