Expulsión de los mozárabes en 1126La expulsión de los mozárabes de Al-Ándalus de 1126 fue un hecho de la Edad Media en España que consistió en una deportación masiva al norte de África de la población cristiana autóctona de al-Ándalus. Fue ordenada por el emir Alí ibn Yúsuf, quien gobernaba el Imperio Almorávide. Además de ser expulsados de sus hogares, se les impidió emigrar a los reinos cristianos del norte, como venían haciendo a lo largo de décadas muchas familias mozárabes durante el proceso de Reconquista.[1] AntecedentesContexto social![]() Tras la Conquista omeya de Hispania, los ocupantes musulmanes eran una elite árabe-bereber minoritaria frente a una gran masa de habitantes cristianos sometidos, en un territorio muy alejado que dificultaba conseguir refuerzos para imponer su religión. Fue así que los gobernantes musulmanes establecieron pactos implícitos con poblaciones cristianas para evitar grandes enfrentamientos militares con la población nativa (haciendo una política de Divide y vencerás), por el cual los cristianos de la península ibérica, para evitar la conversión al islam, tenían que adaptarse a unas condiciones que fueron negociadas por los musulmanes ocupantes, los cuales consistían en otorgar cierta permisividad a los católicos a cambio de que estos paguen impuestos muy altos (Yizia) y reconocieran servir a la autoridad del monarca islámico (además, como su Señor, le daría protección a sus Vasallos cristianos, de modo análogo a la Relación de vasallaje de todas las monarquías Medievales). En la práctica, ser un cristiano de Al-Ándalus era vivir en una condición de Ciudadano de segunda en vez de una convivencia religiosa ideal (lo cual motivaría a la Reconquista), pero se presentaba un statu quo en el que los musulmanes se encargaban de su defensa militar y representación internacional, en vez no reconocer sus derechos de las personas cristianas (siendo reconocido su estamento propio y diferenciado como mozárabes). Pero aquel derecho en cualquier momento podía ser cortado por los gobernantes musulmanes, pues los emires tenían protestad de anular el Fuero de los cristianos si se daban motivos para que tales concesiones legales fueran nulas, lo que sería causado si se entendía que una de las partes no cumplía con el pacto de vasallaje. ![]() Pese a estas condiciones de convivencia, hubo momentos donde se daban persecuciones a los cristianos de la Granada musulmana, como la acontecida en 1099, cuando los emires musulmanes destruyeron un templo de la Iglesia católica y se dieron tratos muy duros hacia la comunidad cristiana mozárabe.[2]
Contexto político-militar![]() Por otro lado, en el año 1124, Alfonso el Batallador (rey de Aragón) recibió mensajes, de parte de algunas comunidades mozárabes de la Granada musulmana (encabezados por Ibn al-Qalas), solicitando su intervención debido al caos interno que se vivía entre las Taifas, y convenciéndole al monarca de que la fragilidad del reino andalusí (pues planeaban rebelarse contra su gobernador, Abu Tahir Tamim ibn Yusuf) haría fácil su conquista de la plaza junto a la obtención de sus riqueza.[3] Esto se debió a la fama que generaban a los mozárabes los éxitos militares previos de Alfonso, quien además de defender su territorio de incursiones musulmanes, había logrado conquistar Zaragoza (1118), Tudela (1119), Calatayud (1120), etc que le permitió expandirse por todo el Valle del Ebro, lo cual a su vez generó demasiada confianza en Alfonso hacia su propia destreza militar, quien estaba con un espíritu de gran exaltación guerrera y anhelando que se daría fin a la reconquista y se convertiría en emperador de toda España en toda la tierra de cristianos y sarracenos. Fue así que, en septiembre de 1125, partió con 4000 caballeros de Aragón y Cataluña, y en lo que penetraba a territorio musulmán, se le sumaban mozárabes a sus filas. Para enero de 1126 había empezado a cercar Granada, en donde las tropas mozárabes locales confesaban haber apostado todo en el éxito de su campaña, y que eran conscientes de que no iban a recibir ningún perdón por parte de las autoridades musulmanas en el caso de fracasar la campaña, lo cual terminó sucediendo con la retirada en junio de 1126 (no sin antes salvar a unos 10 000 mozárabes, que se retiraron con él y ayudaron en la repoblación del Valle del Ebro con cristianos).[3] Hechos![]()
Tras la expedición militar de Alfonso el Batallador en 1125, los moros de Al-Ándalus quedarían muy irritados con los cristianos, habiendo autoridades musulmanes que consideraban que los Mozárabes (tras haber sectores que apoyaron la invasión del Reino de Aragón) habían violado el pacto de vasallaje con los monarcas musulmanes en el que les garantizaban protección, estando entonces ausentes de derechos ante el estado. El Cadí (gobernante y jurista) de Córdoba, Abū l-Walīd Muḥammad Ibn Rušd, se trasladó a Marrakech (al-Ándalus estaba sujeto a Marruecos en esas fechas) para informar al emir Almorávide de lo acontecido y sugiriendo reaccionar drásticamente. Entonces, Alí ibn Yúsuf (quien ya había considerado la yihad contra los cristianos en la Península ibérica como una prioridad),[4] ordenaría la expulsión de los cristianos mozárabes de sus dominios durante el ramadán de 1126.[5][6][7] Tal orden de expulsión fue cumplida por Ibn Rušd (abuelo del famoso filósofo musulmán Averroes) a través de un dictamen jurídico (fetua) que emitió, en el que se exigía que se deportaran a los cristianos hacia el Norte de África, fundamentándose en la premisa de que toda la comunidad había suscitado y apoyado la expedición aragonesa. Estos mozárabes (mayormente de Granada, Córdoba y Sevilla), que partieron junto con sus autoridades políticas y religiosas, terminarían asentándose por Mequinez y Salé, perdiendo parte de los derechos que tenían y sufriendo malos tratamientos durante el recorrido, siendo forzados a trabajos pesados.[5][7] ![]() Mientras tanto, Alí ibn Yúsuf estaba deseoso de que esto permitiera una transferencia de soldados mozárabes andalusíes para que sean de utilidad en la defensa de Marruecos, por lo que mantuvo los mismos privilegios a los cristianos, quienes recibieron la misma protección (Dimma) que habían perdido en España, pero aplicando únicamente en África. Siendo así que les autorizó la construcción de una iglesia en Marrakech a los sacerdotes católicos, los cuales seguían cumpliendo sus funciones. Sin embargo, a cambio, obligó a toda la comunidad a inscribirse en el diwan del servicio militar, teniendo que servir como Guardia personal y defendiendo a los almorávides contra los almohades.[5] ConsecuenciasAunque se hicieron nuevas deportaciones en 1138 y 1170, la expulsión de los cristianos de 1126 prácticamente eliminó a la comunidad mozárabe de Granada, Córdoba y Sevilla para el resto del siglo, y cesó el culto público de la fe cristiana entre los mozárabes que quedaron en Al-Ándalus. Entre quienes quisieron evitar la deportación al Magreb, hubo muchos casos de conversión forzosa al islam, o de huidas hacia los reinos ibéricos cristianos (aunque los ejércitos musulmanes trataban de capturar a los fugitivos). Los que quedaron sufrieron injurias al ser despojados de sus bienes y azotados con cadenas por parte de los musulmanes (a través de un decreto general), o incluso el martirio por su fe.[7] Aun así, en 1138 sobrevivían todavía comunidades importantes de mozárabes fuera de esas urbes, tanto en el campo como en algunas ciudades. Con la llegada de los almohades y la expulsión de los judíos de al-Ándalus en 1146, se produjeron asimismo matanzas y esclavizaciones de los mozárabes que quedaban. Un cronista de la época escribió:
Hacia 1162 estaban al borde de la extinción mientras tenía lugar una ola de mayor represión debido a conflictos dinásticos entre los musulmanes, durante la cual los antiguos mozárabes (ahora criptocristianos) se ganaban enemigos en las autoridades. Por otra parte, las propiedades que dejaron los cristianos fue confiscada por los musulmanes (a menos que algún mozárabe desde África demostrara sus títulos de propiedad, teniendo la opción de venderlas) y sus iglesias se transformaron en mezquitas.[10]
Entre los que permanecieron en el norte de África, destacaron labores culturales en esta comunidad cristiana, como el desarrollo de copias al árabe de los Evangelios. También se desarrolló con más fuerza una comunidad de soldados cristianos al servicio de los musulmanes de Marruecos, siendo así que seguirían en servicio en las próximas décadas y que, tras la caída de los Almorávides, seguirían ofreciendo sus servicios ahora al Imperio almohade y luego al Sultanato benimerín. ![]() Miles de los mozárabes desterrados lograrían regresar a España dos décadas después, estableciéndose en el Toledo cristiano. Según refiere Francisco Javier Simonet:
Permanecerían milicias mozárabes en la zona hasta el año 1380, cuando Juan I de Castilla fue a buscarlos y les ofreció propiedades en el Reino de Castilla, haciéndoles regresar a Sevilla, previa autorización del emir de Marruecos de ese entonces.[12] Véase tambiénReferencias
Bibliografía
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