Enriquecimiento ambiental

Elefante manipulando una bola suspendida incluida en el enriquecimiento ambiental de su instalación.

El enriquecimiento ambiental en el cuidado de los animales en cautividad consiste en mejorar su bienestar tanto físico como psicológico identificando y proporcionándoles los estímulos ambientales necesarios para optimizar su calidad de vida.[1]​ El objetivo del enriquecimiento ambiental es mejorar o mantener la salud física y mental aumentando la cantidad de comportamientos específicos de la especie que realice el animal, incrementar la utilización positiva del espacio de cautiverio, prevenir o reducir la frecuencia de comportamientos anormales como los movimientos estereotipados y aumentar la capacidad individual para afrontar los desafíos de la cautividad. El enriquecimiento ambiental puede beneficiar a un gran espectro de vertebrados e invertebrados como los mamíferos terrestres,[2]mamíferos marinos,[3]aves,[4]anfibios,[5]reptiles,[6]pulpos[7]​ y arañas.[8]

El enriquecimiento ambiental se puede proporcionar a cualquier animal que permanezca en cautividad incluidos:

Tipos de enriquecimiento

Enriquecimiento alimenticio: cilindro hueco perforado para que los osos se entretengan sacando la comida de su interior.
Instalación para cachorros de león con un columpio que pueden manipular y rodeado de antílopes que estimulan sus sentidos.

El aporte de cualquier estímulo que suscite el interés de los animales de forma positiva puede considerarse enriquecimiento, incluyendo objetos naturales y artificiales, aromas distintos, alimentos novedosos o preparados de diferente forma. La mayoría de los estímulos de enriquecimiento se dividen en seis grupos:

  • sensorial: estímulos para los sentidos de los animales tanto visuales, olfativos, audibles, táctiles o gustativos;
  • alimentación: consiste en convertir la alimentación en un reto. Puede realizarse con diversos métodos, presentar la comida de forma que les obligue a resolver pequeños problemas que animen a los animales a investigar, manipular y trabajar para obtenerla como hacen en la naturaleza, como escondida en diversos objetos diseñados para dificultar su acceso, meter alimentos en hielo en el verano, colocar alimentos en dispositivos mecánicos móviles que simulen presas, etc.
  • manipulación: proporcionar elementos que puedan manipular con sus patas, boca, cabeza, cuernos, etc. Esto provoca el comportamiento de investigación y el juego exploratorio;
  • medioambiental: mejorar el hábitat donde se encierra a los animales para añadir cambios o aumentar la complejidad del ambiente;
  • social: proporcionar a los animales oportunidades para interactuar con otros, tanto de su especie como de otras;
  • entrenamiento: entrenar a los animales en diferentes tareas mediante reforzamiento positivo o habituación.
Enriquecimiento medioambiental: aviario para loros con elementos para que puedan trepar y colgarse.

Se puede argumentar que un estímulo puede considerarse enriquecimiento incluso si el animal reacciona de forma negativa, como por ejemplo olores desagradables, aunque deben evitarse los estímulos que provoquen miedo o estrés extremo y estímulos que puedan causar dolor al animal. Opiniones contrarias consideran que el enriquecimiento solo debe provocar comportamientos positivos.

Los zoológicos modernos a menudo están diseñados con instalaciones enriquecidas medioambientalmente. Por ejemplo en el Zoo de Denver la exhibición de depredadores permite a los carnívoros africanos rotar entre varios recintos, proporcionando a los animales de espacios diferentes y exponiéndolos a los olores de los demás.

Evaluar el éxito del enriquecimiento

Se pueden usar diversos métodos para evaluar el enriquecimiento ambiental proporcionado. Se basan en la premisa de que los animales en cautividad deben realizar comportamientos similares a los del etograma de su especie,[13]​ se debe permitir a los animales realizar las actividades e interacciones que prefieran (realizando tests de preferencias),[14]​ y se debería permitir a los animales realizar aquellas actividades para las que estén más motivados (realizando test de motivación).[15]

El éxito del enriquecimiento ambiental se puede evaluar cuantificando el grado de los indicadores de bienestar animal fisiológicos y etológicos. Además de los mencionados anteriormente, entre los indicadores etológicos se incluyen la incidencia de comportamientos anormales (por ejemplo movimientos estereotipados,[16][17]​ estudios de los sesgos cognitivos,[18]​ y los efectos de la frustración).[19][20]​ Entre los indicadores fisiológicos están la frecuencia cardíaca,[21]​ la presencia de corticosteroides,[22]​ la función immune,[23]​ la neuorobiología,[24]​ calidad de la cáscara de los huevos[25]​ la termografía.[26]

Regulaciones

Estados Unidos

Las enmiendas realizadas en 1985 en la ley de bienestar animal de Estados Unidos por la secretaria de agricultura establecen regulaciones para proporcionar ambientes físicos adecuados para el bienestar psicológico de los primates[27]​ y ejercicio para los perros.[28]​ Posteriormente se incluyeron estándares para la mejora de los ambientes de los primates no humanos (incluyendo la provisión de grupos sociales y enriquecimiento ambiental) en la sección 3.81 de las regulaciones de bienestar animal (CRF 9).[29]​ Los conceptos relacionados con las necesidades de comportamiento y enriquecimiento ambiental se incorporaron además en los estándares para los mamíferos marinos, voladores y acuáticos.[30]

Referencias

  1. Shepherdson, D.J. (1998) “Tracing the path of environmental enrichment in zoos” in Shepherdson, D.J., Mellen, J.D. and Hutchins, M. (1998) Second Nature – Environmental Enrichment for Captive Animals, 1st Edition, Smithsonian Institution Press, London, UK, pp. 1 – 12.
  2. Young, R.J. (ed.), (2003). Environmental Enrichment for Captive Animals. Universities Federation for Animal Welfare (UFAW), Potters Bar, Herts.
  3. Sheperdson, D.J., Mellen, J.D. and Hutchins, M. (eds)., (1998). Second Nature: Environmental Enrichment for Captive Animals. Smithsonian Institution Press. Washington, D.C.
  4. Nicol, C.J. (2007). «Environment enrichment for birds». Archivado desde el original el 8 de abril de 2009. Consultado el 9 de abril de 2013. 
  5. Hurme, K., Gonzalez, K., Halvorsen, M., Foster, B., Moore, D. and Chepko-Sade, D., (2003). Environmental enrichment for Dendrobatid frogs. Journal of Applied Animal Welfare Science, 6: 285–299 [1] Archivado el 3 de diciembre de 2013 en Wayback Machine.
  6. Hawkins, M. and Willemsen, M. (2004). «Environmental enrichment for amphibians and reptiles». Archivado desde el original el 3 de diciembre de 2013. Consultado el 9 de abril de 2013. 
  7. «Octopus enrichment program». Smithsonian National Zoological Park. Archivado desde el original el 14 de junio de 2006. Consultado el 11 de junio de 2006. 
  8. Carduccia, J.P. and Jakobb, E.M., (2000). Rearing environment affects behaviour of jumping spiders. Animal Behaviour, 59: 39–46 [2]
  9. Maple TL (2007). «Toward a science of welfare for animals in the zoo» (PDF). J Appl Anim Welf Sci 10 (1): 63-70. PMID 17484680. doi:10.1080/10888700701277659. 
  10. Ron Hines, D.V.M. (24 de abril de 2006). «Synopsis of the Environmental Enrichment Program of 2nd Chance Sanctuary». Archivado desde el original el 10 de junio de 2006. Consultado el 11 de junio de 2006. 
  11. Sherwin, C.M. (2007). «Validating refinements to laboratory housing: asking the animals.». Archivado desde el original el 21 de enero de 2012. Consultado el 9 de abril de 2013. 
  12. Hubrecht, R. (1995). Dogs and dog housing. In, Smith, C.P. and V. Taylor (Eds) Environmental Enrichment Information Resources for Laboratory Animals. Universities Federation for Animal Welfare (UFAW), Potters Bar, Herts. pp. 49-62 [3]
  13. Dawkins, M.S., (1989). Time budgets in red junglefowl as a baseline for the assessment of welfare in domestic-fowl. Applied Animal Behaviour Science, 24: 77-80. doi 10.1016/0168-1591(89)90126-3
  14. Sherwin, C.M. and Glen, E.F., (2003). Cage colour preferences and effects of home-cage colour on anxiety in laboratory mice. Animal Behaviour, 66: 1085-1092
  15. Sherwin, C.M., (2004). The motivation of group-housed laboratory mice, Mus musculus, for additional space. Animal Behaviour, 67: 711-717. doi 10.1016/j.anbehav.2003.08.018
  16. Mason, G.J., (1991). Stereotypies - A critical review. Animal Behaviour, 41: 1015-1037. doi 10.1016/S0003-3472(05)80640-2
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  18. Mendl, M., Burman, O.H.P., Parker, R.M.A. and Paul, E.S., (2009). Cognitive bias as an indicator of animal emotion and welfare: Emerging evidence and underlying mechanisms. Applied Animal Behaviour Science, 118: 161–181
  19. Duncan, I.J.H. and Wood-Gush, D.G.M., (1971). Frustration and aggression in the domestic fowl. Animal Behaviour, 19:500–504
  20. Zimmerman, P.H., Lundberg, A., Keeling, L.J. and Koene, P., (2003). The effect of an audience on the gakel-call and other frustration behaviours in the laying hen (Gallus gallus domesticus). Animal Welfare, 12: 315–326
  21. Kemppinen, N., Hau, J., Meller, A., Mauranen, K.,Kohila, T. and Nevalainen, T., (2010). Impact of aspen furniture and restricted feeding on activity, blood pressure, heart rate and faecal corticosterone and immunoglobulin A excretion in rats (Rattus norvegicus) housed in individually ventilated cages. Laboratory Animals, 44: 104-112
  22. Laws, N., Ganswindt, A., Heistermann, M., Harris, M., Harris, S. and Sherwin, C., (2007). A case study: fecal corticosteroid and behavior as indicators of welfare during relocation of an asian elephant. Journal of Applied Animal Welfare Science, 10: 349-358. doi 10.1080/10888700701555600
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  24. Lewis M.H., Presti M.F., Lewis J.B. and Turner, C.A., (2006). The neurobiology of stereotypy I: Environmental complexity. In Stereotypic Animal Behaviour: Fundamentals and Applications to Welfare, G. Mason and J. Rushen (Editors). CABI. pp. 190-226. doi 10.1079/9780851990040.0190
  25. Hughes, B.O., Gilbert, A.B. and Brown, M.F., (1986). Categorisation and causes of abnormal egg shells: relationship with stress. British Poultry Science, 27: 325-337
  26. Wilcox, C.S., Patterson, J. and Cheng, H.W., (2009). Use of thermography to screen for subclinical bumblefoot in poultry. Poultry Science, 88: 1176-1180. doi 10.3382/ps.2008-00446
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  30. Kulpa-Eddy, Jodie A.; Taylor, Sylvia; Adams, Kristina M. (2005), «USDA Perspective on Environmental Enrichment for Animals», ILAR Journal (Washington, DC: Institute for Laboratory Animal Research) 26 (2): 83-94, ISSN 0018-9960, archivado desde el original el 29 de octubre de 2008, consultado el 28 de noviembre de 2013 .