Dorian Flórez Zuleta
Dorian Flórez Zuleta (Caldas, Antioquia, Colombia, 1960) es un pintor y psicólogo de la Universidad de París VII Denis Diderot. Reconocido nacional e internacional con diversos premios por sus obras de pintura figurativa y surrealista. Actualmente se dedica, además de su trabajo como pintor y de enseñar esta disciplina, al apoyo psicológico en especial de niños y adolescentes con diversos problemas sociales, emocionales, etc. a través de la arteterapia.[1] BiografíaNació el 11 de diciembre de 1960 en Caldas (Antioquia), un municipio al sur del Área Metropolitana del Valle de Aburrá, ubicado a 22 km de Medellín. Los primeros años transcurrieron en su tierra natal donde empezó a amar el arte y a desarrollar sus habilidades desde la escuela primaria. En 1982 viajó a Nantes, Francia, dónde realizó sus estudios de francés y literatura, inició su formación en artes plásticas y también se inscribió en la Universidad de Nantes para adelantar la carrera de Medicina, la cual abandonó al confirmar que muchos problemas somáticos son manifestaciones de desórdenes psicológicos. Decidió entonces estudiar Psicología Clínica. En 1985, se mudó a París donde obtuvo el grado de Psicólogo Clínico de la Universidad de París VII Jussiê Diderot. En esos años, trabajó con la Fundación Caritas Internacional en la rehabilitación emocional de niños refugiados de la guerra de Kosovo, mediante la aplicación del método de la arteterapia. En 2001 regresó a Colombia, justamente a su natal Caldas. Allí instaló su taller de pintura y en 2003 empezó a impartir clases a niños, jóvenes y adultos, y a trabajar como arteterapeuta con personas con distintos tipos de discapacidad física y cognitiva, problemas emocionales y de drogadicción. En compañía del pintor Germán Tessarolo, creó la Fundación “Pinceles por la Paz”, que llegó a trabajar con más de quince mil niños en distintos municipios del departamento de Antioquia; alrededor de esta Fundación se congregó gran parte de los artistas antioqueños que lo apoyaron en los distintos talleres. Reconocido como el “Pintor de la Paternidades”, ha participado en numerosas exposiciones colectivas y ha desarrollado más de medio centenar de exposiciones individuales. Su trabajo lo ha hecho merecedor de diversos premios a nivel nacional e internacional. La obra de Dorian Flórez es predominantemente figurativa, aunque también ha sido reconocido por sus obras surrealistas. Su tema predilecto son las paternidades, donde busca rescatar los valores paternales que no tuvo en su infancia por la temprana pérdida de su padre. Reconoce en su trabajo influencias de Caravaggio, Otto Dix y Francisco de Goya, así como de varios artistas colombianos: Francisco A. Cano, Humberto Chávez, y Luis Caballero a quien conoció en Francia y con quien tuvo una relación de amistad. Por las corrientes artísticas que llamaron su atención desde la llegada al viejo continente, el manejo estético de sus obras puede ir desde el tenebrismo hasta el expresionismo, pasando por el impresionismo. Su trabajo manifiesta cierta preferencia por el claroscuro; sus figuras se ubican, por lo general, en espacios enteros y oscuros, donde se da un manejo especial de la luz sustractiva para producir una sensación de contraste fuerte. En lo que corresponde al trabajo surrealista, él lo considera como una forma de generarse "catarsis y expresar cosas que no podría plasmar con palabras". Aunque ha producido obras en este estilo, su trabajo marca distancia con las obras de exponentes de este movimiento como Salvador Dalí y André Breton. En su obra “La Diosa Temis”, por ejemplo, puede observarse cierta influencia de "La Libertad guiando al pueblo" de Delacroix (que pertenece al romanticismo), pero con un carácter simbólico más surreal. En síntesis, en Dorian Flórez se conjugan muchas influencias, pero en definitiva él logra construir un estilo propio con sello inconfundible.
ArteterapiaMediante esta técnica, se dedica a realizar una labor social en la actualidad, ayudando en especial a niños con problemas emocionales a recuperarse mediante el arte de la pintura. También atiende a personas con síndrome de Down a quienes ayuda a insertarse en la vida social, teniendo resultados positivos en sus alumnos, y además, atiende a jóvenes con problemas de ansiedad y drogadicción, aunque dicho tratamiento puede ser aplicado también en adultos, puesto que el arte resulta ser una manera muy efectiva de realizar terapia psicológica. Comenzó a desarrollar esta actividad con la Cáritas Internacional en Francia, logrando buenos resultados en la recuperación posterior a la crisis en niños víctimas de las guerras de Kosovo Y Yugoslavia.[4] ObraSu obra consta en su gran mayoría de arte figurativo aunque también ha sido premiado por su surrealismo. Su tema predilecto son las paternidades, mediante las cuales rescata los valores paternales que se ausentaron de él en su temprana infancia con la pérdida de su padre. En él han influido la obra de Caravaggio, Otto Dix, Francisco de Goya y de varios artistas colombianos como: Francisco A. Cano, Humberto Chávez, y Luis Caballero a quien conoció en Francia y con quien tuvo una relación de amistad. El manejo estético de sus obras puede variar desde el tenebrismo hasta el expresionismo según la necesidad de lo que quiera manifestar. Tiene cierta preferencia por el claroscuro, y en sus obras hay un manejo especial de la luz sustractiva que da una sensación de contraste fuerte ayudado por la recurrencia de fondos por lo general enteros y obscuros. Su trabajo surrealista se distingue bastante de las obras de exponentes de este movimiento como Salvador Dalí y André Breton, por ejemplo, en su obra La Diosa Temis, hay cierta influencia de "La libertad guiando al pueblo" de Delacroix (que pertenece al romanticismo), pero con un carácter simbólico más surreal. Para él es una forma de generarse "catarsis y expresar cosas que no podría plasmar con palabras" y estos trabajos también ha sido admirados y premiados internacionalmente.[5] TEORÍA DE LOS 9 COLORES: Cómo el lector de este libro se dará cuenta en la medida en que avance a través de los capítulos del maestro Dorian Flórez, encontrará que ciertos aspectos de la pintura tienen una tremenda semejanza con la cocina: fórmulas, mezclas armónicas y otras desafortunadas, sabores (colores) con particularidades distintas y efectos diversos en el paladar (vista), y además un enorme campo para la experimentación. Pero hay una parte del quehacer artístico que no deja espacio a la experimentación y que más bien hace parte de una trasmisión de maestro a discípulo que se basa en cierta tradición. En cualquier caso no podría haber espacio para la experimentación si no hubiera colores que utilizar. La situación afortunada de un estudiante de artes en la actualidad puede contrastar con la de un artista del Renacimiento, imposibilitado para pintar con ciertos colores inaccesibles por su costo y lejana proveniencia. Durante siglos la única forma de adquisición del azul ultramarino -el mismo con que inundó de color Giotto las paredes de la capilla Scrovegni en Padua, el mismo que usó Miguel Ángel en el Juicio Final de la Capilla Sixtina- era una cueva de Afganistán que se tenía hasta entonces como la única fuente en el mundo de lapizlazuli, una piedra preciosa que al ser rayada y sometida a un proceso dispendioso proveía a los artistas de un azul nunca antes visto, y por lo mismo, también imposible de pagar. En nuestros tiempos no basta sino salir a la papelería más cercana para encontrar toda la variedad posible de colores. Habría otros colores más accesibles, pero como este libro explica más adelante, las calidades también son relativas, y sus efectos se dejan ver con el tiempo. Tiziano, un gran colorista de su época tiene gran cantidad de obras ahora completamente desteñidas por efectos de la luz en pigmentos baratos que con el tiempo reaccionaban oscureciéndose, oxidándose o desvaneciéndose por completo. Así que a veces pensar en la inmediatez, por pragmatismo no es una buena elección. El tiempo se encargará de probarlo. En otras ocasiones, por el contrario, el tiempo ha sido el que permite una valoración más acertada de la pericia que los grandes artistas ejercieron en su momento. A veces, aquello que vemos frente a nuestros ojos como una obra maestra de determinado artista no es ni una migaja del esplendor de la obra que fue en su momento. Los conservadores y restauradores nos ayudan a descubrir esa maestría de color que, luego de siglos y siglos de conocimiento, se fue transmitiendo entre pintores, tal como Dorian Flórez lo hace hoy con este volumen. Por ejemplo, uno de los casos más apasionantes en los que el tiempo dio un cambio radical en la mirada a un artista es el de Miguel Ángel Buonarroti como pintor de frescos. En 1965 se estrenó la película The agony and the ecstasy, protagonizada por Charlton Heston en el papel de un maduro e iracundo artista del Renacimiento, en proceso de ejecución de su obra maestra, el techo de la Capilla Sixtina con la creación de Adán en el centro. El film incurrió en La lección es entonces clara: un trabajo que perdure tiene un costo que debe pagarse. Este principio estará resonando a lo largo de este libro guiado por los consejos de un pintor que ha reconocido a través de décadas de trabajo las cualidades y bondades de los materiales del pintor, desde la preparación de la tela, hasta los pinceles apropiados, pasando por las mezclas más convenientes entre pigmentos. Afortunadamente nuestros tiempos son mucho más efectivos y rápidos. La Revolución Industrial les dio en gran medida un salvavidas a los artistas al poner sobre la mesa los colores que necesitaban ahorrándoles el dispendioso tiempo que antes se requería para prepararlos, pero además encapsulando por primera vez esa nueva miríada de tonos para su fácil transporte y conservación. Así, la Escuela de Barbizón y los primeros impresionistas actuaron en consecuencia con un gesto que para nuestros días parece inocente y mínimo, pero en su momento fue revolucionario: salieron a pintar a la calle y al bosque. Ya la naturaleza no fue vista igual, ya no era solo una escenografía donde se superponían unos personajes recreando un acontecimiento. La luz había pasado a convertirse en el principal elemento de la obra, con sus cambios abruptos durante el día, durante las estaciones, o de acuerdo a la proveniencia septentrional o meridional del sol que los iluminaba. Debía surgir entonces otra forma de estudiar el color. No por venir los colores en tubos la tarea es más sencilla para los artistas. Eso sí, había dejado de ser una problemática de cocina para empezar a convertirse en todo un asunto perceptual, psicológico y conceptual, temas que también acá se abordan basados en la erudición de numerosos teóricos del círculo cromático que Flórez ha sintetizado para su mejor comprensión. Y como prueba de que este libro no es un cut and paste de esos tratados que se enuncian a lo largo del texto, el autor se sirve de su propia obra para ilustrar los efectos del uso de distintos círculos cromáticos, explicar efectos de las gamas frías y cálidas, e incluso pone en evidencia un documento histórico invaluable raras veces utilizado: las paletas de los artistas. De esta forma el libro se convierte, en doble vía, en catálogo del mismo artista y en un detrás de cámaras de la realización de sus obras. En este aspecto el libro es único y representa una garantía de que los conocimientos del artista han sido puestos en uso. Muy especialmente porque el pintor pone en manos del lector la fórmula secreta que ha creado a través de años para la ejecución de su producción, una teoría del color muy particular que revela la armónica y luminosa pintura del autor en sus cuadros. Este compendio de Dorian Flórez no es solo el producto de décadas de trabajo que le permiten con propiedad reconocer todas las cualidades de los pigmentos y los valores adecuados de cada color. Es además el trabajo de un ojo culto entrenado en la observación de los grandes maestros, horas frente a las obras fundamentales de la historia del arte, kilómetros de recorridos entre pasillos de museos alrededor del mundo, y bajo el filtro de otros importantes antecedentes en la teoría del color que Flórez ha cernido en el tamiz de su experiencia y pone acá al servicio de otros, simplificando el conocimiento de cientos de años y miles de artistas para producir un libro que pueda ser el punto de partida de algunos, y la guía esencial para otros ya entrados en materia. Christian Padilla Premio Nacional de Historia de Arte Colombiano 2007 Doctorado en Historia del Arte de la Universidad de Barcelona. Estudios
Distinciones
Exposiciones Individuales
Fuentes
Referencias
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