Conferencia de SeelisbergLa Conferencia de Seelisberg fue un encuentro entre cristianos y judíos celebrado en la localidad suiza de Seelisberg en 1947 del que salió un documento en forma de decálogo en el que se revisó el tratamiento teológico que la Iglesia católica daba al judaísmo. Fue el primer paso para poner fin al secular antijudaísmo cristiano que culminó con la aprobación en 1965 por el Concilio Vaticano II de la declaración Nostra aetate que recogió lo fundamental de las propuestas del grupo de Seelisberg, encabezado por el teólogo católico Jacques Maritain y el judío francés Jules Isaac, que había perdido a toda su familia en el Holocausto. AntecedentesAl conocerse los horrores del Holocausto tras el final de la Segunda Guerra Mundial, algunos sacerdotes, teólogos y laicos católicos promueven la revisión del tratamiento teológico que la Iglesia daba al judaísmo, que ya se había planteado en el periodo de entreguerras —especialmente por el teólogo francés Jacques Maritain— como reacción al antisemitismo nazi. En esta toma de conciencia desempeña un papel muy importante el judío francés Jules Isaac, cuya familia fue víctima del genocidio nazi. Éste denuncia que el origen del antisemitismo se encuentra en el antijudaísmo cristiano y su "enseñanza del desprecio" hacia los judíos, el pueblo deicida según el cristianismo, por lo que el antisemitismo nazi no hizo sino "reanudar y llevar a su punto de perfección una tradición.. de odio y desprecio".[1] DesarrolloEn 1947 Isaac y Maritain, entre otros, organizaron la conferencia de Seelisberg de la que salió un decálogo de propuestas de revisión de la doctrina católica respecto del judaísmo. Después de recordar el tronco común de cristianismo y judaísmo —el Antiguo Testamento— y señalar que Jesús, la Virgen y los apóstoles eran judíos, se afirmaba que no podía responsabilizarse "sólo" a los judíos de la muerte de Cristo, pues "fue a causa de la humanidad entera", por lo que se rechazaba la idea de que el pueblo judío estuviera maldito y fuera condenado por Dios al sufrimiento.[2] Este es el texto de la declaración que hicieron pública los representantes cristianos en la conferencia de Seelisberg (traducida del inglés):[3]
ConsecuenciasBajo el pontificado de Juan XXIII las nuevas ideas promovidas por el grupo de Seelisberg reciben un gran impulso. En 1959 el papa decide eliminar la referencia a los "pérfidos judíos" de la liturgia del Viernes Santo y al año siguiente, el 13 de junio de 1960, recibía en audiencia a Jules Isaac que le había enviado un documento con un listado de propuestas que servirían de base para la revisión de las enseñanzas católicas sobre el judaísmo y los judíos. En septiembre de ese mismo año el papa encargaba al cardenal Augustin Bea, jesuita alemán, la preparación de un documento para su discusión en el Concilio Vaticano II que acababa de convocar.[2] Sin embargo el documento que redactó el cardenal Bea por encargo de Juan XXIII fue rechazado en vísperas del Concilio por su Comisión Central, y también fue excluido de la propuesta sobre ecumenismo, a pesar de que contaba con el apoyo del papa, a causa de la oposición de algunos obispos, especialmente los de Oriente Medio que temían que provocara represalias contra las minorías cristianas de los Estados árabes. En el verano de 1964 el cardenal Bea hizo un último intento y propuso incluirlo como un apartado de un nuevo documento sobre las relaciones del catolicismo con las religiones no cristianas, pero tuvo que aceptar que la redacción definitiva corriera a cargo de la Comisión Central, presidida por el secretario de Estado de la Santa Sede Cicognani. Así cuando en septiembre de 1964 se presentó el nuevo texto, se pudo comprobar que se encontraba muy alejado del documento de Bea.[4] Se inició entonces un duro debate en el que el secretario Cicognani logró imponer su tesis de que se eliminara la alusión al judaísmo del documento sobre las relaciones con las religiones no cristianas (al parecer, un grupo de obispos españoles celebró su supresión con champán). Pero la noticia fue filtrada al diario francés Le Monde, lo que provocó que quince obispos enviaran una carta de protesta al nuevo papa Pablo VI, quien decidió intervenir. Así el documento original del cardenal Bea —que recogía las propuestas de la conferencia de Seelisberg— fue presentado a la asamblea del Concilio y aprobado el 18 de noviembre de 1964 con 1.651 votos a favor, 99 en contra y 242 peticiones de enmienda. Dada la gran cantidad de enmiendas presentadas el papa le pidió al cardenal Bea que las tuviera en cuenta y reelaborara el documento, que fue el que finalmente se incorporó a la declaración Nostra Aetate, aprobada el 28 de octubre de 1965 con 2.221 votos afirmativos y 88 negativos.[5] Véase tambiénReferencias
Bibliografía
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