Andrés García Trapiello nació en Manzaneda de Torío, provincia de León, en 1953,[1] uno de los nueve hijos de un campesino y comerciante falangista acomodado, Porfirio García, casado con Laura Trapiello. Dos años después la familia se trasladó a León para vivir en casa del abuelo paterno. Varios miembros de su familia han tenido inclinaciones humanísticas: un tío cura, César Trapiello, dibujante de historietas y periodista, de quien fue monaguillo, lo introdujo en la lectura; un tío abuelo, José Trapiello, fue poeta modernista; y su hermano Pedro García Trapiello es periodista.
Estudió bachillerato interno en un colegio de dominicos y el PREU con los maristas de Palencia. Tras un viaje a Marsella, donde trabajó como camarero, ingresó a fines de 1970 en un monasterio dominico de Caleruega (Burgos), pero fue expulsado a los dos meses por descreído y por rechazar la autoflagelación. Su padre le echó de casa después cuando descubrió bajo su cama algunos números de Mundo Obrero. Estuvo luego cinco meses en Madrid con unos anarquistas y en una pensión, subsistiendo con empleos de mala muerte. Después hizo estudios de filología, aunque sin completarlos, en la Universidad de Valladolid, atraído a esa ciudad por la falsa promesa de trabajar en la fábrica de un tío paterno suyo. Por entonces ingresó en la Joven Guardia Roja y ya escribía y colaboraba en la prensa. Militaba, según declaró en una entrevista, en el maoístaPartido Comunista de España Internacional (PCE(i)),[2] del que fue purgado en 1974 por «revisionista y drogadicto».
Trayectoria
En 1975 marchó a Madrid, donde actualmente reside, contratado como redactor de una revista de arte, Guadalimar. Asimismo trabajó hasta 1979 en el programa cultural de TVEEncuentros con las letras; allí conoció a su mujer, Miriam Moreno (1954), con la que tiene dos hijos. Dirigió las revistas Entregas de la Ventura y Número, y en 1981 participó en la refundación de la editorial Trieste. También colabora con la editorial granadina Comares.[3]
Conoció y estimó a Ramón Gaya, a quien considera su mentor:
Era en cierto modo el padre y el maestro y el amigo que no habíamos tenido de jóvenes, sin pretender ser él para nosotros ninguna de las tres cosas. Con Gaya estabas al lado y tenías que entender por tu cuenta lo que era, lo que había sido, sus silencios y lo que decía, todo. Porque él no te lo iba a explicar. Al fin comprendimos que había una España de la que podíamos sentirnos orgullosos, de la que teníamos la obligación de formar parte, una España que debíamos conservar, cuidar y legar. La España de Cervantes y Velázquez, la de Galdós y la de JRJ, y yo hoy añadiría, la España de Gaya. Él lo llamó a eso «el milagro español». Nos señaló pintores, lecturas, ciudades, personas, actitudes. Nos enseñó a leer el pasado sin beatería ni resentimiento, con naturalidad, nos habló de la naturalidad como cualidad del sentimiento, y el sentimiento del arte como la propia naturaleza de este. Nos enseñó sobre todo a considerar el arte como vida y nos recordó que hay una cierta salvación en el arte, asunto este en el que ahora trabaja Miriam. A mí me enseñó también a mirar los años de la guerra como nadie lo había hecho antes.[4]
Su novela El buque fantasma (1992) fue acogida con hostilidad por la crítica literaria de izquierdas, a causa de haber editado poco antes al falangista Sánchez Mazas.[5] Es sobre todo conocido por su diario (del que, hasta el momento, ha publicado 24 volúmenes, que reciben el nombre conjunto de Salón de Pasos Perdidos) y sus novelas. También se ha dedicado a la investigación de la historia literaria, especialmente centrada en algunos escritores recurrentes: Cervantes, Galdós, Juan Ramón Jiménez y Unamuno,[6] además de ser autor de títulos abiertos al gran público. Más que como investigador académico al uso, se identificaría como un ávido lector.[7]
En uno de sus ensayos, sin duda el más conocido y extenso, Las armas y las letras. Literatura y guerra civil (1936-1939), estudia el comportamiento de los escritores e intelectuales en ese período, tanto entre quienes tomaron partido por los sublevados (como Torrente Ballester, Álvaro Cunqueiro, Rafael Sánchez Mazas o Agustín de Foxá) como por los republicanos (Antonio Machado, Rafael Alberti, Bergamín, Miguel Hernández, García Lorca, etc.), así como de los no alineados (Pío Baroja, Azorín, Unamuno, Manuel Chaves Nogales, Clara Campoamor).[8] Interesado por el fascismo literario, ha rescatado la obra de algunos destacados autores falangistas, concluyendo que estos «ganaron la guerra, pero perdieron las páginas de los manuales de la literatura».[9][10] Son apreciados sus conocimientos y su ingenio como escritor mordaz. Sin embargo, las principales críticas que recibe su modo de abordar la figura y obras de los escritores del periodo son una investigación poco rigurosa y la pobreza en el manejo de fuentes. El crítico José Luis García Martín, tras confesar su admiración por Andrés Trapiello, afirma que «ya sabemos que su rigor, a la hora de citar y de historiar la literatura española (una de sus aficiones) no resulta excesivo».[11] El propio Trapiello anticipaba en 1993 la crítica, reconociendo que Las armas y las letras es un híbrido entre literatura, historia y política: «Para ser un libro de historia le faltan fechas; para serlo de crítica una visión de conjunto y maneras que no tiene. Quizá, como la vida sea un híbrido».[12]
El 13 de junio de 2021 leyó el manifiesto de la plataforma cívica Unión 78 en el escenario de la plaza de Colón de Madrid con motivo de la manifestación contra los indultos que el gobierno del PSOE iba a conceder a los catalanes independentistas presos desde el otoño de 2017 por el proceso soberanista de Cataluña. Tras él intervinieron Yeray Mellado, presidente de la asociación S'ha Acabat!, y Rosa Díez, expresidenta de UPyD y fundadora de Unión 78.[19]
Obras
Poesía
Junto al agua (1980)
Las tradiciones (1982)
La vida fácil (1985)
El mismo libro (1989)
Las tradiciones (1991), recopilación de su primera obra poética 1979-1990
Se han editado más de veinte tomos de su diario Salón de pasos perdidos en la editorial Pre-Textos. En 1999 apareció Capricho extremeño, una selección de extractos de su diario con centro temático en el campo de Extremadura; en 2011 se publicó una edición revisada.[20]
↑Gracia, 2006, pp. 1-2. «La revisión del fascismo literario español en la democracia fue un asunto más atractivo para los escritores jóvenes y nuevos de la década de los setenta y ochenta que para los medios universitarios. Sin embargo, los últimos cinco o diez años han mostrado un aumento sustancial de la atención: las reediciones y los estudios sobre las obras de autores fascistas han dado continuidad al trabajo pionero de José-Carlos Mainer, y tomando así el relevo de lo que había sido la curiosidad estética y literaria por el falangismo de Francisco Umbral, Andrés Trapiello, Miguel Sánchez-Ostiz o José Carlos Llop.»
↑Becerra Mayor, 2012, pp. 39, 41. «Críticos destacados, y fuera de toda sospecha ideológica, iniciaron en la década de los ochenta la labor de elogiar y aun de recomendar la lectura de los escritores falangistas más insignes. [...] Andrés Trapiello, que se erige como voz paradigmática del revival». El argumento estético, como el que proponía Martínez Cachero en su Liras y lanzas, es el mismo del que parten Trapiello y Gracia, Cercas y Mainer, para rescatar del olvido la literatura del fascismo.
↑Luque Amo, Álvaro: El diario personal en la literatura: Teoría del diario literario. El «Salón de pasos perdidos» (1990-2018), de Andrés Trapiello, tesis doctoral, Universidad de Granada, 2019. Acceso abierto Digibug.