Josué 6Josué 6 es el sexto capítulo del Libro de Josué en la Biblia hebrea o en el Antiguo Testamento de la Biblia cristiana.[1] Según la tradición judía, el libro se atribuyó a Josué, con añadidos de los sumos sacerdotes Eleazar y Fineas,[2][3] pero los eruditos modernos la consideran parte de la Tradición deuteronómica, que abarca desde el libros del Deuteronomio hasta 2 Reyes, atribuida a escritores nacionalistas y devotos de Yahvé durante la época del rey reformador de Judea Josías en el siglo VII a. C.[3][4]. Este capítulo se centra en la Batalla de Jericó bajo el liderazgo de Josué,[5] parte de una sección que comprende Josué 5:13-12:24 sobre la conquista de Canaán.[6] TextoEste capítulo fue escrito originalmente en Lengua hebrea. Se divide en 27 Versículos. Testigos textualesAlgunos de los primeros manuscritos que contienen el texto de este capítulo en hebreo pertenecen a la tradición del Texto Masorético, que incluye el Códice de El Cairo (895), el Códice de Alepo (siglo X) y el Códice Leningradensis (1008).[7] Fragmentos que contienen partes de este capítulo en hebreo fueron encontrados entre los Rollos del Mar Muerto incluyendo 4Q47 (4QJosha; 200-100 AEC) con los versículos 5-10 existentes.[8][9][10] [11] Los manuscritos antiguos existentes de una traducción al griego koiné conocida como la Septuaginta (originalmente se hizo en los últimos siglos AEC) incluyen el Codex Vaticanus (B; B; siglo IV) y Codex Alexandrinus (A; A; siglo V). [12][14] Fragmentos del texto griego de la Septuaginta El texto griego que contiene este capítulo se encuentra en manuscritos como Washington Manuscript I (siglo V de nuestra era), y una versión reducida del texto de la Septuaginta se encuentra en el Rollo de Josué ilustrado.[15][16][17]. AnálisisLa narración de la conquista de la tierra de Canaán por los israelitas comprende los Versículos 5:13 a 12:24 del Libro de Josué y tiene el siguiente esquema:[18]
Instrucciones para la batalla (6:1-5)El relato del ataque a Jericó sigue a la escena de la comisión (Josué 5:13-15) con una nota (Versículo 1) de que la gente de Jericó estaba presa del miedo (cf. Josué 2:24), por lo que la ciudad estaba «encerrada por dentro y por fuera».[19] Las instrucciones del versículo 2-5 proceden de Dios directamente, en lugar de a través del comandante, y comienzan como un plan de batalla, pero luego se transforman en un extenso acto de adoración: los hombres de guerra debían marchar alrededor de la ciudad una vez al día durante seis días, junto con los sacerdotes que llevaban el Arca de la Alianza y siete sacerdotes que iban delante del arca llevando trompetas de cuerno de carnero, y luego, al séptimo día, todos debían circunvalar Jericó siete veces antes de que los sacerdotes tocaran las trompetas largamente y todos los hombres gritaran con fuerza. [20] Con el prolongado toque de trompeta y el gran ruido de los gritos, Dios prometió que los muros de Jericó caerían, permitiendo a los israelitas entrar en la ciudad y destruirla.[21] El arca misma representa la presencia de Dios en la «Guerra Santa de Israel» (cf. 1 Samuel 4:1-3).[19] Versículo 5
Comentario a los versículos 1-11Desde el inicio de la conquista de la tierra prometida, se destaca que los israelitas no obtuvieron las ciudades por su fuerza militar, sino como un don de Dios, quien entregó todo en sus manos. Este aspecto se subraya en el caso de Jericó: aunque la ciudad estaba completamente cerrada (v. 1), el Señor declara a Josué: «Pongo en tus manos Jericó» (v. 2). Esto evidencia que, para Dios, nada es imposible. Las instrucciones para conquistar la ciudad no siguen una lógica militar, sino que resaltan el protagonismo divino. Más que una estrategia bélica, parecen preparar la entrada solemne del Arca de la Alianza en la ciudad, con elementos litúrgicos como los seis días de preparación, el clímax en el séptimo día y los sacerdotes que llevan el Arca precedidos por trompetas de carnero. Este acto no es marcial, sino un cumplimiento fiel del plan de Dios, cuyo éxito depende de la obediencia del pueblo a sus instrucciones. La destrucción de Jericó (6:6-27)Todo el procedimiento antes de la batalla real es un acto de obediencia religiosa y devoción sin realismo militar para enfatizar que en este relato primario de la Guerra Santa de Israel la victoria pertenece a YHWH.[19] En contraste con las victorias triunfantes en la Guerra Santa de Transjordania (Deuteronomio 2:26-3:11, especialmente 2:31), aquí se presenta un nuevo significado y solemnidad sobre la toma de Jericó, como el 'primer fruto' de la conquista de la tierra prometida.[19] Destaca el protagonismo del número siete (siete trompetas, versículo 8; días, siete circuitos en el séptimo día, versículos 14-15; cf. versículo 4), como también en otras partes de la Biblia hebrea (Génesis 1:1-2:4; 4:24) y en la literatura antigua como las de Ugarit.[19] La teología del herem, o 'prohibición', en el centro de la narración, y de la Guerra Santa, también era conocida fuera de Israel (el rey Mesha de Moab escribió haber sometido a los israelitas al herem, en la Piedra Moabita de mediados del siglo IX), con sus implicaciones detalladas en los Versículos 17, 21 (cf. Deuteronomio 20:16-18 para la ley): todos los seres vivos, todas las criaturas vivas, y toda la riqueza de la ciudad debe ser consagrada a Dios y depositada en el «tesoro de Yahveh» (es decir, en cualquier santuario de la ciudad). (es decir, en cualquier santuario de YHWH).[25] El relato de la batalla contiene una nota clara sobre la protección dada a Rahab y a su familia (Versículos 22-25), de acuerdo con el compromiso hecho en capítulo 2.[25] Versículo 21
Comentarios al versículo 21Las normas sobre el anatema en Dt 7,1-6.25-26; 13,13-19 y, especialmente, en 20,16-18 instan a Israel a evitar la idolatría de los cananeos destruyendo todo lo consagrado. Aunque estas disposiciones puedan parecer crueles para nuestra mentalidad, deben entenderse en su contexto histórico y como parte del desarrollo gradual de la revelación divina. Por un lado, reflejan prácticas comunes en la antigüedad; por otro, al exigir la destrucción del botín, disuaden guerras motivadas por codicia. Estas leyes fueron transitorias y no justifican la violencia en ningún tiempo. La plenitud de la revelación divina se encuentra en Cristo, quien en el Sermón de la Montaña (Mt 5,44-45) enseña el amor a los enemigos. Místicamente, este mandato ha sido interpretado como un llamado a la renuncia total para unirse a Dios, como explica San Juan de la Cruz en Subida al monte Carmelo:[27]
Versículos 22-23
Comentarios a los versículos 22-23Rajab se incorporó a Israel y obtuvo la salvación como premio a su buena acción con los exploradores (2,1-21). Su recuerdo llega hasta el Nuevo Testamento. Es una de las mujeres que figuran en la genealogía de Jesús (Mt 1,5), y su fe con obras es alabada en Hb 11,31 y St 2,25. Los Padres de la Iglesia han visto en Rajab una figura de la salvación de los gentiles que acogen la fe cristiana:[30]
Otros han visto en la casa de Rajab, fuera de la cual no hubo salvación, una figura de la Iglesia:
Versículo 26
Comentarios al versículo 26La maldición pronunciada por Josué alude a la costumbre cananea de ofrecer sacrificios humanos con motivo de la construcción de las ciudades. En 1 R 16,34 se dice que Jiel de Betel, que reedificó Jericó puso los cimientos sobre Abiram, su hijo mayor, y colocó las puertas sobre Segub, su hijo menor.[34] La maldición de Josué a Jericó en este Versículo tendrá un sombrío eco en 1 Reyes 16:34.[25] Comentario a los versículos 12-27El relato de la toma de Jericó no es, ciertamente, una crónica militar sobre la conquista de la ciudad. Está narrado en lenguaje teológico, con el que se enseña que el éxito en ese primer asedio realizado por Israel en la tierra prometida fue consecuencia de su obediencia a los designios de Dios. El asalto a la ciudad, que según se indica al principio del relato resultaba difícil ya que estaba bien fortificada (cfr 6,1), se consiguió por unos medios muy distintos a los convencionales. La fe en Dios manifestada en la obediencia rendida a las órdenes de Josué, su mediador, fue suficiente para que los obstáculos se desvanecieran por sí mismos.[35]
En la historia del Pueblo de Dios a lo largo de los siglos, y en la historia personal de cada uno, se comprueba muchas veces que las dificultades desaparecen cuando se afrontan con fe y se obedece a quien en nombre de Dios indica los medios que han de ponerse, aunque parezcan desproporcionados. La obediencia que nace de la fe siempre es eficaz:
ArqueologíaEl yacimiento de antigua Jericó fue excavado por:[38]
Véase tambiénReferencias
Bibliografía
Enlaces externos
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