Ciénega de Chapala (Michoacán)
La Ciénega de Chapala en Michoacán es una región histórico-geográfica emplazada dentro de lo que hoy es la región socioeconómica Lerma-Chapala y conformada por una planicie desecada que en tiempos anteriores irrigaba el lago de Chapala. Los municipios que la integran son: Briseñas, Cojumatlán de Régules, Ixtlán, Jiquilpan, Pajacuarán, Sahuayo, Venustiano Carranza, Villamar y Vista Hermosa.[1] HistoriaEn la época prehispánica la agricultura regional consistía en el autoconsumo, sin embargo, durante el Virreinato de la Nueva España se introdujo la ganadería y se incrementaron la pesca y las labores agrícolas debido a la instauración del modelo de producción europeo, que disponía a las zonas rurales al beneficio de las zonas urbanas.[2] Con la expansión de la clase ganadera, a los indígenas asentados se les fue desplazando, con lo que fue mermando su presencia en la Ciénega hasta prácticamente desaparecer.[3] En tiempos de la Independencia las haciendas de la región fueron blancos primordiales para los sublevados debido a su apoyo a la España napoleónica.[4] Al finalizar el conflicto armado la burguesía regional ya no tenía que rendir cuentas a la Corona, lo que les brindó una mayor autonomía en la realización de sus proyectos.[4] Durante el Porfiriato, las haciendas se transformaron en empresas capitalistas y se volvieron a consolidar como la unidad económica primordial de la producción agropecuaria y el núcleo de la organización socioeconómica.[5] El ejemplo más representativo de este nuevo modelo económico en la Ciénega fue la hacienda de Guaracha.[6] Es en este periodo de la historia de México que se dio uno de los mayores cambios para la Ciénega, puesto que entre 1904 y 1908 se desecaron alrededor de 560km² de zona lacustre del lago de Chapala con al levantamiento de un bordo de contención;[5] todo a iniciativa del hacendado Manuel Cuesta Gallardo —gobernador de Jalisco en 1911— que veía un potencial productivo en la región al usar las tierras desecadas como sembradíos.[5] El proyecto afectó seriamente al ecosistema lacustre[7] y permitió que se consolidara la hegemonía de las haciendas.[5] Aun con todo esto, la región pudo dar un paso adelante durante el gobierno de Lázaro Cárdenas (1934-1940), ya que impulsó el reparto agrario de modo masivo con la conformación de ejidos y se dio fin al modelo agroeconómico de la Hacienda —ejemplo de ello fue la expropiación de las hacienda de Guaracha, Cumuato, Buenavista y San Simón—.[8] Ello posibilitó que los campesinos cultivaran tierras de sus pertenencia con ayuda del gobierno federal.[9] No obstante, debido a que los ejidatarios contrajeron deudas que no pudieron pagar, varios se vieron en la necesidad de irse como braceros a los Estados Unidos.[10] Entre 1940-1970 en la Ciénega se empezó a tecnificar la agricultura y a aplicar agroquímicos que más adelante tendrán un impacto negativo en el ecosistema y en la salud humana.[11] Asimismo, el Distrito de Riego de la Ciénega empezó a construir más infraestructura hidráulica con el motivo de incluir más terrenos dentro del sistema de riego, entre otras obras.[12] La «revolución verde» también permitió que se aumentaran los créditos para los agricultores, lo que ayudó a la obtención de maquinaria y fertilizantes químicos, plaguicidas, etc.[12] No obstante, debido a que el proyecto fue mal dirigido no permitió el desarrollo de las zonas rurales,[13] lo que provocó una división entre productores rurales: unos con maquinaria, fertilizantes, mano de obra, etc., y otro con pocos medios de producción.[14] Alrededor de 1980 la Ciénega se abrió a los mercados internacionales.[15] Al establecerse el modelo neoliberal, el Estado empezó a favorecer la inversión extranjera, dio fin a los subsidios,[16] permitió la compra y venta de las tierras ejidales, entre otras reformas.[17] También se empezaron a cosechar hortalizas, que requirieron mayor inversión,[18] lo que condujo la renta y venta de más tierras ejidales.[18] Véase tambiénReferencias
Bibliografía
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