Ángel Custodio Loyola
Ángel Custodio Loyola (Mata Arzolera, estado Guárico; 4 de septiembre de 1926 -Cagua, estado Aragua; 24 de septiembre de 1985) también conocido como «El cantor del llano», fue un cantante y compositor venezolano[1]de música llanera. Se destacó por ser un pionero del joropo que inició su carrera desde muy pequeño, inspirado en el contacto con el campo y las faenas propias de su localidad. BiografíaLa niñez de «El cantor del llano» se desarrolló en un entorno rural característico de los llanos venezolanos, específicamente en la región limítrofe entre los estados Guárico y Barinas (Zamora, para aquel entonces). Su constante desplazamiento por esta zona, rica en cursos de agua, dejó una profunda huella en su identidad. En consecuencia, no resulta sorprendente encontrar en la actualidad a numerosos familiares y amistades de Loyola dispersos por las parroquias del municipio Arismendi, estado Barinas. Asimismo, son múltiples los testimonios de quienes lo conocieron en sus inicios como intérprete musical en la región llanera, expresando una admiración profunda por su talento.[2] Loyola, al crecer inmerso en el ambiente cultural del llano desde su infancia, fue influenciado por destacados copleros relancinos como Eliseo Flores, Manuel Pérez Acosta, Juan de la Cruz “Cucú” Pérez, Ricardo Acevedo, Ramón Delgado, Santana Peña, Valentín Díaz, entre otros que eran cantadores improvisados de fama local que no llegaron a grabar discos. Eran los años en que el contrapunteo era el género de canta llanera más popular. En la entrevista titulada Todo el llano en la voz (1994), junto a otros escritos de Ángel Eduardo Acevedo y José Antonio Silva; Loyola le confesó al poeta Luis Alberto Crespo que la primera vez que le permitieron cantar en público y entre adultos fue en Zamora[n 1] (Barinas), contando Loyola en aquella ocasión con «más o menos catorce años» de edad, en un baile homenaje a San Lorenzo que se había prendido en el vecindario El Berraco, concretamente en la casa de Ramón Hernández, un primo de Loyola, quien también cantaba, al igual que Eliseo Flores, otro admirado pariente.[2] Trayectoria Profesional y ReconocimientoPosteriormente, Loyola comenzó a participar de manera regular en bailes y eventos públicos, donde su talento vocal fue cada vez más apreciado. A raíz de estas presentaciones, su fama se expandió rápidamente, lo que incrementó notablemente la demanda por sus actuaciones. En una entrevista, Loyola atribuyó su descubrimiento en el mundo artístico a Germán Fleitas Beroes, Pedro Azopardo, Rafael y Mariano Hurtado Rondón, reconocidos poetas y cantantes del llano guariqueño, quienes reconocieron su potencial. Pero fue el maestro Juan Vicente Torrealba, siguiendo la recomendación de Antonio Abraham (musiú Abraham), quien se dirigió a Calabozo con el propósito de invitar a Loyola a unirse al conjunto Los Torrealberos, en la residencia de Raquel Jaén.[2] Los TorrealberosLa carrera musical de Ángel Custodio Loyola adquirió un impulso significativo al unirse al conjunto folklórico de don Juan Vicente Torrealba hacia finales de los años cuarenta. Esta asociación estratégica le permitió alcanzar una amplia proyección a nivel nacional, consolidando su reputación como un intérprete de gran valía y obteniendo el respeto de sus colegas. A partir de ese momento, amplió su influencia a diversos medios de comunicación, tales como la radio, la televisión y el cine, donde sobresalió por su carisma innato y su profesionalismo. Su emblemático apodo, «El Tigre de Masaguarito»,[3] acuñado en el llano y durante sus presentaciones en vivo, se convirtió en un símbolo de su vigor y audacia en el escenario. Entre las décadas de 1940 y 1950, en la escena musical caraqueña había intérpretes de una variante del joropo que se distinguía por su ritmo acelerado y una instrumentación peculiar, en la que destacaban el bandolín, la guitarra, las maracas y otros instrumentos. Esta manifestación musical, con características únicas la diferenciaban del joropo tradicional del llano adentro. El repertorio de artistas que interpretaron el joropo caraqueño-mirandino[4] incluía nombres de gran relevancia como César del Ávila, Juan del Ávila, Magdalena Sánchez, Josefina Rodríguez, Lorenzo Herrera (padre e hijo), Adrián Pérez (autor de la célebre composición «El muñeco de la ciudad»), Vicente Flores y Heriberto Escobar,[5] entre otros destacados exponentes de este género. A su llegada a Caracas, Loyola se encontró inmerso en un panorama musical hasta entonces desconocido para él. Emprendió una rigurosa crítica del joropo caraqueño-mirandino y de los géneros caribeños, como el mambo y la guaracha, que gozaban de gran popularidad en los círculos urbanos de la época. En uno de sus pasajes, se escucha:
Loyola se posicionó ante el público como un auténtico representante y embajador del joropo más puro, el del llano profundo. Su estilo, marcado por un lenguaje coloquial, genuino y auténtico, despertó un creciente interés y admiración tanto en la audiencia caraqueña como en el resto del país. De este modo, se erigió como una figura emblemática en la defensa de lo que podríamos denominar la ética llanera, cuestionando cualquier elemento que, a su juicio, pudiera corromperla. Impulsado por esta radical perspectiva, decidió separarse de Juan Vicente Torrealba y Los Torrealberos. Pero antes de la separación y a pesar del breve tiempo de trabajo, hicieron juntos las primeras grabaciones de Loyola en acetatos de 78 revoluciones por minuto (r. p. m.) para los sellos disqueros REHA y Banco Largo, de los temas: El gavilán, Tierra Negra, Pasaje N.º 1, El carnaval, San Rafael, El sancocho y El pabellón.[6] Luego, saldría a la luz pública el long play (LP) Dos criollísimos, que reúne todos los temas cantados por Loyola al pie del arpa de Juan Vicente Torrealba. Colaboración con Ignacio "Indio" FigueredoTras disolver su vínculo profesional con Torrealba, Loyola estableció una colaboración artística con Ignacio Ventura Figueredo, reconocido arpista apureño. Figueredo, también conocido como «El indio Figueredo», residía de forma itinerante entre Caracas y Maracay. Fruto de esta alianza, en 1951 o 1952, ambos músicos grabaron un sencillo de 45 rpm que incluía los temas El gabán y La verdolaga. La popularidad de Loyola experimentó un ascenso constante. La producción de discos de acetato, sumado a la amplia difusión a través de rocolas, programas radiofónicos, presentaciones en vivo y televisión, contribuyó significativamente a consolidar su éxito. Su interpretación del canto llanero se caracterizaba por una voz clara y sonora, que transmitía con maestría la poesía de sus letras sencillas, propias de la tradición llanera. Su vestimenta, compuesta por un liqui-liqui almidonado, sombrero de ala ancha, chaparro y pañuelo, se convirtió en su sello personal, asociándolo de manera indisoluble con su figura pública. Estos elementos del atuendo tradicional venezolano no solo complementaban su imagen, sino que también reflejaban su arraigo a las costumbres regionales. Al respecto, escribió Crespo:[2]
Los GuariqueñosCon una voz que resonaba en cada rincón de Venezuela, logró conectar profundamente con el público, al que ofrecía una música que celebraba la vida y la alegría. Sus canciones, auténticas expresiones del sentir nacional, deleitaban no solamente a los venezolanos, sino a otras regiones fuera del país. Loyola ostenta el distinguido honor de ser el primer cantante de música llanera en incursionar en el cine mexicano. Su destacada participación en diversas producciones cinematográficas de la época dorada del cine mexicano[7] lo posicionó como una figura emblemática. Asimismo, su presencia en la televisión mexicana, particularmente en Televisa, consolidó su reconocimiento en el medio artístico. En 1954, fundó su propia agrupación musical, Los Guariqueños, con quienes realizó numerosas grabaciones para sellos discográficos de renombre como Discomoda y Cachilapo.[8] Contribuciones y LegadoÁngel Custodio Loyola fue un artista prolífico y versátil. Sus canciones, muchas de las cuales eran de su propia autoría, reflejaban la vida y la cultura del llano venezolano.[9] No solo participó en la interpretación de este género, sino que también reforzó su popularidad a través de su propia creación. Su voz, potente y expresiva, y su estilo interpretativo cautivaron a la audiencia, convirtiéndolo en un ícono de la música popular venezolana. Su legado musical continúa influyendo en el arte del canto llanero. En los últimos años de su vida, se estableció entre San Juan de los Morros y Maracay, donde continuó promoviendo el folclore a través de programas radiales.[10] Su muerte dejó un vacío en la escena musical, pero su legado perdura, ya que su arte sigue vivo en las voces de nuevos cantantes que lo consideran un maestro. Con cada interpretación de sus canciones, se revive la esencia del llano venezolano, fortaleciendo la identidad cultural de la región. La música de Ángel Custodio Loyola es un reflejo de su vida y su pasión, y seguirá siendo un faro de inspiración para futuros artistas.[11] Discografía
Compilaciones
Notas
Referencias
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