El tratado permitió a Italia, Rumania, Hungría, Bulgaria y Finlandia reasumir sus responsabilidades como Estados soberanos en asuntos internacionales. El acuerdo elaborado en el tratado incluía el pago de reparaciones de guerra, el compromiso con los derechos de las minorías y ajustes territoriales como el fin del Imperio colonial italiano en África y los cambios a varias fronteras en la Europa oriental. No se iban a aplicar sanciones a los nacionales debido a la alineación durante la guerra. Cada gobierno se comprometió a evitar el resurgimiento de las organizaciones fascistas o de naturaleza similar.[2] El Tratado pretendía resolver parte de los conflictos territoriales existentes en Europa, a la vez que deshacer los cambios fronterizos introducidos por la Alemania nazi durante la guerra.[3]
Finlandia sería limitada a las fronteras del 1° de enero de 1941 y devolvería la región de Petsamo. Además, debía arrendar a la Unión Soviética un territorio alrededor de Porkkala por 50 años para la construcción de una base naval. La Unión Soviética debía pagar 5 millones de marcos por año por el uso de este territorio (en 1955, la URSS renunció a sus derechos sobre Porkkala antes del vencimiento del contrato de arrendamiento).[1][4] En Finlandia, el ajuste fronterizo dictado fue percibido como una gran injusticia y una traición por parte de las potencias occidentales, después de la simpatía que Finlandia había recibido de Occidente durante la Guerra de Invierno de 1939-40.[2]
Reparaciones de guerra
El asunto de las reparaciones de guerra resultó ser uno de los más difíciles derivados de las condiciones de posguerra. La Unión Soviética se sintió con derecho a obtener las mayores cantidades posibles, con la excepción de Bulgaria, que era percibida como la más comprensiva de los antiguos países enemigos. En los casos de Rumania y Hungría, los términos de reparación estipulados fueron relativamente altos y no fueron revisados. Según los precios de 1938, los antiguos aliados europeos de Alemania debían pagar lo siguiente:[2]