Tradicionalismo filosóficoTradicionalismo, en la historia de la filosofía, es la tendencia socio-filosófica a valorar la sabiduría práctica expresada en la tradición en cuanto conjunto de normas y costumbres heredadas del pasado, que los tradicionalistas consideran el resultado de siglos de experiencia probada, o razón práctica. El tradicionalismo se basa en que la verdad proviene de una fuente divina (revelación). El error no es una consecuencia de un mal aprendizaje subsanable por su corrección, sino un castigo; por lo tanto, la verdad no es asunto de la razón, sino de la autoridad, transmitida por la tradición y el legado histórico.
Tradicionalismo filosófico del siglo XIXEl tradicionalismo es un movimiento filosófico y religioso que sostiene la necesidad de una revelación Divina no solo para conocimientos de tipo sobrenatural —que la teología cristiana llama precisamente «revelados»— sino también para el conocimiento de cualquier entidad no cognoscible por los sentidos como son la metafísica, la moral, la existencia de Dios, la noción de ente, la inmortalidad del alma, etc.[1] Dado que se habla de una revelación primitiva, para que sea posible su conocimiento a las generaciones posteriores es necesario que esta se transmita por tradición, de ahí el nombre del movimiento, y que sea aceptada por fe en cada persona. El tradicionalismo primitivo y pre-reflexivo se distingue por la ausencia práctica de un grupo de personas opuestas a los cambios y está asociado con ideas mitológicas sobre la tradición. El surgimiento del tradicionalismo ideológico o reflexivo se asocia con la Edad Media, se remontaría a la cultura humanista y su interés por el hermetismo y el mito de la existencia de una forma antigua de teología común a todas las doctrinas religiosas por personas con un espíritu ilustrado, que luego fue retomado en la época romántica con los estudios dedicados al simbolismo y la mitología que dieron lugar a las prácticas ocultistas,[2] o también se remonataría con el final del siglo XVIII, cuando los filósofos de la Ilustración sembraron dudas sobre las verdades tradicionales. Se asocian con nombres como Joseph de Maistre , Louis Gabriel Bonald Ambroise , François René de Chateaubriand o Fabre d'Olivet. No se trata de una doctrina o un conjunto de estas, sino más bien de un movimiento cultural marcado por su oposición a la Ilustración y la razón, en reacción a la cultura positivista predominante de la era industrial moderna, se caracterizan ahora por la crítica del materialismo, la exaltación del espiritualismo y el redescubrimiento de las religiones orientales. No proviene del clero, sino más bien de los intelectuales laicos conservadores opuestos a los cambios en la sociedad producto de la Ilustración, la Revolución Científica, la Revolución Industrial, las Revoluciones liberales y la Modernidad. Será como el equivalente cultural del romanticismo a nivel literario. La racionalidad humana, según estos autores, es incapaz de alcanzar la verdad. Para vivir se ha de confiar en la revelación divina y el dogma como únicos criterios válidos para alcanzar la verdad. La tradición la presentan como fundada en la revelación. Sus principales representantes a nivel filosófico son: Lamennais, De Bonald, Bonnetty y Bautain. La presentación más sistemática del movimiento fue objetivo de filósofos de Lovaína como Arnold Tits que llevaron el tradicionalismo más allá sosteniendo las ideas innatas. Según Juan Manuel de Prada:
Tradicionalismo Integral (perennialismo)El tradicionalismo integral es una doctrina filosófica y religiosa no alternativa-sagrada[4] que critica el mundo moderno y revela en todas las culturas y religiones la lógica de una Tradición integral única que existió pero que se perdió. Formulado por el pensador francés René Guénon en el siglo XX, la Tradición es identificada por Guénon como escondida en una congerie de símbolos representados en los mitos (la edad de oro , los hiperbóreos , Thule , Atlantis), que no son, como quisiera una interpretación superficial, fruto de la imaginación humana, pero, al encontrarse constantemente en una diversidad de culturas, son prueba de la existencia de la "Tradición", explicada por el mismo con la oración siguiente: «El pueblo conserva así, sin comprenderlos, los fragmentos de antiguas tradiciones, a veces incluso que se remontan a un pasado tan lejano que sería imposible determinar [...]. De este modo, cumple la función de una especie de memoria colectiva más o menos subconsciente, cuyo contenido, evidentemente, ha venido de otra parte».[5] Para Guénon, el mundo físico era una manifestación de principios metafísicos, que se conservan en las enseñanzas perennes de las religiones del mundo, pero que se perdieron en el mundo moderno.[6][7][8] Para Guénon, "el malestar del mundo moderno radica en su implacable negación del reino metafísico". Entre los representantes destacados del tradicionalismo integral se encuentran el filósofo italiano Julius Evola, el lingüista holandés-alemán, arqueólogo, etnógrafo y fundador de Anenerbe, Herman Wirth (con reservas), el etnógrafo rumano y erudito religioso Mircea Eliade (con reservas), el escritor y mitólogo Sánchez Dragó,[9][10] el escritor, político y ensayista Vicente Risco, el filósofo Jean Hani, el filósofo brasileño Olavo de Carvalho, pensadores suizos como Titus Burkhardt, Fridtjof Schuon, entre otros. La Escuela Tradicionalista o Perennialista cree por tanto en la existencia de una sabiduría perenne o una filosofía perenne, verdades primordiales y universales que forman la fuente y son compartidas por todas las principales religiones del mundo. A partir de esta intuición primaria Guénon elaboró, tras la publicación de algunos textos sobre el Vedānta,[11] escritos polémicos sobre teosofía[12] y espiritismo[13] y, en particular, a partir de las reflexiones descritas en la obra La Crise du monde moderne (1927), la idea principal que comparte el tradicionalismo sobre la crisis de Occidente, la cual aparece irreversible después de la marginalización de la civilización medieval cuando se pierde el conocimiento de la "verdadera" metafísica, es decir, de esos valores, es decir, abrumado por el "triunfo de la cantidad". “Daño a la calidad que ha generado la uniformidad que distingue al mundo moderno.[14]
Los principales autores de esta escuela de pensamiento son René Guénon , Ananda Coomaraswamy y Frithjof Schuon . Otros miembros importantes incluyen a Titus Burckhardt, Martin Lings, Seyyed Hossein Nasr, William Stoddart, Jean-Louis Michon, Marco Pallis , Huston Smith y Julius Evola. Según los miembros de la Escuela Tradicionalista, también conocida como Escuela Perennialista, existen verdades metafísicas universales y primordiales que están en la base de todas las religiones más importantes del mundo (con énfasis en las de tradición abrahámica y dharmicas). La perspectiva de estos autores a menudo se conoce como philosophia perennis (filosofía perenne), que es a la vez "Verdad absoluta y Presencia infinita". La Verdad Absoluta es "la sabiduría perenne (sophia perennis) que se erige como la fuente trascendente de todas las religiones intrínsecamente ortodoxas de la humanidad". La Presencia Infinita es "la religión perenne (religio perennis) que vive dentro del corazón de todas las religiones intrínsecamente ortodoxas".[15] La visión tradicionalista de una sabiduría perenne no se basa tanto en experiencias místicas, sino en intuiciones metafísicas.[16][17] Se "intuye directamente a través del intelecto divino". Este intelecto divino es diferente de la razón y permite discernir "la unidad sagrada de la realidad que está atestiguada en todas las expresiones esotéricas auténticas de la tradición"; es "la presencia de la divinidad dentro de cada humano esperando ser descubierta". Para los tradicionalistas, la filosofía perenne tiene una dimensión trascendente - Verdad o Sabiduría - y una dimensión inmanente - Presencia o Unión infinita. Así, por un lado, "discernimiento entre lo Real y lo irreal, o entre lo Absoluto y lo relativo", y por otro, "concentración mística en lo Real". Según Frithjof Schuon:[17]
Pero todo ello habría sido despreciado por el Mundo moderno, donde humanidad ahora ha completado su ciclo (Yuga)[18] y ahora ha llegado a la fase final donde el poder temporal domina sobre el espiritual (en contradicción con la doctrina medieval de las dos espadas), provocando el declive extremo de Occidente que ahora ha perdido la "Tradición Primordial" de origen no humano, revelada y depositaria de sabiduría espiritual. Según los tradicionalistas, esta verdad se ha perdido en el mundo moderno a través del surgimiento de nuevas filosofías seculares derivadas de la Ilustración, y la modernidad misma se considera una "anomalía en la historia de la humanidad".[19] Lo tradicionalistas ven su enfoque como un anhelo justificable por el pasado; en palabras de Schuon: "Si reconocer lo que es verdadero y justo es" nostalgia del pasado ", es claramente un crimen o una vergüenza no sentir esta nostalgia".[20][21] InfluenciaAlgunos filósofos y sociólogos occidentales[22] comparan al fundador de las enseñanzas de Rene Guenon con Karl Marx en términos del grado de radicalismo, notando, sin embargo, una crítica mucho más profunda del mundo moderno en todas sus manifestaciones. René Guénon irónicamente proporcionó influencia fundamental en una serie de movimientos políticos, sociales y culturales modernos (con estética reaccionaria), incluido el nacionalsocialismo alemán , especialmente los movimientos esotéricos de las SS (a través de Julius Evola y Hermann Wirth), el fascismo italiano (a través de Julius Evola), el Movimiento europeo de la Nueva Derecha (a través de Alain de Benois), ciencias políticas, sociología y filosofía italianas (a través de Claudio Mutti), etc. Varias figuras influyentes de los movimientos populistas de extrema derecha del siglo XXI se han afiliado al tradicionalismo, a menudo con Evola en particular. Según el libro War for Eternity de Benjamin R. Teitelbaum , el exasesor de Donald Trump, Steve Bannon, el ideólogo ruso Aleksandr Dugin y el escritor brasileño Olavo de Carvalho, todos se han asociado de algún modo con el tradicionalismo y han interactuado entre sí basándose en esos intereses.[23] El tradicionalismo tuvo un impacto discreto en el campo de la religión comparada,[24] particularmente en el joven Mircea Eliade, aunque él mismo no era miembro de esta escuela. Eruditos contemporáneos como Huston Smith, William Chittick, Harry Oldmeadow , James Cutsinger y Hossein Nasr han defendido el perennialismo como una alternativa al enfoque secularista de los fenómenos religiosos. Condena de la IglesiaA las críticas elevadas por teólogos y obispos al inicio, siguieron las del Papa: las encíclicas Mirari vos (1832) y Singulari Nos (1834) son una condena directa de las teorías tradicionalistas a la Lamennais. La encíclica Qui pluribus y la alocución Singulari quadam son una condena más genérica que además aclara la posición católica al respecto. Así también se trató en el Concilio Vaticano I afirmando ante todo la capacidad de la razón humana para llegar a Dios sin necesidad de una revelación,[25] sobre la base de la tradición tomista y agustinismo de la revelación general sobre la validez de pruebas de la existencia de Dios demostrada sin recurrir a la revelación especial, como las presentadas en las Cinco Vías, sosteniendo que los filósofos de todas las naciones habían obtenido un conocimiento de la existencia de un Dios supremo, único y universal, “natural para la condición humana”. Pero que sin el auxilio de la revelación cristiana, la gente no puede lograr una sabiduría de verdades más grandes como “La Trinidad”, y así se le dificulta salvar su alma. Por tanto los paganos no tenían excusa para no aceptar los dogmas católicos y convertirse. A Bautain se le exigió firmar una declaración de fe con los contenidos católicos tanto en 1834 como en 1844.[26] Lo propio se hizo también con Bonnetty en 1855.[27] Referencias
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