Tikvah Alper
Tikvah Alper (Sudáfrica, 1909 - Sarisbury Inglaterra, 1995) fue física y radiobióloga,[1] descubrió los mecanismos de transmisión de la encefalopatía espongiforme.[2] BiografíaTikvah Alper nació en Sudáfrica, y fue la más pequeña de cuatro hermanas de una familia inmigrante judía pobre. Asistió a la escuela superior femenina de Durban.[3] Se graduó en Físicas en la Universidad de Ciudad del Cabo en 1929. Entre 1930 y 1932 estudió en Berlín las partículas alfa bajo la dirección de la física nuclear Lise Meitner. En 1933 publicó un artículo sobre los rayos delta y las partículas alfa.[4] En 1932, retornó a Sudáfrica y se casó con el bacteriólogo Max Sterne, el inventor de la vacuna contra el carbunco para el ganado.[5] Dado que las mujeres casadas no podían trabajar en la universidad, crearon un laboratorio en casa donde trabajaban juntos. Sus hijos, Jonathan y Michael, nacieron en 1935 y 1936. A partir de 1937, se inició en la educación para sordos, ya que su hijo mayor era sordo profundo y aprovechó sus conocimientos de física para investigar sobre la formación de los sonidos en el habla y en 1948 se convirtió en jefe de la sección de biofísica del Laboratorio de Física Nacional sudafricano.[6] A pesar de su creciente fama científica, en 1951, Max Sterne y Tikvah Alper se vieron obligados a salir de Sudáfrica, debido a su abierta oposición al apartheid. Tikvah encontró un lugar de investigación (no remunerado) en los Laboratorios de Radiobiología MRC en el Hospital Hammersmith de Londres, dirigidos por Hal Gray, a quien había conocido en visitas anteriores. Su trabajo se centró en la biología celular investigando la complejidad de los efectos de la radiación en diferentes tipos de células, y su interacción con otros procesos fisiológicos y químicos. Fue directora de la Unidad de Radiobiología a partir de 1962 hasta su jubilación en 1974. Con sus investigaciones demostró que el agente infeccioso en la enfermedad contagiosa neurodegenerativa -que afecta ovejas y cabras- conocida como temblor o scrapie no contiene ácido nucleico.[7] Este importante hallazgo permitió entender mejor los mecanismos de todas las formas de encefalopatías espongiformes transmisibles -que también afectan a personas-. Continuó su vida profesional publicando en 1979 Radiobiología celular,[8] y a los 83 años pronunció una conferencia ante la Sociedad de Investigación de Radiación en Dallas. Murió en Sarisbury, Hampshire, en 1995.[9] Referencias
Bibliografía
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