Una joven bella, heredera de una fortuna, sospecha que la muerte de su padre en un cine durante la proyección de una película, no ha sido por causas naturales por lo que inicia una investigación junto a un médico.
«Sotto voce trabaja sobre algunos de los códigos más trajinados del cine negro, pero lo hace con la libertad suficiente para que el enigma central poco a poco le vaya cediendo importancia al desarrollo de los personajes que irán apareciendo uno a uno, como en un juego de cajas chinas.»[1]
«Sotto voce recuerda a Jacques Tourneur y a Fritz Lang, pero a diferencia de estos cineastas Levin se preocupa demasiado en aclarar los por qué, sin dejar nada librado al azar…En un principio juega y hace hincapié en la intriga, que lamentablemente más tarde se desmorona.»[1]
«Mario Levin, con astucia y talento logró un exacto clima para narrar esta historia. En ningún momento desaprovechó las excelencias de un guion que, al estilo del mejor cine negro, hace un complejo retrato de sus personajes, con su carga de sentimientos, perversiones y calidez.»[1]
Manrupe y Portela escriben:
«Mario Levin transita por su opera prima con una comodiad que en el cine argentino parece ciencia ficción. Aquella ciudad (Tennessee), espacio no presente, permanentemente nombrada, toma u lugar vital. La adaptación eligió un formato de contraste entre luces y sombras a veces sobrecargado, las zonas oscuras de la noche, los diálogos precisos, sin redundancias, sin retórica, donde el relato en off de Walensky acentúa la carga del policial negro y le agrega sobre todo en el último travelling que recorre el Riachuelo un sabor bien original al que cuesta asociar, por lo menos a simple vista, con algún otro ejemplo de la historia de nuestro cine. »[1]
Manrupe, Raúl; Portela, María Alejandra (2003). Un diccionario de films argentinos II 1996-2002. Buenos Aires: Editorial Corregidor. pp. 232-233. ISBN950-05-1525-3.