Reinos aimaras
Los Reinos Aymaras, Señoríos Aymaras, Señoríos Aimaras o Reinos Lacustres fueron una serie de pueblos nativos que florecieron hacia el período intermedio tardío, posterior a la caída de la cultura Tiahuanaco. Estos reinos o señoríos estuvieron geográficamente ubicados en el Altiplano andino y se desarrollaron entre los años 1100 y el 1480, momento en que fueron conquistados por los Incas. Aunque la desaparición de estos reinos se atribuye a la conquista militar incaica, la población aimara actual, que descienden de estos antiguos reinos, se estima en alrededor de dos millones ubicados en los países de Bolivia, Perú, Chile y Argentina.[1] Estos reinos utilizaban la lengua aimara y puquina.[2] OrigenDurante la época precolonial estos pueblos no eran conocidos como aymaras, sino que se distinguían por el nombre de sus propias sociedades. Los incas los llamaban collas, hasta que en 1559 Juan Polo de Ondegardo y Zárate los denominó «aymaras» a partir de la información lingüística obtenida en el Collao de una pequeña colonia de mitimaes «quechuas», pero que habían incorporado el lenguaje local y que se denominaban aymaras y provenían de los alrededores de Cuzco. Así se llamó «en español» al idioma cuyo real nombre era jaqi aru (significando humanidad y lengua respectivamente) y después le aplicaron ese nombre a quienes hablaban ese idioma, quienes se llamaban a sí mismos jaqi.[3][4] Los documentos tempranos de la colonia no dan nombre propio al idioma, sino que los cronistas Cieza de León y Pedro Pizarro se refieren a él como «lengua del Collao» y «lengua de los collas» respectivamente.[5] En 1559, el licenciado Juan Polo de Ondegardo, a la sazón corregidor del Cusco, escribe la relación De los errores y supersticiones de los indios tras haber convocado una junta de «indios viejos que habían quedado» (de la época inca) que le sirvieron de informadores.[6] Por este medio, Ondegardo tuvo conocimiento de un grupo de mitimaes (una etnia desplazada por el estado) que era originario de la región cusqueña y que, en última instancia, había acabado asimilando el habla aimaraica de su nuevo entorno.[7] Tomando la parte por el todo, se empezó a usar el nombre de la etnia trasplantada como nombre de todo el idioma, de manera que en las publicaciones producidas por el III Concilio Limense (1584-1585), que incorporan también un extracto de la mencionada obra de Ondegardo,[6] aparece por primera vez la palabra «aymara» explícitamente aplicada a la lengua.[5][8] La etimología original del glotónimo «aimara» (ⓘ [aj.ˈma.ɾa]) se encuentra dentro de lo especulativo, aunque se sabe que proviene de un etnónimo originario del departamento peruano de Apurímac.[9] Procede de los Andes centrales en Lima,[10] en la serranía central del Perú. Se fue extendiendo hacia el sur como lingua franca, y fue adoptada como lengua materna por los pueblos de la cultura Wari.[11] Hacia el Intermedio Tardío fue reemplazada por el quechua desde la costa hasta el Cuzco y su ingreso se habría producido, al parecer de manera violenta, por conquista militar avanzando desde el norte hacia el sur-este a lo largo de la Cordillera Occidental de los Andes y se repartieron el territorio altiplánico posiblemente bajo forma de diversos señoríos o reinos; algunos mencionados por Bertonio son: Lupacas, Pacajes, Carancas, Quillaguas, Charcas y otros.[12] La historia acerca del surgimiento u origen de la cultura aimara es bastante compleja y han surgido diferentes opiniones e hipótesis acerca de ello, una de ellas manifiesta que la misma tiene un origen en la cultura Tiahuanaco, por parte de antropólogos e historiadores como Carlos Ponce Sanginés o Max Uhle, algunos de sus principales argumentos son los siguientes:
Desaparecido el Estado Tiwanaku, la región quedó fragmentada en etnias aimaras. Estos aymaras se caracterizan por sus necrópolis compuestas por tumbas en forma de torres-chullpas. Existen también algunas fortalezas denominadas pucarás. En las últimas décadas, se tuvo un animado debate sobre los orígenes del aimara, desde tres posiciones teóricas. En tanto que Alfredo Torero (1972) y sus seguidores vieron un origen de esta lengua en la parte central del Perú, y por tanto la expansión del aimara desde allí, Teresa Gisbert (1987) y otros, basándose en algunos cronistas, plantearon un origen desde el sur (desde la región de Copiapo), con una expansión al norte, en tanto que Lucy Briggs (1994) percibió un patrón de expansión desde el núcleo de Tiwanaku. Por otro lado, según Cieza de León, los aymaras son procedentes de “Coquimbo”, un valle del norte chileno, John Hyslop demuestra la importancia de un sitio altiplánico llamado Coquimbo como capital Lupaca y necrópolis de sus mallkus. Es decir, la ola aimara que penetra en el Urcosuyo viene de mucho más al sur de lo que pretende Torero.[4][12] Según algunos autores, basados en estudios arqueológicos como lingüísticos, ambas familias de lenguas, quechua y aimara, tienen su origen en una determinada región en común de la parte central de lo que es actualmente Perú (Heggarty 2008). Este sitio fue probablemente en la sierra, aunque Alfredo Torero y Rodolfo Cerrón favorecen un sitio costeño (Cerrón 2003: 22, Torero 2002: 46). Arqueológicamente se reconoce la posibilidad del origen de ambas lenguas, en una forma pre-proto, sean aimara o quechua, en sitios como Caral-Supe (3000 a. C.-1600 a. C.) o quizás Chavín (1500 a. C.-200 d. C.). Se favorece también los grandes horizontes arqueológicos con su mayor unidad cultural y geográfica, sobre todo el Horizonte temprano, como los motores para la expansión de ambas lenguas. Torero también propone que se hablaba una forma temprana de aimara en sitios costeños como Nasca y Paracas y que desde allí hubo una expansión al norte a la región de Yauyos y al sur a la región de Ayacucho. Sobre todo, es la Cultura Wari (550-1000 d. C.) en el Horizonte Medio que es la favorita actual entre los estudiosos, desde Torero en adelante, como el motor de la gran expansión del aimara como una lengua franca hacia el norte como hacia el sur. Quizás esta expansión se debe a la influencia de los pastores por excelencia y los guardianes de las caravanas de llamas que manejaban el comercio entre Wari y sus periferias, proceso que fue seguido por los agricultores quechuas con sus nuevas técnicas de riego y andenes en la producción de maíz. Es tal vez la caída de Wari también que resultó en el ceder del territorio aimara a la llegada del quechua. Cerrón habla de una tercera expansión de aimara hacia el sur, desplazado por el quechua, en el período Intermedio tardío, desde la región del grupo de los Aymaraes en el Apurímac (que también podría haber dado el nombre aimara).[11] UbicaciónLos principales Reinos Aymaras fueron 12[18]
Algunos autores consideran los siguientes señoríos como señoríos aimaras:
También existen pueblos descendientes de los aymaras en el departamento de Lima, en la Comarca de Lima, al finalizar el apogeo wari, al parecer se produjo la invasión de pueblos aymaras, invasión que contribuyó a la desarticulación del dominio imperial de la región y poco después a su desaparición, fueron "una serie de Reinos aymara-hablantes, independientes y rivales, aunque todos estrechamente ligados por lazos culturales comunes". El padre Villar Córdoba (1935) afirma que fueron tres las etnias que llegaron hasta la Comarca de Lima:
Durante la época prehispánica estos pueblos no eran conocidos como aimaras o aymaras, sino que se distinguían por el nombre de sus propias sociedades. Fueron los cronistas europeos los primeros en denominar aimaras a estas sociedades, pero esta denominación no se produjo de manera inmediata pues existen crónicas en las que claramente se hizo la distinción entre los grupos étnicos de habla aimara.[19] En todas estas sociedades primó la dualidad como forma de gobierno, es decir que por cada sociedad existían dos líderes. En materia arqueológica, al parecer la mayoría de estos reinos sepultaban a sus líderes en un mausoleo en forma de torre que actualmente recibe el nombre de «chullpa» o «chullpas»; el diseño de estas torres era distinto en cada una de las sociedades. Los escritos etnográficos describieron constantes disputas entre estos pueblos debido a tierras de pastoreo, esto a causa de que la mayor actividad económica fue la cría de camélidos americanos. Estos reinos denominaron Urcusuyu al lado occidental del lago Titicaca y Umasuyu al lado oriental[2] y geográficamente dominaron un gran número de territorios en zonas de menor altura, tanto en los valles de la región del Océano Pacífico como en la cuenca amazónica; sobre las colonias en zonas bajas poseían territorios discontinuos a manera de islas en varias porciones de un mismo valle, compartiendo el valle con otros grupos étnicos que podían ser locales así como de otros pueblos del altiplano -fenómeno geopolítico que John Murra lo denomina «archipiélagos ecológicos verticales»- y si bien durante el Incario mantuvieron tanto sus tierras en el Collao como sus colonias en los valles interandinos; este dominio del territorio se respetó hasta los primeros años de la conquista española cuando comenzó su desmembración tanto territorial como política. Las sociedades aimarasCanas y CanchisLos Canas y los Canchis fueron dos grupos aimaras que habitaron fuera de la meseta del Collao, al norte del nudo de Vilcanota, en las nacientes de los ríos Vilcanota y la actual provincia de Espinar. Antes de la conquista por el Imperio Inca eran aliados de éstos y participaron como soldados mercenarios en la invasión de Andahuaylas apoyando a los incas a cambio de botines de guerra.[20] CarangasLos Carangas habitaron la región del río Lauca y su posible capital fue Hatun Carangas, de la cual quedan registros etnográficos. Sus restos
SorasLos Soras fueron un señorío cuyo territorio limitaba al este con el de los Carangas, ocupando la zona oriental del Lago Uru Uru y llegando al sur hasta limitar con el territorio de los Quillacas, al este tenían territorios en zonas de la actual Cochabamba y norte de Potosí. Los soras tenían como capital el poblado de Paria, donde se cuenta la existencia de una "Paria vieja" de arquitectura indígena y una "Paria nueva" construida al modelo español. Se dice también que durante la conquista inca del Collasuyo, Paria fue la capital administrativa de estos territorios.[21] CharcasLos Charca fueron un reino aimara que habitó la cuenca alta del río Cachimayu en lo que actualmente es la ciudad de Sucre y los valles entre Cochabamba, Oruro, Potosí y Chuquisaca en Bolivia, en la que tuvieron habilidad para la guerra, razón por la cual durante el Tahuantinsuyo este pueblo sólo prestaba servicio de «mitmak» en el ejército incaico y junto con el pueblo Kara-kara, apoyaron la conquista del Chinchaysuyu.[22] Primeramente también prestaron servicios agrícolas a la par de su labor en las guerras, pero con al crecer el Tahuantinsuyo, les fue difícil volver de las zonas conquistadas hacia sus tierras a tiempo para las labores agrícolas, por lo cual se les exoneró de las labores agrícolas para prestar solamente servicio bélico.[22] CollasEn el caso de los collas destacan arqueológicamente los de Hatuncolla también se ubicó por el noreste del lago Titicaca y al norte con la ciudad de Puno, estudiados intensamente por Catherine Julián, describiendo al principal sitio colla como su posible capital; además de estar asociado con el complejo chullpas de Sillustani, situado a poca distancia de Hatuncolla.[2] LupacasLos lupacas (lupaqa) fueron un grupo étnico que habitaron la ciudad aimará que habitó la rivera suroeste del lago Titicaca. Tuvieron siete subdivisiones que fueron: Chucuito -la capital-, Ácora, Ilave, Yunguyo, Pomata, Zepita y Juli. Cada subdivisión a su vez se dividía en dos «saya» (a excepción de Juli que tuvo tres «saya»). Cada «saya» estuvo compuesta por varios «hatha», que era la palabra aimara para designar los «ayllus».[23] En la costa del Océano Pacífico contigua al Collao, poseyeron tierras distribuidas entre los valles de los ríos Moquegua, Locumba, Sama, Caplina, Lluta, Azapa y Camarones y los datos etnohistóricos los ubicán también en los valles templados de Chicaloma y Capinota (ambos en la región de los valles interandinos de Bolivia) destinados mayormente al cultivo de cocales.[23] Sobre las tierras en la vertiente del Pacífico, los Lupaqa no tuvieron un control absoluto sobre los valles, sino más bien poseían porciones de tierra de forma discontinua a la que el etnohistoriador John Murra denominó «archipiélago vertical», que eran trabajadas por los «hatha» provenientes de los centros poblados Lupaqas en el altiplano y que tenían la finalidad de producir cultivos de diversas regiones ecológicas para complementar su alimentación. Estos valles de la costa del Pacífico, en realidad también tenían «islas ecológicas» de otros reinos aymaras del altiplano como los Collas o los Pacajes (que en el altiplano se ubicaban al norte y al sur de los Lupaqas, respectivamente).[23] PacajesLos Pacajes o Pacaza fueron un grupo aimara que habitó el territorio situado al sureste del lago Titicaca. Su capital fue la ciudad de Caquiaviri y estuvieron divididos en dos grupos denominadas «omasuyu» y «urcusuyu».[24] Se extendían por el sur hasta Sica Sica y Umala, en donde iniciaban los territorios de los señoríos «Caranga» y «Sora»; por el noreste hasta la península de Achacachi, en donde iniciaba el territorio Colla y por el noroeste hasta la naciente del río Desaguadero en el Titicaca, donde iniciaba el territorio Lupaca.[24] Los registros etnohistóricos dan cuenta que poseían territorios en Calamarca y Larecaja y varios cultivos de cocales en las yungas.[23] Por la costa, existen evidencias arqueológicas Pacajes en las cuencas de los ríos Caplina, Lluta y Azapa. Los vestigios arqueológicos Pacajes mejor conservados son varios grupos de chullpares repartidos tanto en el altiplano como en las colonias en tierras de menor altura. Las chullpas Pacajes eran muy variadas, existiendo chullpares de barro con revestimiento de colores y en otros casos chullpas de piedra de base cuadrada, rectangular o circular. Los estudios en la «chullpa grande de Pirapi Chico» ubicada en Achiri la fechan en tiempos preincaicos pero presenta un etilo constructivo incaico, ésta particularidad también se da en la chullpa «Chosi Kani» de Anantuco y de la Fortaleza de Jachaphasa fechada entre el 1323 y 1428, antes de la conquista incaica en los Pacajes.[24] La invasión y conquista incaicaLas crónicas de los españoles Pedro Cieza de León y Santa Cruz Pachacuti hablaron de intensas rivalidades entre los curacas aimaras de Chucuito, del reino Lupaca, y Hatuncolla, del reino Colla. Estos enfrentamientos fueron conocidos por los incas y fue el inca Wiracocha el primero en intentar aprovechar estas rivalidades prometiendo ayuda a ambos bandos pero pactando secretamente con los Lupacas de Chucuito. Esta traición fue descubierta por Cari, el líder colla, quien atacó a los lupacas en las proximidades de Paucarcolla, al norte de la actual ciudad de Puno, y antes de que el ejército incaico llegara para ayudarlos. Con esta victoria los collas se convirtieron en el reino dominante en todo el Collao, anexando tierras en la vertiente del Pacífico.[25] Pero posteriormente el inca Pachacuteq venció a los Collas. Según crónicas del español Sarmiento de Gamboa, el curaca de los Collas en aquel tiempo llamado Colla Capac -aunque otros cronistas mencionaban a Chuqui Capac- fue hecho prisionero por los incas luego de una larga batalla cerca de Hatuncolla. En el momento de la conquista de los collas, su territorio abarcaba desde las costas del Pacífico, pasando por la meseta del Collao, hasta la montaña de los Moxos, en el oriente. Luego de la captura de Chuqui Capac todos los collas fueron sometidos por los incas, algunos por la fuerza y otros pacíficamente; los pueblos que quedaron destruidos fueron poblados por mitmakunas y los demás reinos aymaras terminaron por aceptar el dominio cusqueño como lo hicieron los lupacas, pacajes, azangaros y otros.[25] Luego de la expansión del imperio incaico hacia la zona de los reinos aymaras, los incas denominaron Collas a todos los reinos aymaras sin distinción y su territorio pasó a formar parte del Collasuyo.[26] Véase tambiénBibliografía
Referencias
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