Motines de la chichaLos motines de la chicha fueron una series de acciones colectivas espontáneas llevadas a cabo por los consumidores contra los fabricantes debido el incremento en el precio de la chicha. Estos hechos ocurrieron entre el 6 y 9 de julio de 1929 en Bogotá. Las chicherías y la Ley 88 de 1928En 1929 entró en vigencia el artículo 14 de la ley 88 de 1928, que gravaba con centavo y medio el litro de guarapo y chicha, un incremento considerable si se tiene en cuenta que desde 1923 el impuesto era de un centavo. La medida fue acatada por los expendedores, pero en algunos casos el incremento pareció ser excesivo a los ojos de los consumidores:
Desarrollo de los motinesLos motines se iniciaron el 6 de julio de 1929, cuando una multitud constituida por trescientos consumidores de chicha, armados de piedras y palos, intentaron destruir la chichería “El Triunfo” que había incrementado sus precios. La acción finalizó cuando la policía hizo presencia, evitando la destrucción de la propiedad y capturando a los líderes del amotinamiento.[1] Este motín marcó la acción para el siguiente, ya que varias chicherías fueron atacadas por la multitud. El Diario Nacional registró el itinerario de los amotinamientos del 9 de julio de 1929, así:
Las acciones de los amotinados también no sólo se enfocaron contra la destrucción de los establecimientos, también atacaron los contenedores de chicha, en un acto en contra de los expendedores como únicos responsables del alza de los precios, así lo registra el diario El Espectador:
En los motines, la multitud buscó atacar directamente la propiedad y la producción de los expendedores de chicha, quienes habían incrementado el precio en un acto arbitrario, sin considerar el ingreso de sus consumidores. Así que, la multitud aplicó justicia por sí misma, evaluando la conducta económica de los comerciantes como incorrecta. La multitud amotinada frente a las chicherías fue conformada por los consumidores habituales, tales como artesanos, trabajadores, carreteros y braceros, quienes con un jornal promedio diario de $0.93, gastaban $0.13 para comprar un litro de chicha al día, invirtiendo un 14% de sus ingresos en el consumo de la bebida, lo que demuestra la importancia de esta para las clases populares.[1] ConclusionesLa principal motivación de los motines fue la evaluación negativa de una conducta económica realizada por los comerciantes, al realizar un incremento de precios que no correspondía al gravamen estipulado, lo que estimuló la acción de la multitud contra la propiedad y producción del expendedor, ya que amenazó el acceso a una bebida propia de la dieta básica de las clases populares.[3] Referencias
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