El Lustro Real es el nombre dado a la estancia de Felipe V de España, su familia y parte de la corte en la ciudad de Sevilla desde principios de 1729 hasta la primavera de 1733.
Historia
Antecedentes
En enero de 1729, se produciría, con motivo de la política internacional de las coronas española y portuguesa, un intercambio de princesas en la raya de España y Portugal. La hija de los reyes Felipe V e Isabel de Farnesio, Mariana Victoria, sería desposada con el heredero al trono portugués, José, príncipe del Brasil (futuro José I de Portugal). Por su parte, el heredero al trono español, Fernando, príncipe de Asturias, desposaría a la infanta portuguesa Bárbara, hermana del príncipe del Brasil e hija como este de Juan V de Portugal y María Ana de Austria.[Nota 1]
Por aquel entonces, y desde hacía varios años, Felipe V de España estaba sumido en una profunda depresión aparecida tras la muerte de su primera esposa, María María Luisa Gabriela de Saboya. En 1714 había vuelto a contraer matrimonio con Isabel de Farnesio, princesa italiana hija de Eduardo II, duque de Parma. En enero de 1724 había llegado a abdicar en su hijo Luis I, pero había vuelto al trono tras la muerte de este en septiembre de 1724.
En estas circunstancias, la historiografía achaca a la reina la decisión de alejar a Felipe V de Madrid, aprovechando el viaje realizado para el intercambio de las princesas, e instalarse en Sevilla.
El 3 de febrero de 1729 la familia real española[Nota 2][1] y parte de la corte entró en la ciudad, que con este motivo fue ricamente engalanada y se levantaron arcos triunfales. Durante su estancia en Sevilla, el monarca y su familia se alojarían el Real Alcázar de Sevilla.
En los días inmediatos visitaron la catedral, la fábrica de artillería y otros lugares de la ciudad.
A los pocos días, el 21 de febrero, saldrían hacia Cádiz para contemplar la entrada de la flota de Indias, procedente de América. Después volvieron a Sevilla. Durante su estancia en Sevilla, la familia real también visitó otros lugares de Andalucía como Granada, Jaén o Doñana.
En el mismo año de su llegada se firmaría el Tratado de Sevilla con Francia y Gran Bretaña y reconocía el equilibrio impuesto por la Triple Alianza. También en este año nacería la infanta María Antonia Fernanda (futura reina consorte de Cerdeña).[3]
El 20 de octubre de 1731, el infante don Carlos (futuro Carlos III) saldría de Sevilla para tomar posesión de los ducados de Parma, Plasencia y Guastalla, de acuerdo con el Tratado de Sevilla firmado dos años antes.[4][5]
La estancia de la familia real en la ciudad sirvió para dar un impulso a obras como las de la iglesia de San Luis, inaugurada en 1731; o la construcción de la primitiva plaza de toros de la Maestranza, de madera, en 1730.
Las festividades celebradas tuvieron una gran influencia en la composición musical durante el período.[6]