El libro fue firmado por Eva Perón en los tiempos en que ya estaba avanzado el cáncer que la llevaría a su muerte. No relata con demasiado detalle la historia cronológica de Evita, a diferencia de Mi mensaje, sino se trata, en cambio, de un manifiestoperonista. A menudo no describe sus propias opiniones, sino las de Juan Domingo Perón, con las cuales Evita expresa coincidir por completo.
El libro se divide en tres partes con un total de dieciocho capítulos/temas en la primera, veintiocho en la segunda y trece en la tercera.[1]
Primera parte - Las causas de mi misión
Capítulo 1: Un caso de azar
Capítulo 2: Un gran sentimiento
Capítulo 3: La causa del "sacrificio incomprensible"
Capítulo 4: Algún día todo cambiará
Capítulo 5: Me resigné a ser víctima
Capítulo 6: Mi día maravilloso
Capítulo 7: ¡Si, este es el hombre de mi pueblo!
Capítulo 8: La hora de la soledad
Capítulo 9: Una gran luz
Capítulo 10: Vocación y destino
Capítulo 11: Sobre mi elección
Capítulo 12: Demasiado peronista
Capítulo 13: El aprendizaje
Capítulo 14: ¿Intuición?
Capítulo 15: El camino que elegí
Capítulo 16: Eva Perón y Evita
Capítulo 17: Evita
Capítulo 18: Pequeños detalles
Segunda parte - Los obreros y mi misión
Capítulo 19: La Secretaría
Capítulo 20: Una presencia superior
Capítulo 21: Los obreros y yo
Capítulo 22: Una sola clase de hombres
Capítulo 23: Descender
Capítulo 24: La tarde de los miércoles
Capítulo 25: Los grandes días
Capítulo 26: Donde quiera que este libro se lea
Capítulo 27: Además de la justicia
Capítulo 28: El dolor de los humildes
Capítulo 29: Los comienzos
Capítulo 30: Las cartas
Capítulo 31: Tardes de ayuda social
Capítulo 32: Caridad o beneficencia
Capítulo 33: Una deuda de cariño
Capítulo 34: Finales de jornada
Capítulo 35: Amigos en desgracia
Capítulo 36: Mi mayor gloria
Capítulo 37: Nuestras obras
Capítulo 38: Nochebuena y Navidad
Capítulo 39: Mis obras y la política
Capítulo 40: La lección europea
Capítulo 41: La medida de mis obras
Capítulo 42: Una semana de amargura
Capítulo 43: Una gota de amor
Capítulo 44: Cómo me pagan mi pueblo y Perón
Capítulo 45: Mi gratitud
Capítulo 46: Un idealista
Tercera parte
Capítulo 47: Las mujeres y mi misión
Capítulo 48: El paso de lo sublime a lo ridículo
Capítulo 49: Quisiera mostrarles un camino
Capítulo 50: El hogar o la fábrica
Capítulo 51: Una idea
Capítulo 52: La gran ausencia
Capítulo 53: El Partido Peronista Femenino
Capítulo 54: No importa que ladren
Capítulo 55: Las mujeres y la acción
Capítulo 56: La vida social
Capítulo 57: La mujer que no fue elogiada
Capítulo 58: Como cualquier otra mujer
Capítulo 59: No me arrepiento
Trascendencia
Luego de su edición se intentó publicar el libro internacionalmente, pero numerosas editoriales extranjeras se negaron a imprimirlo. [2] En 1952, poco antes de su muerte, el Congreso de Argentina ordenó que la autobiografía fuera de lectura obligatoria en las escuelas de todo el país, luego de que lo hubieran decretado las legislaturas provinciales de Buenos Aires y Mendoza.[3] La Fundación Eva Perón distribuyó cientos de miles de ejemplares en forma gratuita.
El 9 de marzo de 1956, por el decreto ley 4161 del dictador Pedro Eugenio Aramburu, se prohibió (bajo pena de prisión de 6 años o más) nombrar a Perón y Evita, cantar las marchas partidarias, usar escudo peronista, leer La razón de mi vida y los discursos o escritos de Perón, escribir las iniciales E.R, J.P o P.P o utilizar las expresiones “Tercera Posición”, “Justicialista” o “Peronismo”. Por lo cual leer, publicar o poseer una copia del libro se convirtió en delito.
Con el tiempo, las ediciones originales han tomado un gran valor.
El sacerdote Hernán Benítez, confesor espiritual además de muy cercano colaborador de Evita, revela en una entrevista el origen del libro, y refiere lo siguiente:
«Lo escribió (Manuel) Penella de Silva, estupendo, muy buen escritor. Ella lo conoció en Europa, durante su viaje. Después él vino a Buenos Aires. Yo tuve a sus hijas en mi curso de Antropología. Penella había escrito unos apuntes para una biografía de la señora de Roosevelt, el presidente norteamericano. ¿Sabía usted eso? Mire que es muy poco conocido. Ella le propuso que los adaptara para relatar su vida. Lo hizo y salió muy bien, requetebién. Pero escrito muy en español. Entonces, los borradores los tomó Mendé. Un escritor simple, sencillo y con un estilo muy de mujer, lo digo sin ánimo de crítica. El libro salió muy bien escrito, pero tenía muchos inventos, muchas macanas. Mendé lo escribió pensando en quedar bien con Perón. Salieron cosas ridículas. Por ejemplo, en lo que se refiere a los días de octubre del '45, donde dice: “No te olvides de los descamisados”. ¡Qué descamisados ni que ocho cuartos! Él no se acordó ese día. Quería el retiro e irse. El libro contiene, entonces, muchas falacias.»[4]