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Incursión española en La Goleta (1609)
La incursión en La Goleta de 1609 fue un ataque llevado a cabo por el capitán español Luis Fajardo y Chacón sobre el área portuaria del Túnez otomano, dominado por La Goleta, como parte de una operación mayor española contra la piratería berberisca y sus aliados europeos. En el ataque, llevado a cabo con apoyo circunstancial francés, los españoles destruyeron una gran flota tunecina conformada por piratas de todas las naciones, incluyendo renegados ingleses como Jack Ward y Francis Verney, que fueron puestos en fuga. TrasfondoEn enero de 1609, después de sus grandes victorias contra los holandeses en las Indias, Fajardo fue ascendido al Consejo de Guerra real, y su hijo Luis nombrado almirante. Unos meses después, en plena expulsión de los moriscos, Fajardo recibió órdenes de capitanear las flotas de Andalucía y Portugal y, dejando a Antonio de Oquendo las restantes para guardar las costas, atacar el norte de África, foco de actividad de la predadora y ubicua piratería berberisca.[1] Limpiar la costa de África para disuadir a los piratas era esencial en el contexto de la expulsión, ya que se sabía que ocultos en la población morisca había numerosos colaboradores y partidarios de los berberiscos, a los que animaban y ayudaban a atacar las costas ibéricas para alimentar el comercio berberisco de esclavos.[2] El mismo año se averiguó que Simon de Danser, corsario holandés aliado con los islámicos, rondaba el cabo de San Vicente con una flota de 18 navíos para sus correrías, en las que ya había tomado algunos mercantes españoles. Poniéndole como primer objetivo a batir, Fajardo reunió ocho galeones y cuatro galeras y partió de Cádiz en junio, con su hijo Luis, recientemente nombrado almirante, como lugarteniente.[3] AntecedentesAl salir de Cádiz, Fajardo ordenó que la flota dividiera en tres bloques: uno dirigido por Juan para patrullar la costa de africana, otro para cubrir la costa española y cargar tropas en Málaga y Almería, y otro al mando del propio Luis entre ambas para asistir donde fuera necesario. Una vez reunida y con los refuerzos conseguidos, la flota llegó hasta Orán, fondeando en el puerto de Mazalquivir el día 28.[1] Avisado por el gobernador de Orán, Felipe Ramírez de Arellano, Conde de Aguilar, de que un navío sospechoso había sido avistado en la desembocadura del río Tafna de Tremecén, Fajardo envió a su hijo con siete pataches locales y un refuerzo de 200 hombres de Orán.[4] Juan encontró y capturó el barco enemigo fondeado cerca de la isla de Alimaques,[3] resultando ser un corsario de Danser,[1] lleno de armas y mercancías y tripulado por ingleses y judíos.[4][5] Tras proseguir el viaje, sus exploradores avistaron ocho buques a vela y cuatro galeras refugiados en Argel, pero el puerto estaba demasiado bien defendido y desistió de la idea, continuando con la flota en dirección a Túnez.[3] El día 21 capturaron dos barcos corsarios, uno de los cuales pertenecía también a la flota de Danser, y al día siguiente, cerca de la vertical de Cerdeña, encontraron una flotilla francesa de tres galeones capitaneados por Philippe de Beaulieu-Persac, muy maltrechos por una derrota reciente ante los corsarios africanos. Bealieu les advirtió de la presencia de no menos de 23 buques enemigos preparándose para salir de Túnez a saquear,[6] y merced a la Paz de Vervins, que había traído una tregua con Francia,[2] el francés se incorporó a la flota de Fajardo con su único galeón en condiciones de combatir.[4] El día 30, Fajardo avistó Túnez y ordenó el ataque. BatallaLa incursión se llevó a cabo con embarcaciones ligeras,[1] siete pataches y dos chalupas con Fajardo padre e hijo al frente de la infantería de marina hispánica, los cuales procedieron a colarse en el lago de Túnez por el canal de La Goleta mientras los demás buques les cubrían y distraían a la artillería enemiga disparando sobre ellas.[1] Los infantes españoles, equipados con artefactos incendiarios, prendieron fuego a la flota atracadas en el lago, compuesta en efecto por 23 buques, que resultaron pertenecientes a Danser y a piratas y corsarios de todas las nacionalidades.[1] Sólo fallaron en incendiar un patache, que se tuvo por milagro al saberse después que en realidad pertenecía a frailes mercedarios llegados allí para pagar rescates de cristianos.[4] Además de los buques en llamas, los hombres de Fajardo abatieron a centenares de piratas y lugareños los que se pilló completamente desprevenidos en la operación.[1] Viendo que ni siquiera la incesante artillería de La Goleta lograba interrumpir la labor de los españoles, el dey de Túnez, Uzmán, movilizó a 20.000 soldados de infantería y caballería y acudió desde la ciudad a la costa del lago, pero para entonces Fajardo ya había hecho entrar en el lago algunos barcos de su flota, los cuales descargaron su propia artillería sobre los recién llegados con efecto fulminante, produciendo 500 muertos.[1] La población quedó tan que los españoles se hicieron dueños del campo.[4] Según las fuentes anglosajonas, los renegados ingleses Jack Ward, Francis Verney y Richard Bishop estaban en Túnez y huyeron durante la batalla.[7] A la mañana siguiente se dirigió a la entrada del lago otro barco berberisco, al cual dieron aviso desde La Goleta de la presencia de cristianos,[4] haciendo que sus tripulantes lo embarrancasen en el brazo de tierra y tratasen de huir. Fajardo capturó a varios de los tránsfugas y tomó el barco, y en él encontró gran cantidad de rica mercancía robada y 40 franceses apresados.[1] Otro barco desprevenido fue abandonado y barrenado en el canal, en e que de nuevo se halló mercaduría.[4] No queriendo tentar más la suerte, Fajardo envió una delegación a negociar con el bey de Túnez el rescate de los cautivos que había hecho, por los que obtuvo 2000 cequíes de oro. El 4 de agosto, los españoles salieron finalmente de La Goleta y pusieron rumbo de regreso.[1] PosterioridadFajardo llegó rico y victorioso a Cádiz,[1] ordenándosele después poner rumbo a Cartagena para asistir en el trasbordo de los moriscos a África.[8] El éxito de la misión no sería el último, dando lustre y temor a la armada española en toda la Berbería, aunque esto no disuadiría a sus habitantes de seguir con sus actividades piráticas.[2] Los renegados Ward y Bishop hallaron refugio en La Mamora,[9] aunque al poco tiempo los españoles volvieron a alcanzarles y quemar sus naves allí, expulsándoles al Atlántico temporalmente.[10] Los capitanes de galeras de los virreinatos de Nápoles y Sicilia, el castellano Álvaro de Bazán y Benavides y el italiano Octavio de Aragón respectivamente, continuarían a la caza de corsarios moros tras la ida de Fajardo.[10] Referencias
Bibliografía
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