Gálatas 2Gálatas 2 es el segundo capítulo de la Epístola a los Gálatas del Nuevo Testamento de la Biblia cristiana. Es autoría del apóstol Pablo para las iglesias de Galacia, escrito entre los años 49 y 58 d. C.[1]. Este capítulo contiene el relato del encuentro de Pablo, Bernabé y los cristianos en Jerusalén, considerado «uno de los acontecimientos más trascendentales del cristianismo primitivo»,[2] y la disputa entre Pablo y Pedro.[3] TextoEl texto original fue escrito en griego koiné. Este capítulo está dividido en 21 versículos. Testigos textualesAlgunos manuscritos antiguos que contienen el texto de este capítulo son:
Conferencia en Jerusalén (2:1-10)Los eruditos generalmente relacionan la reunión descrita en esta parte con los relatos de AHechoscts 11:29-30 y/o Hechos 15:1-29, aunque los detalles no están claros.[2] Versículo 1
Versículo 9
Comentario a los versículos 1-10Algunos cristianos de origen judío sostenían que los convertidos gentiles al cristianismo debían seguir las leyes de Moisés, incluyendo la circuncisión. Esta postura causó una gran controversia en Jerusalén. Pablo, inspirado por una revelación divina, viajó desde Antioquía junto a Bernabé y Tito para resolver la cuestión, defendiendo que la salvación proviene únicamente de la redención en Cristo. Sostuvo que aceptar las exigencias de los judaizantes era restar valor al sacrificio de Jesús. Los líderes de la Iglesia en Jerusalén, conocidos como las "columnas", reconocieron la misión de Pablo de predicar a los gentiles, en paralelo a la labor de Pedro entre los judíos. Aunque ambos tenían misiones diferentes, se acordó que Pablo debía enfocarse en los gentiles. Además, Pablo asumió la tarea de recolectar ayuda para los pobres de Jerusalén, reforzando la comunión entre las comunidades cristianas.[9] Incidente en Antioquía (2:11-14)El desacuerdo entre Pablo y Pedro registrado en esta parte contrasta con su amistoso encuentro en Jerusalén.[3] La ausencia del informe del resultado indica que este asunto influyó en las tensiones de las iglesias gálatas, que se abordan en esta epístola.[3] Versículo 11
Esto sirve como resumen de la confrontación entre Pablo y Pedro, que conduce a la discusión del tema principal en 2:15-21.[3] ¿Obras de la ley o de la fe? (2:15-21)En esta parte, Pablo detalla las razones teológicas de su disputa con Pedro.[11] En el versículo 17 Pablo utiliza la palabra 'nosotros'/'nuestro' para mostrar que tanto él como Pedro estaban de acuerdo en realidad sobre la justificación sólo por la fe, y basándose en esta convicción mutua Pablo se enfrentó a Pedro cuando éste se volvió incoherente.[11] Versículo 16sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe en Jesucristo, también nosotros hemos creído en Cristo Jesús, para ser justificados por la fe en Cristo y no por las obras de la ley; porque por las obras de la ley nadie será justificado.[12]
Versículo 20
En la creencia de Pablo, un creyente 'muere a la ley' a través de la la crucifixión y muerte de Cristo, y tiene la nueva vida que «ya no está centrada en sí misma, sino en Cristo»,[11] la vida de resurrección en la que vive el Cristo resucitado.[15] Versículo 21
Comentario los versículos 11-21El apóstol Pablo, aunque estaba dispuesto a ceder en cuestiones secundarias cuando era necesario, siempre mantuvo una postura firme en la defensa de la libertad cristiana frente a la observancia de la Ley mosaica. Esto se evidenció especialmente en Antioquía, donde los cristianos provenían tanto del judaísmo como del paganismo. Cuando Pedro, por temor a los judíos cristianos que llegaban de Jerusalén, dejó de comer con los gentiles para cumplir con las tradiciones judías, Pablo intervino enérgicamente. Como líder visible de la Iglesia, la actitud de Pedro podía causar divisiones graves, sobre todo si se considera la posible relación entre esas comidas y la Eucaristía. Pablo percibió el riesgo de que insistir en las costumbres judías llevara a atribuirles un valor salvífico, lo que contradecía el mensaje cristiano de que solo la fe en Cristo justifica ante Dios. Volver a las prácticas de la Ley implicaría sugerir que la fe en Cristo había hecho a los creyentes pecadores, algo que Pablo consideraba absurdo. Frente a este error, Pablo reafirma que, a través de la fe en Cristo, el creyente vive para Dios y que es Cristo quien vive en él.[18]
Tan grande realidad es consecuencia del amor de Cristo que se entregó voluntariamente a la muerte por cada uno de nosotros. Pensar en este amor servirá de estímulo y consuelo:
Véase tambiénReferencias
Bibliografía
Enlaces externos
|