Gravissimo officii munere
Gravissimo Officii Munere (en español, Gravísimo deber), es la encíclica del papa Pío X, publicada el 10 de agosto de 1906, en la que explica las medidas que ha debido tomar para defender y preservar la religión en Francia, tras la promulgación de la Ley de 1905, de separación de la Iglesia y el Estado; una ley que ya había denunciado en Vehementer Nos, del 11 de febrero de 1906. Contexto históricoLa aprobación por el Parlamento de la Tercera República Francesa de la Ley de 9 de diciembre de 1905, de separación de la Iglesia y el Estado,[1] provocó una grave crisis entre la República de Francia y la Santa Sede. Pío X, en la encíclica Vehementer Nos (11 de febrero de 1906) condenó el modo en que la ley establecía esa separación. Pero, aparte de otros motivos de fondo, la ley planteaba varias cuestiones que la Iglesia consideraba inadmisibles:
Los católicos se opusieron a menudo a entregar los inventarios que exigía la ley, y los sacerdotes rehusaron cumplir las formalidades a las que le sometía la ley. Seis meses después de la Vehementer Nos y mediante la encíclica Gravissimo offici munere (10 de agosto de 1906), se prohibió la formación de las asociaciones de culto que preveía la ley para la administración de los bienes destinados al culto. Contenido de la encíclicaNo habían pasado aun seis meses de la publicación de la encíclica Vehementer Nos cuando San Pío X dirige una nueva encíclica al episcopado francés, para explicar, las medias que ha considerado necesario adoptar para defender la religión; así lo expone al inicio de la encíclica:
El papa se disculpa por haberles hecho esperar, sin exponer como había prometido las medidas que debían tomarse; se ha actuado así no solo por la gravedad del asunto y por el cariño a Francia, que le ha llevado a estudiar detenidamente cada uno de los artículos, y escuchar a los obispos reuniones en asamblea general, sobre las cuestiones que les había planteado. Una vez conocida la opinión de los obispos y de los cardenales, y tras orar pidiendo luces:
Explica también cómo ha examinado si sería legítimo experimentar con otro tipo de asociaciones que fuesen al mismo tiempo legales, tanto respeto al derecho francés como al canónico, de modo que se evitase así las graves complicaciones que amenazan a los católicos franceses. Sin embargo, siendo la ley la que es, no hay ninguna esperanza de que esto sea posible. Por esto en papa afirma:
Teniendo esto en cuenta, anima a los obispos para que trabajen y aprovechen todos los medios que la ley reconoce a ciudadanos, para organizar el culto religioso; para ello afirma el papa, cuentan con su oración; conscientes además de que les impone esta carga por amor a la Iglesia y a Francia. Pasa después el papa a prevenirles contra las falsas interpretaciones con la que los enemigos de la Iglesia presentarán las órdenes que transmiten la encíclica, pues tratarán de persuadir al pueblo de que la finalidad de estas medidas no es la salvación de la Iglesia de Francia, sino una actitud contraria a la República Francesa y la ayuda a los partidos que desean derrocarla. Explica la encíclica que no es verdad que en situaciones similares la Santa Sede haya sido más complaciente con otras naciones. Pero si algún otro Estado de ha separado de la Iglesia, ha dejado a los católicos, el recurso de libertad común a todos y la libre disponibilidad de sus bienes; aunque esa actuación haya sido injusta, no ha supuesto una situación intolerable a la Iglesia. Sin embargo, en Francia los autores de esta ley no se han limitado a hacer una ley de separación, sino de opresión, De este modo, aunque afirman deseos de paz, en realidad hacer un guerra atroz a religión y
Explica el papa que los autores de esa ley intentarán responsabilizarle de este conflicto y de sus dañinas consecuencias, pero cualquiera que juzgue los hechos que se exponen en la encíclica Vhementer Nos, comprenderá que nada se puede reprochar al papa, que pacientemente -por amor a Francia- ha soportado toda injusticia hasta llegar al límite que su deber apostólico no le permite superar. Continúa la encíclica, a modo de conclusión, pidiendo a los católicos de Francia que luchen por la Iglesia, según las advertencias que el papa les hace:
Concluye el papa la encíclica, pidiendo por la intercesión de María, la Virgen Inmaculada, la ayuda de la Divina Bondad en esta tarea; otorgando la Bendición Apostólica al episcopado y a toda la nación francesa. Véase también
Notas y referencias
Bibliografía
Enlaces externos
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