Una joven taxista cansada de Buenos Aires viaja con su coche hasta la Patagonia y llega a un pueblo aislado cuyos habitantes sólo tienen contacto con el exterior a través de viejas películas proyectadas con los rollos mezclados, y un día también llega al lugar un viejo actor que es el astro favorito en dichos filmes.
«Vemos en pantalla el borrador de lo que podría ser una buena película, pero ya nunca lo será porque el espectáculo ante nuestros ojos es definitvo.»[1]
«Agrest, permanentemente transgresor, mueve a sus personajes entre el sueño y la realidad, les permite tejer y destejer sus propias penas y alegrías y les da margen para que se inserten en la trama en medio de una especie de caos que hace peligrar la aceptación por parte del espectador de los conflictos planteados.»[1]
«Fallida, bilingüe, por momentos más pensada para la exportación que para otra cosa y con un Agresti preso de su estilo, sin embargo transmite más calidez que en otros filmes. Y es el mayor testimonio del amor del director por el cine en general y el cine argentino en particular (la cabina incluye citas a Schlieper y Viñoly Barreto.»[1]
Manrupe, Raúl; Portela, María Alejandra (2003). Un diccionario de films argentinos II 1996-2002. Buenos Aires: Editorial Corregidor. p. 257. ISBN950-05-1525-3.