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La distanasia, cacotanasia, encarnizamiento, obstinación o ensañamiento terapéutico es el empleo de todos los medios posibles, sean proporcionados o no, para prolongar artificialmente la vida y por tanto retrasar el advenimiento de la muerte en pacientes con pronta extinción de la vida natural, a pesar de que no haya esperanza alguna de curación.[1][2]
Distanasia y eutanasia
La distanasia es lo opuesto a la eutanasia.[3] Se conoce como antidistanasia a la actitud de rechazo a la distanasia, que en unos casos se convierte en un apoyo a la eutanasia y en otros en defensa de la ortotanasia.
Tanto los Estados como los diversos colegios de médicos y enfermeros han desarrollado leyes o códigos que regulan cuándo una acción médica puede ser considerada como ensañamiento.
Los factores a tomar en cuenta son los siguientes:
Deseo del enfermo y de sus familiares (se recomienda la redacción del testamento vital)
La opinión de los médicos especialistas (lex artis)
La proporcionalidad de los medios en relación con el resultado
Se puede afirmar que es moral continuar los tratamientos normales para aliviar el dolor pero se puede renunciar a tratamientos que procurarían solo una prolongación precaria de la vida.
Implicaciones de la distanasia
Prolongación innecesaria o fútil de los medios de soporte vital
Situación irreversible
Intencionalidad maliciosa (véase Primum non nocere, principio de no maleficencia)
Adopción de medidas terapéuticas que contemplan investigación científica
Criterios
Existen algunos criterios para que el ensañamiento se verifique:
Inutilidad o ineficacia de la terapia
Penosidad o gravosidad para el enfermo
Excepcionalidad de las intervenciones o medios terapéuticos (medios desproporcionados).[4]
Sin embargo, no se han de abandonar los tratamientos ordinarios para reducir el malestar:
2. En caso de enfermedad incurable y terminal, el médico debe limitarse a aliviar los dolores físicos y morales del paciente, manteniendo en todo lo posible la calidad de una vida que se agota y evitando emprender o continuar acciones terapéuticas sin esperanza, inútiles y obstinadas. Asistirá al enfermo hasta el final, con el respeto que merece la dignidad del hombre.
3. La decisión de poner término a la supervivencia artificial en caso de muerte cerebral sólo se tomará en función de los más rigurosos criterios científicos y las garantías exigidas por la Ley. Antes de suspender los cuidados, dos médicos cualificados e independientes del equipo encargado de obtener los órganos para trasplante, suscribirán un documento que autentifique la situación
Código de deontología del colegio de médicos de España, núm. 28.
Magisterio de la Iglesia católica
Juan Pablo II trató el tema en su encíclica Evangelium Vitae:
Se da ciertamente la obligación moral de curarse y de hacerse curar, pero tal obligación debe confrontarse con las situaciones concretas; es necesario valorar si los medios terapéuticos a disposición son objetivamente proporcionados a las prospectivas de mejora. La renuncia a medios extraordinarios o desproporcionados no equivale al suicidio o a la eutanasia; más bien expresa la aceptación de la condición humana ante la muerte.[5]
↑Martinez-Villalba, Juan Carlos Riofrio. «Eutanasia y distanasia: dos extremos opuestos». Revista de la Facultad de Jurisprudencia de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (RFJ). Consultado el 11 de mayo de 2020.
↑Resulta difícil establecer un criterio fijo sobre qué sería proporcionado o no, dado el constante avance de los medios técnicos. Para el médico es una cuestión científica y moral. P. MANTEGAZZA, en la revista “Corriere Medico”, noviembre de 1984, pág. 9.