La disnea es una dificultad respiratoria que se suele traducir en falta de aire. Deriva en una sensación subjetiva de malestar que frecuentemente se origina en una respiración deficiente, englobando sensaciones cualitativas distintas variables en intensidad. Esta experiencia se origina a partir de interacciones en las que intervienen factores fisiológicos, psicológicos, sociales y ambientales múltiples que pueden a su vez inducir, desde respuestas fisiológicas a comportamientos secundarios.[1]
Se puede distinguir:
Disnea de esfuerzo: aparece al realizar esfuerzos, con la apreciación adyacente de si son grandes, medianos o pequeños.
Disnea de decúbito, que se alivia con la posición erecta (ortopnea): puede alcanzar distintos grados de intensidad, siendo progresiva hasta alcanzar el decúbito.
Disnea paroxística nocturna, que también se conoce por sus siglas DPN: se caracteriza por aparecer durante la noche mientras el paciente se encuentra dormido. Esto lo obliga a despertarse súbitamente, creando una situación de desesperación al no poder recibir la cantidad necesaria de aire.
Disnea de reposo: aparece incluso sin realizar ningún tipo de esfuerzo.[2]
Los síntomas, aunque muy parecidos, dependen de la causa desencadenante de la dificultad respiratoria. Así, junto con la dificultad respiratoria y la posible coloración azulada que presente el paciente, se pueden observar: