Disfonía espasmódica
La disfonía espasmódica, también conocida como distonía laríngea, es un trastorno en el que los músculos que generan la voz entran en períodos de espasmo.[1][2]" Esto da como resultado pausas o interrupciones en la voz, a menudo cada pocas oraciones, lo que puede hacer que una persona sea difícil de entender.[1] La voz de la persona también puede sonar forzada o incluso es posible que casi no pueda hablar[2]. El inicio frecuentemente es gradual y la condición dura toda la vida.[1] Causas y diagnósticoSe desconoce la causa.[1] Entre los factores de riesgo se puede considerar a los antecedentes familiares.[1] Entre los desencadenantes se pueden incluir infecciónes de las vías respiratorias superiores, lesiones en la laringe, uso excesivo de la voz y estrés psicológico.[1] Se cree que el mecanismo subyacente involucra al sistema nervioso central, específicamente a los ganglios basales.[1] Por lo general, se llega al diagnóstico luego de una serie de exámenes realizados por un grupo de profesionales de la salud de diferentes áreas.[1] Se clasifica como uno de los tipos de distonía focal.[3] Otra de las causas, suele ser la utilización de psicofármacos del tipo antipsicóticos, como el Haloperidol, la Risperidona, o la Olanzapina, por citar algunos ejemplos. Pero en general, cualquier antipsicótico puede aumentar el riesgo de producir una distonía laríngea. TratamientoSi bien no existe una cura, el tratamiento puede mejorar los síntomas.[1] Uno de los posibles tratamientos implica inyectar toxina botulínica en los músculos afectados de la laringe.[1] Este tratamiento por lo general lleva a una mejora que dura varios meses[1]. Otras medidas incluyen terapia de voz, asesoramiento y dispositivos de amplificación.[1] Si ninguno de estos tratamientos resulta efectivo, se puede considerar la cirugía; aunque, la evidencia para apoyar la cirugía es limitada.[1] En el caso del paciente que esté realizando un tratamiento con antipsicóticos, el tratamiento será la reducción de su dosis, la suspensión del psicofármaco, o la rotación por alguno otro que tenga menos posibilidades de provocar esta patología, como la Quetiapina o la Clozapina. Epidemiología y pronósticoEl trastorno afecta a aproximadamente 2 de cada 100.000 personas.[1] Siendo más frecuente en el sexo femenino[1]. El inicio ocurre típicamente entre las edades de 30 y 50 años.[1] La gravedad es variable entre las personas.[2] En algunos casos, el trabajo y la vida social se ven afectados.[2] La esperanza de vida, sin embargo, es normal.[4] Referencias
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