En 1912 Joaquín Hortelano encargó al arquitecto municipal Daniel Rubio la remodelación del edificio en el que vivía con el fin de albergar la sede de la compañía de seguros Banco Vitalicio de España.
En los años 80 del siglo XX el Ayuntamiento de Albacete adquirió el inmueble pasando a formar parte de su patrimonio arquitectónico.