Batllismo
Batllismo es el nombre dado a una corriente del Partido Colorado de Uruguay inspirada en las ideas y en la doctrina política creada por el dos veces presidente José Batlle y Ordóñez (1903-1907 y 1911-1915) El Batllismo nació tomando como centro una idea universalista de justicia social, con el Estado de Derecho como núcleo central y con un talante optimista propio del espíritu del "progreso" que recorría el mundo a principios del siglo XX detrás del empuje industrial.[1] Impulsó y creó un Estado democrático, de raíz liberal, pero con intervención en la seguridad social y el desarrollo económico, autodefinido y expresado con una metodología reformista, sustantivamente republicana, diferenciada de la revolución propuesta por sectores socialistas y el conservadorismo de otros sectores sociales.[1] Existen diferentes periodizaciones del batllismo. Algunos autores periodizan al batllismo desde 1911-1930, aunque existen otras caracterizaciones del período, como desde la primera presidencia de Batlle hasta el golpe de Estado de 1933.[2]También este último período se suele referir como "primer batllismo", ubicando otros como el "neobatllismo" de Luis Batlle Berres, sobrino de Batlle y Ordóñez, desde 1947 hasta 1959. Después de la dictadura cívico-militar, destacan los liderazgos y presidencias de Julio María Sanguinetti y de Jorge Batlle Ibáñez. Respectivamente, los líderes de los sectores batllistas Foro Batllista y Lista 15, el primero con un énfasis más socialdemócrata y el otro más liberal en lo económico.[3] Origen y significadoEl batllismo de Batlle significó la consolidación histórica del Partido Colorado, consolidado en 1865 tras la victoria de la Cruzada Libertadora de Venancio Flores. Aunque muchos batllistas sostengan que el movimiento, dada su fuerte impronta reformista, significó una ruptura con la tradición colorada, el propio Batlle y Ordóñez se consideró un continuador “De las gloriosas tradiciones de la Defensa”. Sin embargo, la ruptura con los elementos esenciales del coloradismo fue notoria. Un ejemplo de esto fue el rechazo a la Influencia Directriz de Julio Herrera y Obes. Además, el Batllismo significó el dominio final del elemento urbano e intelectual sobre el Uruguay indudablemente rural y caudillesco del siglo XIX y principios del siglo XX, dominado por el Partido Nacional, que dio su última batalla en la denominada Revolución de 1904, en la que fallecería el indiscutido líder rural del Partido Nacional, Aparicio Saravia, finalizando de una vez y para siempre las constantes rebeliones rurales que pusieron en jaque a los sucesivos gobiernos uruguayos del siglo XIX. Aunque tal vez más que ningún otro movimiento político formado en Uruguay, el Batllismo estuvo inspirado y dirigido por un líder carismático, es un error –en el que han caído con demasiada frecuencia los batllistas- hacer de Batlle y Ordóñez un iluminado que cambió la realidad con el solo peso de su pensamiento. El Batllismo, como ya se ha señalado, significó la continuidad de una tendencia que tenía largos antecedentes en la historia del Uruguay y que, en algunas de sus pautas esenciales, fue acompañado no solo por los colorados no batllistas y por la naciente izquierda marxista, sino incluso por una amplia corriente del Partido Nacional.[cita requerida] IdeasEn 1913 Batlle y Ordóñez publicó unos apuntes en los que expresaba sus ideas para la creación de lo que él consideraba como un «país moderno». Este documento y la larga prédica periodística realizada en el diario "El Día" –que él mismo fundó– constituyen la base teórica del Batllismo y revelan sus fundamentos filosóficos, basados en el pensamiento de teóricos como Karl Krause, Heinrich Ahrens o Paul Janet. Propugnaba un país de clases medias, en el que «los ricos fueran menos ricos para que los pobres fueran menos pobres» y consideraba que ese ideal solo podía lograrse por medio de la acción de un Estado intervencionista y redistribuidor. El Batllismo, con su política nacionalizadora, su legislación social avanzada, su economía dirigida con un puntilloso cuidado por los equilibrios macroeconómicos, logró forjar una sociedad mesocrática excepcional en América Latina, la “Suiza de América” a cuyo recuerdo aún se aferran los nostálgicos. Fue mérito de Batlle, y en especial de sus continuadores (Claudio Williman, Baltasar Brum, José Serrato, Juan Campisteguy, Gabriel Terra, Alfredo Baldomir, entre muchos otros), el mantener el modelo en lo primordial, pese a retrocesos conocidos popularmente como “El alto de Viera” –detención de las reformas durante la presidencia de Feliciano Viera– o derrotas circunstanciales (como la pretensión de instaurar un Poder Ejecutivo Colegiado), a través de 30 años de intensa vida política, en muchos de los cuales el Batllismo hubiese carecido de las mayorías parlamentarias que hubiese necesitado. Cuando Batlle y Ordóñez falleció en 1929, Uruguay era un país esencialmente distinto al de 1903, cuando accedió por primera vez a la presidencia. Una sociedad fuertemente laica, integrada con aspectos principales de la economía en manos del Estado, con una legislación social notablemente avanzada, una notable extensión de la enseñanza y un sistema electoral depurado que, pese a sus limitaciones y defectos, permitió que el país transitara en paz durante 30 años. Y todo esto sólo durante las dos presidencias de José Batlle y Ordóñez (1903 – 1907, 1911 – 1915), a lo que se debe sumar una gran labor posterior de sus continuadores, así como de legisladores nacionalistas y socialistas, entre otros. El Batllismo tuvo sus limitaciones, algunas fueron evidentes para sus forjadores, otras se fueron revelando a través del tiempo. Entre las primeras, la más notable (y de ella fue consciente el propio Batlle y Ordóñez) fue la omisión de una Reforma Agraria que racionalizara y modernizara la tenencia de la tierra, omisión hecha en gran parte por la debilidad del batllismo en el medio rural. Esto provocó que el Estado batllista estuviese precariamente sostenido en un sistema productivo extensivo y primario, en un país que siguió siendo básicamente agroexportador. El Batllismo posterior a Batlle y OrdóñezLa corriente batllista dentro del Partido Colorado ha continuado, con matices, hasta el presente. Sus continuadores inmediatos fueron por un lado, Claudio Williman, José Serrato, Juan Campisteguy, quienes finalmente se unieron al dictador Gabriel Terra y por el otro, Baltasar Brum y Luis Batlle Berres. Precisamente, fue Luis Batlle Berres, sobrino de Batlle y Ordóñez, quien lideró el sector batllista más importante del Partido Colorado. En las elecciones de 1946 fue elegido Vicepresidente de la República, acompañando a Tomás Berreta. Asumió la Presidencia de la República a la muerte de Berreta el 2 de agosto de 1947, desarrollando una corriente política que recibió el nombre de neobatllismo.[4] Entre sus más entusiastas militantes se destacaba un grupo conocido como los jóvenes turcos, que integraban Zelmar Michelini, Teófilo Collazo, Guzmán Acosta y Lara, Norberto Sanguinetti, Tabaré Hackenbruch y Julio María Sanguinetti.[5] A su muerte, en 1964, el partido quedó profundamente dividido y sin un liderazgo claro. La línea batllista fue continuada por el Foro Batllista y políticos como Julio María Sanguinetti, Zelmar Michelini, Aquiles Lanza, Hugo Batalla, Amílcar Vasconcellos, Renán Rodríguez, Manuel Flores Mora, Enrique Tarigo y Manuel Flores Silva. Sin embargo, esta corriente resultó derrotada en las elecciones de 1966 y de 1971, cuando triunfaron facciones más conservadoras lideradas por Óscar Gestido, Jorge Pacheco Areco y Juan María Bordaberry. El batllismo volvió a triunfar en las elecciones de 1984 y Elecciones generales de Uruguay de 1994, cuando accedió a la presidencia Julio María Sanguinetti. Con vistas a las elecciones de 2019 se conforma una nueva agrupación, Batllistas, que recibió el beneplácito del expresidente Sanguinetti.[6] Véase
Bibliografía
Referencias
Enlaces externos
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